Cristián Labbé Galilea
Se va el 2022… y siendo bien honestos, no sería raro que se nos escape un… ¡por fin!, no sólo porque fue un año “más agraz que dulce”, sino porque en estas fechas brota esa cándida ilusión que lo que viene podría ser “un poco” mejor. Si el año pasado ni las uvas, las lentejas, la ropa interior amarilla (en el caso de las mujeres), ni ninguna otra cábala funcionó, nada se pierde con perseverar.
Si en algún momento del año que termina hubo la esperanza que las cosas podían mejorar, fue con el plebiscito del 4S, pero lamentablemente la ilusión no duró “ni un suspiro”: a las pocas horas del abrumador triunfo del rechazo, la sociedad política se dio maña para volver a la situación anterior y retomar inconsultamente un Proceso Constituyente que poco o nada interesa.
Por lo mismo, la mayoría siente una profunda incertidumbre e inestabilidad, no sólo general sino en todos los frentes: personal, nacional e internacional… y en todos los sectores: político, económico, social, seguridad, judicial, diplomático… Para donde se mire: educación, salud, delincuencia, migración, narco terrorismo… todo indica que “la cosa va de mal en peor”.
Esta negativa percepción tiene variadas raíces; cada quien encontrará alguna, más profunda o sofisticada, pero no hay dudas que el primer responsable es el gobierno y en particular su titular. Las encuestas coinciden en destacar, como factor dominante, los escasos atributos del Presidente y de su equipo, dejando claro que aquello que se justificaba como producto de la inexperiencia, después de un año de gobierno se puede calificar de… indolencia.
Inquieta esta pluma por las razones de tanta pereza, tanta desidia y tanta dejadez gubernamental, buscando, buscando, encontró la respuesta: estamos gobernados por “un tremendo equipo” de especialistas en “El arte de hacer nada”, cuyo Gurú debe haber leído alguna vez (en lectura veloz) sobre el método holandés Niksen que propone centrarse en la “inactividad consciente” como una respuesta al trafago de la sociedad actual.
Lo lamentable es que, dada su baja comprensión de lectura y el convencimiento que se puede llegar por el camino fácil a los indicadores de las sociedades desarrolladas, las actuales autoridades adaptaron las máximas del método Niksen a sus juveniles impericias… Así resultaron estas recomendaciones para el equipo gobernante:
- Buscar el tiempo para no hacer nada y hacerlo con decisión.
- Siempre crear espacios de tiempo libre en la agenda.
- Evitar ser parte (ejecutor y promotor) de la cultura del hacer.
- Aprovechar las oportunidades para practicar la inactividad.
- Perder el miedo a decir cualquier cosa cuando alguien pregunte qué se está haciendo.
- No desanimarse, el no hacer nada al principio podría ser incómodo.
Lo que parece una sátira de fin de año del holandés “arte de no hacer nada” (Niksen), no es más que su versión criolla, adaptada por los “milénial progresistas” que nos gobiernan, cuya actitud es sólo comparable con… “un auto que tiene el motor encendido, pero no va a ningún lado”.
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