Cristián Labbé Galilea
Cada vez son más las voces que se alzan para advertir sobre la delicada situación que enfrenta nuestro país y sobre sus consecuencias; sin embargo, pareciera que la mayoría está convencida que, si bien las cosas no son del todo halagüeñas, no todo es negativo.
Es frecuente escuchar a quienes creen que se sortearan las dificultades y se volverá a una razonable normalidad… no igual a la pasada, pero sí acorde a los tiempos.
Razonamiento que tiene cierta lógica, pues la mente humana no está preparada para creer -ni menos asumir- aquello que no ha experimentado, por más que se le advierta con argumentos contundentes.
Predomina el… ¡ver para creer! y la idea que al final operará la sensatez… ¡la situación no es tan desastrosa!
Imposible no relacionar esta actitud con el “Mito de Casandra”, de la mitología griega... donde Apolo le promete a la joven el don de la profecía si se entrega a él. Ella aceptó, pero una vez que tuvo el don de la profecía se negó a cumplir su parte del trato. Ante esto, Apolo le escupió en la boca y le retiró el don de convencer, por lo que, a partir de ese momento, aunque ella dijera lo que dijera, nadie le creería.
Algo parecido ocurre en nuestra realidad…
Se nos advierte que vienen días de gran inestabilidad, que lo más probable es que el giro a la izquierda sea radical, que el orden institucional sufrirá cambios sustanciales que afectarán la libertad, el estado de derecho, la justicia, etc., que la idea de un Estado Plurinacional trastocará sustantivamente nuestro ordenamiento republicano, sus símbolos y su historia…
En economía, voces al estilo Casandra advierten que “la realidad de abundancia” que se vive en el mercado interno es ficticia, y que tarde o temprano habrá que pagarla. Se están gastando las reservas, la plata corre a raudales entre bonos, IFE y demases, nadie quiere trabajar, cae la inversión en la industria, en el campo, etc... Casandra diría que la situación es insostenible.
Los augurios sociales no son mejores: la pobreza que en el último tiempo había sido reducida, se ha disparado a cifras alarmantes; de la salud, fuera del manejo de la crisis sanitaría, mejor ni hablar, el nivel al que caen las otras prestaciones del sector es impresionante; los pronósticos en educación son aún más preocupantes; los niños y los adultos mayores que iban a ser los primeros en la lista… están invisibilizados.
Así las cosas, son muchas las áreas desde donde surgen voces que, si bien no son Casandra, alertan sobre un difícil porvenir. Sin embargo, a quienes debieran estar advirtiendo sobre lo que se viene, los dirigentes políticos, gremiales… ya nadie les cree, y la mayoría que por lógica debiera reaccionar prefiere, al igual que la Rana de la fábula, convencerse que nada tan malo puede suceder… aunque perciban que los están cocinando a fuego lento…
La pregunta que surge es… ¿Cómo convencer a la Rana… que le crea a Casandra?
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