Cristián Labbé Galilea
Es difícil que exista otra intención más recurrente en la mente de cualquier padre que el deseo de dejarle a sus hijos una buena educación y, por mucho que el mundo haya cambiado en el último tiempo, deben ser muy pocos los progenitores (alguno debe haber) que aspiren heredar -prioritariamente- a sus vástagos una “alfabetización en sexualidad”, como propone el titular de Educación (Reportajes del Mercurio, febrero 2023).
De allí “la batahola” que se ha armado por las políticas de sexualidad y género emanadas del Ministerio de Educación. Se diga lo que se diga (“que la guía es del 2017 (Gobierno de Bachelet); que el Gobierno de Piñera la mantuvo; que no son las Orientaciones vigentes, etc., etc.”), lo cierto es que en la web de ese Ministerio, hasta esta semana, existían oficialmente las “Orientaciones para la inclusión de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex”, para niños de 1° a 4° básico, y cuyos contenidos eran…. “de miedo”.
Hasta el más cándido parroquiano percibe que tales orientaciones apuntan a una ideologización de la educación por parte de la izquierda más radical para, por esa vía, instalar sus ideas refundacionales y corromper la moral propia de nuestra sociedad, promoviendo el desenfreno de la sexualidad y corriendo los límites… de lo aceptable a lo inaceptable. En la práctica, no es otra cosa que una manipulación social aplicando la teoría de “La Ventana de Overton“ (Joseph Overton, Centro Mackinac de Política Pública, EE. UU).
Ahora bien, si se asume con claridad que son los padres los responsables de educar a sus hijos, y que la instrumentalización e ideologización de la educación, por parte del Estado, es el presagio de un trágico destino del educando, la sociedad y el país… la situación obliga a actuar con claridad, convicción y firmeza.
Los padres no tienen justificación alguna para desentenderse de este compromiso; unos dirán que ambos trabajan, otros, que no hay tiempo o que nadie les ha enseñado a ser padres… Pamplinas, “nadie puede sacarle el … a la jeringa”.
Por su parte, la sociedad civil tampoco puede desentenderse; sus propias responsabilidades apuntan principalmente a impedir que “políticos circunstanciales” intenten instalar, en educación, modelos ideológicos ajenos al Ser y a la Identidad Nacional. Políticos, empresarios, universidades, medios de comunicación… todos, deben estar alerta y no confundirse en ningún momento: una cosa es respetar la diversidad, y otra es que sea la autoridad quien promueva “adoctrinamientos” en materia de género.
Se equivocan quienes creen que, en educación, promover actividades sexoafectivas e identidades sexuales no convencionales, es una consecuencia de estar en el siglo XXI.
Para esta pluma, como para cualquier persona sensata, siempre la buena educación -la que genera bienestar y progreso-, ha sido aquella que forma buenas personas, ciudadanos con valores, que cumplen con sus deberes y son respetuosos de lo público y lo privado…. Todo lo demás son fantasías ideológicas; entonces, estas iniciativas en educación, ¿son provocaciones o desviaciones? No hay otra explicación.
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