Gonzalo Ibáñez Santamaría


Estando ya por cumplirse un año del estallido de violencia, vandalismo y terrorismo que comenzó el 18 de octubre del año pasado, es inevitable que volvamos la vista atrás y ensayemos de comprender lo que sucedió y por qué sucedió.

Con la fuerza disolvente y anárquica representada por los grupos políticos afines al socialismo y al marxismo siempre hemos de contar. Son como los microbios y los virus en el cuerpo humano. Siempre van a estar ahí, pero mientras estén contenidos, son inocuos. Con todo, hemos de estar siempre alerta, porque si disminuyen las defensas que los contienen, la acción de esos elementos se vuelve virulenta y muy peligrosa. Es, sin duda, lo que ha sucedido en Chile.

Durante años, hemos sido testigos cómo esas fuerzas disolventes se dedicaron a desprestigiar el orden en que el gobierno militar dejó a Chile. Orden de gran éxito, tanto que nuestro país, de estar 20 años antes a la cola de los países del continente, en 1990 se presentaba a la cabeza. El empuje se prolongó por otros 20 años que, en muchos aspectos, fueron muy positivos para el país. Los gobiernos de la época, a pesar de que en las palabras se manifestaban como contrarios al gobierno militar, se subieron sin chistar y con mucho agrado al carro del “modelo”.

Pero, entretanto, actuaban las fuerzas destinadas a demolerlo. Lo que comenzaron en forma solapada y disimulada, con el correr de los años se hizo más agresivo y descubierto, porque advirtieron que, al frente, no encontraban resistencia. Y, no se crea que el "modelo" se reducía sólo a la estrategia económica. La concepción de la familia y de la educación, por ejemplo, también estaban incluidas, hasta el punto de que por ahí comenzó la demolición.

Las fuerzas políticas organizadas para defender y promover el legado del gobierno militar, como la UDI y RN, poco a poco fueron defeccionando de su misión y, al final, terminaron por abjurar de sus propósitos fundacionales. Los políticos de la denominada Concertación que gobernaron bajo el signo del “modelo”, con Ricardo Lagos a la cabeza, no tardaron nada en decirle a éste “si te he visto no me acuerdo”. El “modelo” quedó así entregado a su suerte y, con él, el país.

El 18 de octubre pasado hizo crisis esta situación. La caldera que venía hirviendo desde hacía tiempo, al final estalló. Pero, lo grave no fue tanto el estallido como la nula reacción del gobierno. En el acuerdo del 15 de noviembre entregó a las fuerzas disolventes lo más importante como es el orden institucional del país. El esfuerzo más que centenario por construir la patria que nos alberga puede quedar en nada. De un día para otro, los chilenos advertimos como, por obra de una demagogia que ha corrido sin obstáculos, nos enfrentamos unos contra otros.

El año que ha transcurrido desde el 18 de octubre pasado nos muestra cómo las fuerzas disolventes no han cesado en su empeño, pero nos muestra también cómo el gobierno no ha hecho sino ceder de cara a sus pretensiones. En especial, manteniendo la realización del plebiscito en condiciones sanitarias aún más peligrosas que las que existían hace seis meses cuando fue pospuesto para este 25 de octubre. Está claro ya que, para defender el país, el gobierno cuenta poco y que, por lo mismo, nadie puede hoy restarse del esfuerzo por rescatarlo antes que se despeñe por el abismo al que nos quieren conducir. El primer paso, votar Rechazo el próximo 25 de octubre.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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