En un nuevo aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU
Gonzalo Ibáñez Santamaría
La expresión "Derechos Humanos" ha pasado a convertirse en el lenguaje contemporáneo en un verdadero talismán en virtud de la cual se promueven y se ensalzan ciertas conductas y se condenan otras. Pero, si bien hay acuerdo en el nombre -Derechos Humanos- cada día es más claro que éste se emplea para expresar realidades que no sólo son distintas sino que directamente contradictorias. En un sentido original, la expresión denota los requerimientos mínimos para que una persona alcance su dignidad dentro del conjunto que forma con otras personas. Así, por ejemplo, la vida, la integridad física, la suficiencia de bienes materiales y espirituales que requiere su naturaleza, la posibilidad de comunicación y de tránsito, el respeto a su nombre y reputación, etc. Pero también, y cada vez más, la expresión se emplea para designar lo que no es sino un uso desaforado y sin límites de la libertad. Así, por ejemplo, con el libertinaje sexual, que es presentado con toda desfachatez como un derecho humano; así, con la producción y el consumo de drogas que mentirosamente se las califica de inocuas; así, con el uso grosero del lenguaje, con la ocupación destructiva de espacios públicos aun en detrimento de los derechos de los demás, etc. Es lo que sucedió entre nosotros con el estallido de violencia: los que destruyen no pueden ser contenidos por la policía, porque ello significaría violarles sus derechos humanos; en cambio, los cientos de miles que han padecido esas destrucciones carecen de esos derechos y nadie se acuerda de ellos.
De esta manera, se entusiasma sobre todo a los jóvenes para que desaten su libertad de toda prudencia y, por esa vía, que al final terminen arriesgando sus propias integridades personales tanto físicas como espirituales: es precisamente lo que sucede con la droga o con la falta de compromiso en las relaciones sexuales. Ya no se trata de una unión de amor que busca proyectarse en nuevas personas, los hijos, sino que de la satisfacción de un apetito, y en la cual la persona del otro queda reducida a la condición de mero instrumento de placer. De paso, se destroza a otras personas: los niños que quedan abandonados o aquellos que, para que no lleguen a molestar, se les masacra en el aborto. Todo, en nombre de la libertad y de los derechos humanos. Es, por lo demás, lo que ha sucedido con la incitación a la violencia destructiva donde, al final, esos jóvenes terminan usados como carne de cañón para los propósitos de otros.
La libertad así entendida enfrenta a unas personas con otras, porque es imposible que en el desenfreno de las libertades no terminen en guerra entre ellas: el hombre pasa así a ser el "lobo" del hombre. Y los "derechos humanos", que son el fundamento de la paz social, se convierten en instrumento de guerra y de violencia poniendo a la vida social en inminente peligro de desaparecer. Es lo que estamos viendo y experimentando en nuestro país.
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm
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