Cristián Labbé Galilea
Nuestras tertulias de esta semana estuvieron dominadas por cuestiones muy opuestas: por un lado, el protagonismo de nuestro país en el concierto internacional y, por el otro, la sucesión de “episodios” nada de halagüeños en el frente interno.
Todos coincidieron en que era un prestigio el que nuestro país fuera sede de la APEC, la COP25 y anfitriones del acuerdo entre EE.UU y China en la amenazadora guerra comercial y, si eso no bastara, se recordó que la OCDE ha dicho que: “Chile es una isla… en el complejo escenario Internacional”.
Para respaldar lo anterior, los más versados en materias internacionales se dieron un festín agregando sazonados antecedentes sobre la convulsión que se vive en “el barrio”; Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina, Venezuela… Como alguien señaló: “… nuestra situación es ejemplar, además, es un agrado ver que en esta materia están juntos ex presidentes, ex cancilleres, ´moros y cristianos´, todos con una sola visión país”.
La tertulia iba viento en popa hasta que las aguas se empezaron a agitar: “…no nos engañemos ni un segundo; el tener una buena imagen internacional y el ´sacarle lustre´ a esa situación, nos distrae de los múltiples problemas que tenemos en el frente interno donde las cosas no van de nada bien…”.
La lista de los aprietos internos fue larga, partiendo por los incidentes en materia de seguridad donde las cifras cada día son más alarmantes; la Araucanía ocupó mucho tiempo en los comentarios; la violencia en el Instituto Nacional, la “evasión masiva” en el Metro, fueron algunos de los temas que dieron cuenta de una convulsionada situación interna.
El nivel político institucional no se escapó: “… tenemos un gobierno desconcentrado y disperso; una oposición dividida y reducida a la mera función de obstruir, y; a instituciones que se han enfrascado en pugnas de competencia, poniendo en entredicho el estado de derecho.
En lo económico las criticas tampoco fueron benevolentes: el conflicto de las 40 horas; el retiro de los fondos de las AFP; la reforma tributaria -más todo lo anterior- fue visto como la causa principal del lento ritmo de las inversiones: “… nadie invierte donde hay inseguridad, tambaleos, y donde las normas económicas son poco claras o al menos confusas”.
Al momento de asignar responsabilidades todo se concentró en el gobierno y en su primera autoridad, el Presidente. Los argumentos fueron variados y la prueba categórica: “qué duda cabe que ha logrado incrementar su prestigio internacional, mientras en el frente interno pierde cada vez más apoyo”.
Ante la inminente llegada de la hora recordé lo que alguna vez le leí al escritor francés Gustave Flaubert, quien sugería que, cuando uno quiere realizar una obra importante, es preciso elevarse por encima de los elogios y de las críticas, así como, cuando se tiene un ideal claro y preciso, hay que dirigirse hacia él directamente.
En otras palabras, hay que saber priorizar, no hay que distraerse, ni mucho menos desenfocarse; no se puede “ser candil en la calle y oscuridad en la casa…”.