Gonzalo Ibáñez Santamaría


La denominada Convención Constituyente ha procedido a redactar un proyecto de nueva constitución para Chile, dominada enteramente por un afán ideológico de construir un país, no a partir de la realidad de éste, sino de lo que imperan los delirios de quienes dirigen el proceso. Es, en el fondo, una manera de traicionar al país.

Uno de los primeros de estos delirios ha sido el de negar la unidad de la nación chilena para dividirla en distintas naciones que hoy se pondrían de acuerdo para vivir juntas, pero que, en cualquier momento, pueden partir cada una para su lado. La verdad es que los chilenos no hemos necesitado ni constituciones ni leyes para formar la única raza que nos conforma: la chilena y, a partir de ella, formar nuestra única nación. Esta raza ciertamente se ha formado con el aporte de muchas otras: desde luego, las que estaban ya presentes en este territorio cuando llegaron los españoles. Para nada formaban una nación sino un conjunto de tribus dispersas y muchas veces en guerra entre ellas. A los españoles debe reconocérseles el gran mérito de su total disposición para unirse con la gente del lugar y constituir así, por el mestizaje, la base de lo que racialmente somos ahora. Después de la independencia comenzaran a llegar los aportes desde otras partes del mundo. Fue así como, casi de inmediato, aparecieron ingleses y alemanes. Al finalizar el siglo XIX y a comienzos del siglo XX llegaron nuevos aportes españoles junto con los que venían de Italia, Palestina, Croacia, Francia, Israel y de otros países europeos. En fin, con la llegada más tarde, de contingentes venidos del Asia que hace costa con el Océano Pacífico: Rusia, China, Japón, Corea. . . A pesar de que durante la primera etapa después de su llegada, estos grupos formaron sus propias colonias, varias de ellas, por ejemplo, con su estadio característico, la asimilación con la población chilena fue muy rápida.

A medida que recibía estos aportes, nuestra población fue variando, pero de manera homogénea. Nadie quedó fuera. Nunca hubo entre nosotros algo que se pareciera al apharteid. Por eso, fabricar ahora la teoría de que en el Chile de hoy subsisten muchas razas, como si efectivamente hubiéramos vivido cinco siglos en compartimentos estancos, cada una formando su propia nación, es una colosal mentira y una profunda traición. El propósito que dirige esa estrategia es la de destruir la nación chilena y hacerla saltar en mil pedazos.

Este propósito de la Convención Constitucional no admite ninguna cosmética. Simplemente, no tiene arreglo. Pretender que pueda ser una opción el poder mejorarlo es un espejismo. Una proposición como la que nos hace esta Convención no puede ser sino Rechazada, para después volver a la normalidad de nuestra vida chilena de siempre. Como lo dijo Arturo Prat en su arenga inmortal: "Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo; espero que ésta no sea la ocasión de hacerlo. . . " Nunca Chile ha estado en tanto riesgo como ahora. Es la misma unidad nacional la que está en juego.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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