Cristian Labbé Galilea
A horas del Plebiscito la situación se pone cada vez más compleja y confusa; los comentarios, diagnósticos y proyecciones, son “de miedo”: ya no sólo se especula sobre los resultados, sino sobre “el día después”, por lo que todas las fuerzas políticas están concentradas en capitalizar esos decisivos momentos.
Aprendida de pequeña esta pluma, que “no hay que escribir con letras torcidas” y que hay que expresar lo que se piensa con claridad y convicción, por incorrecto que resulte políticamente… se pregunta con prudencia, pero con toda franqueza: ¿Qué está pensando la oposición en esta trascendental coyuntura…? ¿Le habrá creído el cuento al gobierno que “no habrá vencedores ni vencidos”, y que es conveniente “darle piso” al Presidente para que lidere el nuevo proceso que se debiera iniciar esa misma tarde, gane quien gane?
Cuando éramos niños creímos en esos cuentos con finales felices, pero ya no; la realidad y la literatura nos han enseñado que esas fabulas infantiles encierran grandes enseñanzas, grandes verdades, pero también reflejaban una crítica política y social. Basta leer a Oscar Wilde, a Mark Twain y tantos otros, para comprobar lo dicho. Por ejemplo “Caperucita Roja y el Lobo”, cuento clásico de Charles Perrault, puede ayudarnos a comprender mejor el momento que vivimos.
Piense mi sagaz lector que Caperucita representa a esa Derecha cándida que desobedece a su madre, “la historia”, quien le advierte a Caperucita que en el bosque (“la sociedad política”) no hay que fiarse de lo desconocido, y de lo prudente que se debe ser a la hora de tomar decisiones, porque no toda recomendación es una dádiva, menos aun si viene de “un Lobo” que, en nuestro caso, representa a esa izquierda radical y refundacional.
A pesar de todas las recomendaciones, Caperucita es engañada fácilmente en el bosque cuando el Lobo le sugiere “un camino alternativo y atrayente” (léase: el Plebiscito de Entrada y la Constituyente); nuestra confiada niña le cree, luego el Lobo se disfraza de demócrata, republicano y pacificador… para engañarla por segunda vez.
Para hacer corto el cuento, la Caperucita -al desobedecer a su madre (la Historia)- permite que el Lobo (la izquierda) termine fagocitándose no sólo a la Abuelita (la democracia) sino también a la propia Caperucita (la Derecha cándida)… Si bien el cuento de Perrault tiene un final feliz cuando llega el Cazador y los leñadores a salvar la situación, en nuestra analogía todo parece indicar que el caso puede terminar algo más complicado.
La razón, muy simple, no existe ninguna posibilidad que aparezca el cazador (a buen entendedor…) ni tampoco los leñadores (léase: las instituciones republicanas, Congreso, Iglesias, Gremios etc.…) que vengan a salvar la situación.
Como la fantasía, el optimismo y las letras lo permiten, nuestro cuento termina con la esperanza que Caperucita alcance a advertir el engaño de que “no habrá vencedores ni vencidos”, y se resista a “prestarle piso” al Lobo para que lidere la nueva etapa… y Colorín colorado…. el Lobo será derrotado.
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