Cristián Labbé Galilea
Las buenas intenciones de dedicar estas líneas a múltiples atractivos veraniegos, como cambiar de ambiente, romper la vida rutinaria, leer libros postergados, cometer algún “pecado gastronómico”, o conversar “de la nada misma” saboreando algún buen brebaje… se fueron al traste, porque, al siempre optimista tintero de esta pluma, cayeron de sopetón…. amargas gotas de odio, venganza y sadismo, imposibles de soslayar.
Este miércoles recién pasado el Senado rechazó, por 21 votos a favor y 23 en contra, el proyecto de ley que buscaba dar a los presos mayores de 70 años, que padezcan alguna enfermedad terminal o menoscabo físico grave, el beneficio de cumplir sus penas con medidas alternativas como, por ejemplo, el arresto domiciliario total.
Lo irritante de esta situación es que los argumentos esgrimidos por el oficialismo para rechazar este proyecto humanitario fueron, más que nada, sentimientos de odio y venganza destilados en sus palabras: “que se pudran en la cárcel” … ¡Sin comentarios! Esos son “los sólidos argumentos” de los representantes del Gobierno.
Para esta irritada pluma, este episodio no ha sido más que un triste espectáculo de “un grupo de cobardes” que, amparados en un poder circunstancial, encubren su intolerancia y su sed de venganza con argumentos falaces, como la búsqueda de “impunidad” para los militares privados de libertad, en su gran mayoría octogenarios que padecen enfermedades terminales.
Quizá es bueno recordar a nuestros leguleyos contertulios que los presos militares cumplen condenas fundadas, no sólo en “un sistema judicial obsoleto” que se descartó por ser injusto, inquisidor y sesgado, sino que también por resquicios legales como la ficción jurídica, el secuestro permanente…
Hay que decirlo con todas sus letras: en el país hay dos sistemas judiciales, uno para los militares y otro para el resto de los ciudadanos. ¿Es eso justo?
Claro que no. De allí que estemos en presencia de una actitud cobarde de los senadores de gobierno que rechazaron el proyecto (y los de oposición que no fueron a votar), porque no se está pidiendo impunidad, se están planteando “razones estrictamente humanitarias”. No se está pidiendo indultos, amnistías, condonaciones o nada similar, sino básicamente “que cumplan sus condenas en arresto domiciliario total”, dada su condición etaria y de salud terminal… ¿Es eso mucho pedir?
Cuando pareciera que todas las puertas se cierran, y se desvanecen las esperanzas de encontrar la paz social que nos permita dejar atrás rencores e inquinas, esta intrépida pluma tiene la osadía de preguntar a los cuatro vientos: ¿no es la hora de que la Iglesia, otrora la voz de los sin voz, en un acto de caridad cristiana… haga algo por esos viejos soldados condenados a morir en prisión? ¿Podrá la iglesia advertir a la comunidad nacional que la justicia no se puede confundir con venganza?…
Finalmente, se tenga o no respuesta a tan inquisidoras preguntas, sería recomendable que, tanto los veraniegos parroquianos como los señores políticos que están próximos a iniciar su receso legislativo, se den un tiempo para pensar que situaciones como las comentadas en estas líneas… no son buen augurio para el año que recién comienza.
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