Gonzalo Rojas
"Cada día aparece una fractura nueva; cada día se concreta una nueva división. Y quizás cuántas más nos esperan."
Un gran objetivo de las izquierdas que han provocado la violencia —quizás su gran propósito— ha sido y sigue siendo promover la división entre los chilenos.
Teníamos un país con dificultades, pero un país unido (aunque el laboratorio de La Araucanía ya mostraba por dónde iban los tiros). Pero ahora cada día aparece una fractura nueva; cada día se concreta una nueva división. Y quizás cuántas más nos esperan.
La ruptura se provocó primero entre la normalidad de una vida con problemas —la vida de todos y de cada uno de nosotros— y la “normalización” de un solo problema: la violencia. Y así quedamos divididos, partidos mental y espiritualmente, entre los que padecemos y rechazamos la violencia, por un lado, y, por el otro, quienes la practican o la justifican. ¡Y no hay en una sociedad división más grave y terminal que esta!
Bajo esta fractura radical se han incubado y desarrollado muchas otras divisiones… casi todas las divisiones posibles.
La ruptura generacional, que está enfrentando a los menores de 35 con sus mayores, y, al mismo tiempo, la división entre unos jóvenes y otros, cristalizada en el boicot a la PSU, acción de duraderas consecuencias, y, en paralelo, los conflictos familiares entre quienes, a pesar de compartir la misma sangre, se han ido polarizando por una u otra postura frente a los problemas nacionales. Por supuesto, ahí entran también las disputas entre unos y otros padres y apoderados, quienes se enfrentan por la situación de sus hijos (que haya tres centros de padres en el Instituto Nacional es toda una triste señal).
Más dramática todavía es la división que se ha producido entre quienes exhiben con orgullo la bandera chilena y quienes, por el contrario, la reemplazan por un emblema mapuche y no trepidan en quemar el pabellón patrio para subir la enseña indígena, como sucedió en el ataque a la Intendencia de Valparaíso; son los mismos violentistas que han cavado una fosa infranqueable con los comerciantes a los que atacan, lo que se expresa, de modo análogo, en la confrontación entre camioneros y automovilistas, con relación al tag. La autodenominada “Mesa de Unidad Social” polariza a las organizaciones funcionales: en ella, todos los órganos controlados por el PC y por el PH; fuera, todos los demás.
Físicamente, todo lo anterior se expresa en nuestras ciudades completamente partidas, divididas, fracturadas, con zonas controladas por las izquierdas violentistas en las que, por momentos, es imposible la presencia ciudadana, y, en el plano conceptual, la fractura ha distanciado una vez más a los civiles de los uniformados: de modo grosero, se simplifica hablando de un país que habría despertado y que estaría enfrentando a unas fuerzas de orden que estarían violando los derechos humanos.
Obviamente, la política ha sido consumida por este mismo afán divisionista.
Chile Vamos ha sido fracturado (la UDI por el “Rechazo”, Evópoli por el “Apruebo” y RN, quebrado) y cada una de sus colectividades vivirá divisiones dramáticas de aquí a finales de abril. Desbordes no ha tenido más opción que reconocerlo. Pero no ha sido menor la ruptura en el Frente Amplio: una división largamente anhelada por el Partido Comunista y ya casi completamente lograda.
Por supuesto, el callejón sin salida a que nos han conducido —y que quizás se concrete el 26 de abril— fracturará de modo grave a quienes optemos por el “Rechazo” respecto de quienes estén por el “Apruebo”: consolidar lo que tenemos o lanzarnos al vacío. Y dicen los ilusos que la eventual nueva Constitución sería “la casa de todos”.
Los comunistas rinden homenaje a Lenin, el divisionista patológico, a 150 años de su nacimiento. Los anarquistas dan culto al caos. Así estamos.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2020/01/15/75567/La-division-lograda.aspx
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