Cristián Labbé Galilea


Imposible abstraerse de la situación que afecta en estos días la imagen del Ejército, a raíz de la causa que instruye la ministro de la Corte Marcial Romy Rutherford, quien dispuso, entre otras diligencias, el procesamiento y la prisión preventiva del ex comandante en jefe Oscar Izurieta Ferrer por “malversación de fondos públicos y falsedad de documentos” (sic).

Imposible dejar pasar la atmosfera que se ha creado en torno a esta situación. Primero porque los medios de comunicación, los periodistas de farándula, los comentaristas de matinales y no pocos políticos, con toda desfachatez y mala intención, se han solazado agraviando al Ejército.

Luego, porque resulta imposible minimizar los efectos que el caso puede tener en la imagen de “honor y gloria” que el Ejército ha conquistado a través del tiempo, tanto en la paz como en la guerra. Tradicional prestigio del que dan cuenta las páginas de nuestra historia republicana, militar y política.

Menos es posible aceptar que, en forma irresponsable y gratuita, “el alma y el ser” del soldado chileno sea mancillada por una “caterva de ignorantes” que, en su vida, no han hecho otra cosa que profitar de la paz, el desarrollo y la seguridad que heredaron de esos soldados a los que hoy ofenden.

¡Nunca… ningún ciudadano honesto ha dudado del profesionalismo, la moral y la ética que distingue a los integrantes del Ejército de Chile!

Quienes imprudentemente disparan sus diatribas, desde sus confortables y privilegiadas “madrigueras”, debieran saber, que cuando se ofende a la “Institución Ejército”, se agravia a la patria y a su historia. ¡Actitud que, además de irresponsable… es cobarde!

Esos mismos “señores” que se atreven a “lapidar” la integridad militar, “no están libres de culpa” porque, entre muchos escándalos que los afectan directamente, ellos, con un obsceno doble estándar, han encubierto y minimizado: la destrucción, la violencia y el odio que ha campeado impunemente en nuestro país.

Esta pluma recalca, con mucha fuerza y convicción, a sus feligreses que el prestigio del Ejército no está en juego por la actuación de algunos de sus hombres, situación que además habría que analizar, una por una, en forma cuidadosa y responsable. ¡Una cosa es criticar a “un” miembro y otra… injuriar a “todos” sus integrantes!

Por último, resulta oportuno recordar a nuestros parroquianos que fueron soldados quienes le dieron independencia y libertad a nuestra nación; que fueron soldados quienes han evitado la guerra y garantizado la paz; que son soldados quienes, ante cualquier catástrofe, dejan a sus familias para ir a socorrer a sus compatriotas.

¡Ese es el Ejército al que se quiere mancillar!... ¡Ese es el Ejército que los chilenos admiran!… ¡Ese es el Ejército que ha mantenido la sensatez, la prudencia y tolerancia ante tanta injusticia e inquina!… ¡Ese es el Ejército que sufre al ver a muchos de sus veteranos morir en ilegales y vengativas prisiones!

¡Ese es el león que no ha querido despertar… ante el chillido de unos ratones fastidiosos!