Cristián Labbé Galilea
Es difícil asumir, en estos días que festejan nuestros primeros gritos de libertad e independencia y recuerdan los frágiles pasos dados para gobernarnos autónomamente, que esa misma nación, después de dos siglos de emancipación, no perciba la gravedad que significa el verse hoy confinada, restringida, controlada y vigilada… al mejor estilo estalinista.
No se trata de una actitud conspirativa en contra de la autoridad, ni de desconocer la amenaza de la pandemia; se trata simplemente de llamar la atención sobre la poca conciencia que se tiene de hasta donde han llegado las restricciones impuestas a la comunidad, las que son más propias de un régimen totalitario que reglamenta los desplazamientos, las reuniones, las normas de convivencia, en definitiva… la vida.
Imposible no relacionar lo que estamos viviendo con lo que anticipó la novela “1984” de George Orwell (1949), donde el autor relata la conspiración que ocurre en “Oceanía”, un país dominado por un autoritario gobierno, el del “hermano mayor”, que mantiene bajo constante vigilancia a sus ciudadanos con “el propósito superior” de controlar el orden. En esta relación con la novela de Orwell lo importante es considerar que, cuando se gobierna al margen de los principios básicos de la libertad y la justicia, se tienen consecuencias devastadoras, al punto que se destruyen en toda persona sus sueños y sus pensamientos, y por supuesto, su capacidad de cuestionar, de criticar y de pensar. En definitiva… su libertad.
Tal es el caso de las medidas anunciadas por la autoridad, en el sentido de que ha asumido la facultad de inspeccionar e ingresar a hogares particulares sin orden judicial, para verificar que no se estén transgrediendo las normas establecidas por el “Gran Hermano”. Cabe preguntarse si no estamos frente a una flagrante violación a la propiedad privada y a una versión actualizada del “Diario de Ana Frank”, relato que da cuenta de cómo unos vecinos -de quienes nunca se supo sus nombres- delatan a las ocho personas escondidas en "la casa de atrás" de los Frank, confirmando el delirio al que se puede llegar cuando se quiere controlar a una sociedad…. Nada muy distinto a lo que podríamos vivir en estos días.
No es discutible que la libertad importa riesgos e impone normas de respeto y responsabilidad, pero definitivamente es más segura que la prohibición y la interdicción. Baste, con respecto a la pandemia, verificar que en Suecia (país campeón de las libertades) la estrategia de no imponer normas extremadamente restrictivas, ha dado como resultado tasas de infección y letalidad mucho más bajas que otros países de Europa y el mundo.
No somos nórdicos, pero en estos días de libertad e independencia, podemos advertir que “hay otros caminos” a la esclavitud del hermano mayor o las privaciones de Ana Frank. Solo habría que asumir que la libertad nos obliga a ser responsables, lo que haría innecesarios los pasaportes, los salvoconductos, las prohibiciones y las fiscalizaciones propias de un régimen estalinista…
Lamentablemente en nuestra realidad no son pocos los incautos que a pesar de estar atados a cadenas extremadamente restrictivas… todavía creen que son libres.
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