Cristián Labbé Galilea
El respetable “Sacarle el cuerpo a la jeringa”, el clarificador “si bien es cierto, no es menos cierto”, o el útil “No soy ni de aquí, ni de allá” … son viejas prácticas nacionales, tan típicas como el “último gol gana” o el “cachipun” cuando llega la hora de definirse… costumbre que se exacerba cuando se trata de los “señores políticos”.
Sin ir muy lejos, en la actual coyuntura política, cuando se advierte que se está jugando “un partido” muy importante y que “el marcador” favorece al Rechazo, aparecen esos personajes fantasmagóricos que nunca faltan, proponiendo una “salomónica solución” a este impasse, una tercera opción, algo así como: “si vamos a ganar, que sea por poquito, que quede la sensación que nadie ha perdido”.
Si algunos pensaron que estaban ante la solución que mejor se aproximaba a la ficticia y quimérica práctica de “aquí ganan todos” o, mejor dicho, “nadie pierde”, se equivocaron: fueron muchas las voces y variados los argumentos denunciando que ese camino nunca estuvo previsto y que no podían cambiarse las reglas del juego cuando: “el partido estaba terminando”.
Ahora, cuando todo parece indicar que no habrá ni alargue, ni tercera vía, ni segunda papeleta y que las opciones son: “se gana o se pierde”, vuelven a aparecer, de forma algo más discreta, los “hechiceros de la política” proponiendo un nuevo contubernio: “un acuerdo” al otro día del plebiscito, en el que obviamente estará todo cocinado para volver a empezar… ¡Todo de nuevo!
¿Alguien con dos dedos de frente cree que el país “tiene pulmones” para soportar más tiempo de inestabilidad institucional? Absolutamente No. El desgobierno, la ausencia del Estado de Derecho, la violencia y la inseguridad que campea a lo largo y ancho del territorio nacional, así como la sarta de incoherencias, hasta aquí propuestas por la Convención Constituyente… no dan para más.
No es posible alargar “ad eternum” la agonía, la angustia y la desazón vividas este último tiempo. Si políticamente la situación resulta vergonzosa y peligrosa, hay que agregar la inestabilidad económica (léase: inflación, dólar, inversiones, exportaciones, etc.,) que ha golpeado severamente el bolsillo de todos, especialmente el de los más vulnerables, lo que resulta insostenible en el tiempo. Si el escenario se mantiene… esto podría terminar mal.
El país debe volver a la normalidad el 4 de Septiembre, ni un día después; ese día debe recuperarse el cauce institucional y republicano que se ha mantenido, con altos y bajos, por más de 200 años. No más experimentos, no más ambigüedad, no más “ya veremos” o “acuerdos furtivos” que promueven “arreglar la carga sobre la marcha”.
“Al pan pan y al vino vino”. El Rechazo debe ser contundente y claro; atrás debe quedar esta amarga experiencia. El partido se va ganando y no valen las trampas (del gobierno), “las medias tintas” (de los políticos) ni menos… cocinar a hurtadillas acuerdos que buscan “seguir jugando esta pichanga de barrio” donde el que mete el “último gol gana”.
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