Cristián Labbé Galilea


Cada día que pasa es más evidente que este gobierno y, en particular su Presidente, sufren un severo trastorno patológico que los hace inmunes a la crítica y al ridículo; en ellos la desvergüenza y la desfachatez son desmedidas. Un ilustrado parroquiano, lo definió como una “ataraxia política” … haciendo referencia a la “perturbación que sufren quienes: todo les da lo mismo y no sienten ningún tipo de frustración por ello, mostrándose siempre tranquilos.... aunque el mundo se esté viniendo abajo".

Efectivamente pareciera que estamos frente a una “ataraxia política” gubernamental. Da la impresión que al presidente y sus ministros no les afectara que el parlamento por segunda vez le rechazara su candidato a Fiscal Nacional, “la tercera será la vencida” … tampoco parece importarles que, durante todo el tiempo que han gobernado, la aceptación por parte de la opinión pública no supere el 30%.

Lo que resulta más increíble aún es que, a pesar de un magro apoyo y de un alto nivel de rechazo, el gobierno siga avanzando en su proyecto de cambios institucionales radicales, sin que la oposición asuma un rol activo, claro y decidido en la defensa de los principios que la diferencian del modelo que busca instalar, en el país, la izquierda radical.

Son muchos los ejemplos que se pueden dar para graficar ambas conductas, la del gobierno y la oposición, tanto de fondo como de forma. En el primer caso, ”fondo”, la evidencia es muy clara, unos y otros, están validando un proceso constituyente a todas luces inconstitucional (art. 142 C.P.) que además desconoce la voluntad soberana del pueblo expresada el 4S.

En cuanto a aspectos de “forma”, bastaría mencionar la desprolijidad vergonzosa de las actuales autoridades y su falta de talante, tanto a nivel nacional como internacional. Hemos pasado de ser “los ingleses de América del sur”, a ser los “Guachacas del barrio” (del quechua «huajcha kay»). Esto sin que nadie levante la voz con firmeza y sinceridad.

En estos días, sin ir más lejos, y con motivo de la Navidad, el Ejecutivo ha instalado en el frontis del Palacio de la Moneda dos “guardias gigantes”, dos colorinches figuras de cascanueces, en remplazo de los siempre sobrios y gallardos Carabineros de la Guardia de Palacio.

Se dirá que es una “humorada”, un arranque de impía creatividad, pero no… para esta sagaz pluma, es una muestra más que, para las actuales autoridades, es una tarea permanente el alterar, de fondo y forma, nuestras centenarias tradiciones Republicanas.

Por último, siendo positivos y tolerantes, y con alguna dosis de humor, se podría interpretar que, al igual que en el cuento “El Cascanueces”, de Alejandro Dumas, donde los cascanueces tenían por misión proteger la casa y espantar al “Rey de los Ratones y su banda de ratas” … la instalación por parte del gobierno de las figuras decorativas en La Moneda refleja, igual que en el cuento, la inocultable preocupación porque “la casa” se vea atiborrada de “ataráxicos roedores políticos”.

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