Cristián Labbé Galilea


El “tsunami” talibán en Afganistán y el terremoto en Haití son razones suficientes para analizar nuestra contingencia, e imaginarnos el tsunami que podría ser la Convención Constituyente si sigue el derrotero que ha tomado, y el terremoto que podría generar si persiste en demoler el ordenamiento institucional.

Las alertas son numerosas: negacionismo de símbolos patrios, violación de ritos republicanos, trastorno en sus funciones, asignación de beneficios, vetos políticos, indultos a delincuentes… todas de la mayor gravedad; sin embargo, parecieran ser una “bicoca” cuando pensamos que lo que se quiere es transformarnos en… “Estado Plurinacional”.

Distraídos por la chimuchina y los embrollos de sala, los políticos, los opinologos, el mundo académico, las instituciones, la sociedad civil y, en general, la gran mayoría, presta poca atención a la amenaza que representa esta iniciativa.

Definir a nuestro país como un Estado Plurinacional significa, entre otras cosas, borrar de una plumada nuestra historia institucional, para dejar de ser la República que somos y ser un simple Estado compuesto por varias naciones.

Lo grave de ello es que representa la negación de una de nuestras características fundamentales, el ser… “un solo país y una sola nación”, que ha acrisolado a través del tiempo, pueblos originarios, colonos, criollos, mestizos, migrantes, de cuya solida fusión surge: “el roto chileno”, el pije, el medio pelo, el siútico, el choro, el verdejo… todos personajes que, generación tras generación, con su esfuerzo y sacrificio, han dado vida a … “la nación chilena”, única e indivisible.

Están equivocados quienes creen que esta definición se trata solo de un problema semántico, y que frente a otras iniciativas constitucionales ésta no tendría mayores repercusiones… ¡Que hay que defenderla, obvio!... ¡Pero si es preciso transar… se transa!

Aclaremos… Ser un Estado Plurinacional significa cambiar el concepto de República por el de Estado, y el de “nación única”, por el de “varias naciones”, a las que, además, se les otorgan derechos constitucionales especiales como: libre determinación interna, autonomías en sus territorios, definición de símbolos y ritos propios, representación política especial (escaños reservados en el Congreso) … entre muchas otras, que incluso afectan la igualdad ante la Justicia.

Si algún contertulio intenta llevar lo anterior a situaciones prácticas, puede llegar fácilmente al paroxismo… ¿Será la misma bandera, le agregarán más estrellas o más colores? ¿Tendremos un himno nacional común o uno plurinacional?  ¿Tendremos una selección nacional o varias? ¿Seremos ciudadanos chilenos o ciudadanos plurinacionales? ¿Cuál será nuestro baile nacional, la cueca o el guillatún? ... ¡No es broma… es una locura!

Preocupada esta pluma por el devenir de los tiempos, cierra estas líneas con la siguiente convicción: convertirnos en un estado Plurinacional es una “bofetada a la historia” que obliga a salir del letargo y a ponerse de pie. Este agravio no puede prosperar… son muchas las generaciones de hombres y mujeres, civiles y militares, conocidos y desconocidos, quienes lograron que, sin ser “la copia feliz del edén”, ésta sea una nación que no le da la espalda a su historia.

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