Cristián Labbé Galilea


En septiembre ha habido de un cuanto hay: fiestas, asuetos, votaciones, viajes, polémicas… por lo que es recomendable hacer, al menos, una evaluación de lo más importante. Se trata simplemente de estar alerta para evitar que se pueda urdir un trenzado político, económico o de cualquier orden, del cual haya que lamentarse por no haberlo interpretado a tiempo. El refrán reza: “Mucho ojo y buena oreja, y lo que no tenga importancia se deja”.

De lo visto, hasta el más elemental análisis nos dice que la gran mayoría está por defender los pilares básicos de nuestra identidad nacional: respeto sí, plurinacionalidad no; descentralización sí, autonomías regionales no; Estado sí, estatismo no; progreso sí, progresismo no… para que seguir si el asunto está claro: modernización sí, refundación no.

En cuanto al gobierno, quedaron claras su vergonzosa informalidad y su incapacidad para gobernar al país; pero lo más relevante es que se sacó la mascarilla con la que estaba personificando una falsa identidad y encubriendo su verdadera naturaleza. Queda claro que el gobierno no va a renunciar a su objetivo de refundar el país. Una máscara es aceptable cuando se representa un papel en el teatro, pero nunca en política.

Ante la eventualidad que alguno de mis suspicaces parroquianos llegase a pensar perversamente que esta pluma está viendo fantasmas donde no los hay, sólo les pide que analicen las últimas declaraciones del señor Presidente, con las que con todo descaro se saca el antifaz y muestra sus reales intenciones al señalar, con no poca soberbia, que se podrá disminuir la velocidad de avance, pero que se mantiene el rumbo… “A confesión de partes…”.

Lo anterior es demasiado grave para dejarlo pasar así no más, y no darse cuenta que todo está fríamente calculado, incluso el hackeo a las Fuerzas Armadas.

Qué impide pensar que, con este caso, se están urdiendo los hilos necesarios para tejer la trenza que le permita a la izquierda radical intervenir las instituciones de la defensa y descabezarlas veladamente, a vista y paciencia de todos, sin que nadie reaccione.

Después de ser testigo de lo pasado en septiembre, esta suspicaz pluma advierte a sus parroquianos que la situación es seria, y que los únicos que saldrán trasquilados serán las instituciones armadas… El gobierno y la izquierda radical se darán un festín con el caso.

Si bien es razonable que se mantenga cierta discreción con la información más sensible, es sospechoso este halo de secretismo sobre la verdad de cómo sucedieron los hechos: más parece una conspiración para encubrir acciones políticas pasadas y para filtrar estratégicamente información dirigida a establecer que las responsabilidades del caso recaen en los militares.

Demasiado silencio… hace desconfiar de los actores políticos involucrados en el tema; no hay que olvidar que el Ministerio de Defensa ha pasado a ser una madriguera comunista. Demasiado silencio… es muy sospechoso, por lo mismo, hay que estar alerta. Dicen que Juan Segura vivió muchos años… pero murió por un descuido.

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