Cristián Labbé Galilea


Zapeo y rezapeo (acción de hacer zapping), leo y releo, busco y rebusco… ¡y nada!  ¿Que qué busco? Nada más que: una simple o breve reacción a las barbaridades que “in extenso” se le oyeron decir a un conocido comentarista de una radioemisora con nombre de río.

Pero… ¿Qué dijo, el mentado personaje?... Más bien qué “no” dijo… sobre el Ejército, aprovechándose de la causa que instruye la ministro Rutherford… ¡Una sarta de inaceptables y gratuitas descalificaciones sobre la institución, sus mandos, sus integrantes, sus capacidades profesionales… entre otras atrocidades! 

Sobre el asunto, es muy probable que, quienes naturalmente debieran haber reaccionado, concluyeran que: “era mejor dejar pasar la ignominia y no “echarle leña al fuego”; total, este tipo de comentarios “así como vienen se van”; por lo mismo, es mejor ignorarlos; además, quienes no lo escucharon querrán enterarse de qué fue lo que se dijo, aumentando el daño que se quiso ocasionar al Ejército”.

¡Inaceptable actitud…del comentarista e inexplicable que no haya habido reacción alguna! 

Toda persona que conozca mínimamente nuestra historia sabe muy bien que la libertad, la paz y la seguridad que el país ha logrado a través del tiempo, se debe en gran medida a su Ejército, y de allí el respeto y el orgullo que siente por sus soldados, marinos, aviadores y carabineros.

Sin ser experta en asuntos comunicacionales esta pluma estima que son estas ofensas las que no se deben dejar pasar, en ninguna circunstancia, porque al no haber reacción se le termina perdiendo el respeto a la institución denostada, con todos los efectos que ello tiene y que conocemos muy bien, especialmente en estos difíciles tiempos.

El caso en comento es aún más grave porque el referido comentarista, que es bastante escuchado, en esta oportunidad, irresponsable y temerariamente se metió en “aguas muy profundas”; sabiendo que para sumergirse en ellas hay que tener los conocimientos mínimos y los respaldos necesarios para tamaña aventura.

Resulta inaceptable que un connotado periodista atrevidamente se permita aseverar: que el Ejército ha perdido su presencia territorial; que es una institución atrasada y burocratizada; que sus mandos, además de obesos, son “multimillonarios”; que el Juramento a la Bandera es un trámite sin respaldo conductual; y así, cuanto mis patrióticos parroquianos se puedan imaginar…

Es inaceptable que con toda ligereza un locuaz comentarista festine lo estratégico, lo táctico y lo operativo del Ejército…y nadie le reproche con energía su irresponsabilidad.

Para cualquier patriota, se trata de una… ¡Inaceptable actitud…!  ¡Actitud propia, sólo de un “Cucalón”! ese personaje que, durante la Guerra del Pacifico, los soldados -peyorativamente- identificaban con civiles que, por razones políticas aparecían como “representantes superiores” en la conducción de la guerra, y que, como no tenían los conocimientos mínimos en asuntos bélicos y militares, terminaban siendo un estorbo.

Por último, es importante aclarar a mis sorprendidos lectores que esta columna surge en forma extraordinaria porque resulta inaceptable dejar pasar la deplorable actitud de este nuevo “Cucalón”.

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