Cristián Labbé Galilea


Con todo lo que está sucediendo en nuestra insólita contingencia, no es una chifladura preguntarse: ¿en cuántos otros lugares las autoridades locales, comunales o regionales, estarán adoptando medidas para cambiarle el nombre a calles, plazas, puentes… o para retirar monumentos históricos, como lo está haciendo la alcaldesa de Santiago? Vaya a saber uno… si los medios están copados con información sobre la corruptela del gobierno.

Lo que pareciera ser algo nimio, sólo un problema de denominación o nomenclatura, no lo es… Por ese camino terminaremos siendo literalmente “trasplantados” desde donde nacimos, crecimos y hemos vivido nuestra existencia, lo que paradojalmente ocurrirá sin siquiera habernos cambiado de domicilio…

Seremos trasplantados arbitrariamente, por decreto, y nuestra “identidad urbana” será intervenida por autoridades circunstanciales, a las cuales sólo las mueve su ideología. Ya no habremos jugado en la plaza X, ni pichangueado en la calle Y, tampoco habremos cruzado el puente Z… Todos esos lugares, de ahora en adelante, rendirán tributo a la división y al odio.

La historia de siempre, los héroes de ayer, las autoridades pasadas -presidentes, generales, políticos…-, serán borradas, de una plumada, con el avieso propósito de servir a un programa que busca instalar una versión sesgada de lo ocurrido hace 50 años, y donde los mismos que arrastraron al país al descalabro institucional del 73 pretenden purgar sus responsabilidades, estigmatizando a quienes liberaron al país del yugo soviético.

En momentos en que el país enfrenta difíciles momentos políticos, económicos e incluso institucionales, amén de la agitación social que reclama una real preocupación por los problemas de seguridad, orden, crecimiento y una efectiva solución a los problemas de salud y educación, la autoridad aparece más preocupada de cumplir sus objetivos reviviendo conflictos del pasado por el siniestro expediente de cambiarlo todo… incluso la toponimia urbana.

Para esta suspicaz pluma nada de lo que está ocurriendo es producto de autoridades inexpertas sino más bien es el derrotero intencional y premeditado de un proyecto político ideológico que busca refundar desde sus raíces nuestro ordenamiento institucional y cultural. Si algún incauto contertulio duda, le recomendaría que relacione estas iniciativas de cambios de nombres urbanos, con la forzada práctica oficial del “uso y abuso de un lenguaje inclusivo”, tan ajeno a nuestra identidad nacional.

La arrogancia, soberbia y autoritarismo de querer instalar un lenguaje sexista en el público, también es más complejo de lo que parece a primera vista: se trata de un problema ideológico y cultural que no sólo involucra a la lingüística y a la política, sino que, por sobre todo, busca imponer un lenguaje “incluyente” que no es natural, como es el caso de “todes, tod@s, todxs, elles…”.

Por último, esta pluma cierra estas líneas alertando a sus fieles contertulios que estamos frente a una compleja coyuntura, y que, de no reaccionar…  no nos quedará otra solución que lamentarnos cantando la canción de Facundo Cabral: _ /no soy de aquí…/ ni soy de allá/ no tengo edad… ni porvenir/”._

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