Cristián Labbé Galilea
Compleja realidad política la que vive nuestro país. Nadie podría decir que esto es normal en un periodo preelectoral, porque no es normal intentar destituir al Presidente de la República, no es normal que los “golpes bajos” y las acusaciones “al voleo” sean la tónica de la relación entre los candidatos. Esas y otras conductas son el reflejo de una caótica situación, donde la política da señales de haber perdido el norte, donde no existe ni orden ni estado de derecho y donde el gobierno “brilla por su ausencia”.
Si lo anterior, a ojos vista, parece inconcebible, es lógico y normal que todo parroquiano inquieto se pregunte lo mismo que se preguntaba Segismundo en “La vida es sueño” (Calderón de la Barca, 1635) quien, viviendo en la oscuridad, en el mundo de las tinieblas, quería saber si lo que él veía era una realidad o nada más que un sueño.
Lamentablemente los hechos descritos son reales, a los que habría que sumar la situación en la Araucanía, la que da cuenta de una inexplicable ingenuidad gubernamental más que de un sueño sensato. Pensar que decretando estado de excepción constitucional en las regiones del Biobío y La Araucanía se podrá reestablecer el orden, la soberanía y el estado de derecho en la zona… es delirante.
Son muchos los años en los que allí ha campeado la anarquía, el narcoterrorismo y la violencia, para suponer que en 15 días (prorrogables por otro periodo igual) se va a volver a la normalidad.
Por lo mismo, es válido preguntarse si las Fuerzas Armadas concurren al llamado de la autoridad con un plan operativo que garantice el éxito de la misión, o simplemente la decisión terminará siendo… más que un fiasco, un boomerang político.
La carta que ha jugado el gobierno es peligrosa, porque si no se logra el control total de la zona (incluido Temocuicui), si no se recuperan los terrenos ocupados, si no se detiene a los cabecillas de la insurgencia, si no se le pone “coto” a la CAM y a todas las organizaciones narcoterroristas de la región… la situación se pondrá más grave e incontrolable por la frustración, decepción e indignación de los habitantes de la región, y porque los subversivos tendrán motivo para “alimentar” sus intenciones autonómicas.
A pocas horas de anunciada la medida, los narcoterroristas respondieron al desafío quemando una decena de máquinas en Traiguén, y en el Biobío (Tirúa) hicieron lo propio quemando iglesias. Desafiante actitud… más que sumergirse, los insurgentes prefirieron la provocación.
En suma, la situación nos advierte que lo que estamos viviendo no es el sueño de Segismundo sino “la pura y santa realidad” y que hay que estar alerta porque queda mucho por ver. Vienen días muy complejos, y se hace necesario entonces “cruzar el umbral de la preocupación” pasando a ser parte de “la causa”, cuyos pilares hicieron grande a este país: la libertad, el orden, la justicia justa, la propiedad y el desarrollo económico social.
.