Cristián Labbé Galilea


Son tantas las bufonadas, los chascarros y los yerros de este gobierno, que da la impresión de estar releyendo a Kafka. Es angustioso comprobar que, mientras el Presidente recita poesías en el desierto florido o la Ministro del Interior se pasea impávida por la Araucanía, los violentistas atacan un cuartel militar y los terroristas hacen de las suyas en la Macrozona sur. ¡Preocupante… por decir lo menos!

Eso no es todo. También angustia comprobar cómo la sociedad política se enfrasca discutiendo “la fórmula” para redactar una nueva Constitución -en circunstancias que las necesidades reales de la gente son otras-, y ver cómo los sectores que obtuvieron una holgada victoria en el plebiscito de 4S permiten que la izquierda radical y el gobierno les impongan condiciones… como si aquí no hubiera pasado nada.

Claramente la mayoría de los políticos no está entendiendo nada de nada. No se dan cuenta que las prioridades de la ciudadanía son: seguridad, estado de derecho, educación, salud… entre otras y tampoco perciben que la izquierda está aprovechando la ocasión para confirmar que en comunicaciones es imbatible. Una vez más, el ardid y el engaño izquierdista están siendo usados para crear… verdades falsas.

Perdidos en ilusorias quimeras, los sectores políticos que dicen representar el pensamiento de la Sociedad Libre (derechita, derecha o derechosa, amarillos y no amarillos) no consiguen darse cuenta que “necio es quien está convencido que el adversario está dormido”, y no ven que la izquierda esconde, bajo un manto comunicacional moderado, la extrema e irrenunciable misión de establecer una sociedad donde el hombre esté al servicio del Estado y a merced de sus jerarcas.

Es imprescindible y perentorio que: los partidos políticos, sus dirigentes, sus equipos y, en general, todos quienes creen que la libertad, el orden, la propiedad, el desarrollo y el bienestar deben ser los principios rectores de la vida en comunidad, no se dejen engañar y cierren la brecha que existe entre la realidad y la ficción, entre el ciudadano y la política, entre lo que es importante y lo que es urgente.

Es clave también que aquellos parroquianos que pecan de ingenuos salgan de ese “letargo político” en que parecen haber caído. Hoy por hoy los síntomas de esa enfermedad se perciben nítidamente tanto en la poca responsabilidad cívica como en la apatía y el ausentismo político, y se distinguen claramente sus efectos en un profundo y prolongado estado de somnolencia e indiferencia ciudadana… patológica debilidad que los políticos y en especial la izquierda, saben aprovechar muy bien.

Por último, esta añosa pluma, se permite la atrevida licencia de advertir a sus noveles lectores, políticos y no políticos, que en estos tiempos no hay que confiarse, hay que estar siempre alertas, porque para la izquierda los chascarros políticos o las declamaciones en el desierto, si no están calculados son mañosamente falseados; por lo tanto, como recomienda el refrán, “no hay que creer en político que alardea… ni en perro que cojea”.

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