Gonzalo Ibáñez Santamaría
Hace días cunde ya el debate acerca de lo que significa ser “político católico”. Esto, a propósito del deseo manifestado por el ex parlamentario Ignacio Walker de ser considerado tal a pesar de haber promovido y votado a favor de la ley que permitió terminar en Chile el matrimonio por sentencia de divorcio y, por esa vía, de desarticular la familia tal como siempre fue en Chile, con los desastrosos efectos que hoy quedan plenamente a la vista. Después, de haber concurrido con su voto a aprobar la legalización del crimen del aborto. Dos situaciones que la Iglesia Católica abiertamente no acepta en su doctrina. Walker alega que votó como lo hizo porque su conciencia así se lo indicaba y que es eso lo que pide la doctrina católica. Argumentando así, Walker no he hecho sino seguir la tendencia a emplear el nombre de cristiano nada más que como una trampa para cazar votos. Es lo que ha hecho la mal denominada democracia cristiana durante toda su existencia, en a cual ha empleado mañosamente el nombre de cristiano sin perjuicio de burlarse una y otra vez de la doctrina cristiana.
La Iglesia ha elaborado su doctrina precisamente para que sirva de orientación a la conciencia de sus fieles. A ninguno lo obliga a seguir esa doctrina, pero si alguno no la acepta en todo o parte su camino es, sin duda, el de la salida de la Iglesia. La pretensión de Walker constituye así una ofensa a quienes han dejado todo incluso la vida por ser fieles a su condición de católicos. Monseñor Cristián Caro, Obispo emérito de Puerto Montt recuerda precisamente la figura de Santo Tomás Moro que no vaciló en ir al patíbulo antes que claudicar de sus convicciones. Ahí tenemos un modelo de “político católico” muy distinto al político que Walker y la mal llamada democracia cristiana tratan de ser. Estos no tienen nada de católicos y por eso tampoco tienen nada de político en el buen sentido de la palabra, pero sí mucho de politiquero que trata de acomodarse adonde más calienta el sol.
La carta de Monseñor Caro:
“Señor Director:
Muy interesante el debate de ideas respecto del “político católico”, pero es bueno mirar los ejemplos concretos, como el de santo Tomás Moro. Fue designado Canciller de Inglaterra en 1529, pero dimitió de ese cargo en 1532, para no ser cómplice del rey Enrique VIII, quien repudió a la reina Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. Tampoco aceptó al rey como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra.
Fue encarcelado y condenado por alta traición, el 1° de julio de 1535, siendo decapitado cinco días después. Sus últimas palabras fueron: “muero en la fe y por la fe de la Santa Iglesia Católica, buen servidor del rey, pero primero de Dios”.
Con razón San Juan Pablo II lo proclamó patrono de los políticos católicos. Su ejemplo es una luz para los políticos que quieren ser coherentes con la fe y moral católicas.”
+Cristián Caro Cordero
Arzobispo emérito de Puerto Montt
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