Cristián Labbé Galilea
Cada día aparecen más “Conversos Constitucionales”, esos personajes que votaron Apruebo y que ahora, afectados (en buena hora) por una repentina sensatez, manifiestan su preocupación por el derrotero que han tomado las cosas al interior de la Constituyente.
No será esta pluma la que se sume a las críticas al nuevo “Colectivo”, conocido como “los amarillos”; la razón es muy simple… frente a la amenaza que se cierne sobre nuestro ordenamiento institucional… ¡bienvenidos!, todo suma, todo sirve, pero que no vengan a enredar y a conflictuar la situación.
Sorprende, en todo caso, que los conversos, en su mayoría intelectuales, con más de “…ticinco” y vasta experiencia, no se percataran de lo obvio: el camino elegido, el que, por simple análisis comparado, auguraba un fracaso… Pero “eso ya fue”, ahora hay que mirar hacia adelante: “o se hacen bien las cosas, o no habrá otra oportunidad”.
Pensemos que son miles los convencidos que, después de ver lo que pasa en la Constituyente, es probable que voten “rechazo”. Pero que quede muy claro… ¡eso no basta!
¡El desafío es movilizar… millones! Piense mi calculador lector que el “plebiscito de salida” es con voto obligatorio, y que la pirámide etaria de nuestro país (y por ende el padrón electoral) se concentra entre los 18 y los 40 años… justo la edad difícil de seducir.
Surge entonces un objetivo claro y estratégico… conquistar, atraer, cautivar a la juventud. El papel de los jóvenes es crucial, no basta con los intelectuales que escriben columnas o mandan cartas a los diarios; se necesita: nuevos líderes con un relato atractivo y con mucho terreno. ¡Más emoción… y no tanta razón!
En esta cruzada “los mayorcitos” deben dejar de ver a la juventud con desdén, deben asumirlos como “actores y participantes” de la contingencia, para que ellos se comporten y se responsabilicen de “su” bienestar y de “su” desarrollo futuro.
La tarea no es fácil y es de todos, de padres, tíos, abuelos, empresarios, curas, profesores, políticos… todos sin excepción. Es imprescindible un esfuerzo por entender y considerar a los jóvenes más allá de su manera de hablar o de comportarse (aunque nos disguste), pues eso es lo que los define, esa es su problemática y esa su identidad.
Es importante pensar, al momento de trabajar con la juventud, que hace tiempo los jóvenes (en general) perdieron sus vínculos con figuras referentes, de autoridad y respeto, incluso a nivel familiar, lo que los ha llevado a no poder responder adecuadamente a sus deberes y, a enfrentar sus relaciones con el orden, la autoridad y la disciplina, con conductas conflictivas y/o negativas.
Por último, considerando los difíciles momentos que enfrenta nuestra realidad política e institucional, es fácil concluir que la única acción que debemos asumir todos, sin excepción y sin demora, es sumar: sumar a los conversos, sumar a los “mayorcitos”, sumarlos a todos, pero especialmente, sumar a la Juventud…esa juventud que Rubén Darío definió como… “Divino Tesoro” (1905).
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