Cristián Labbé Galilea


Criticar a los políticos ha sido una práctica históricamente recurrente, y las razones sobran: politiquería, demagogia, corrupción y una larga lista de frustraciones del ciudadano común. Pero, para ser ecuánimes, hay que decir que, así como unos pocos se salvan de esa evaluación, también hay contradictorios momentos en que esa “maldición” se agudiza.

El desbarajuste politico que estamos viviendo en la actualidad es un buen ejemplo. ¿Quién puede entender las divisiones, maquinaciones e intrigas, incluso personales, que se viven al interior de las diferentes coaliciones políticas? ¿Desde cuándo oposición es sinónimo de obstrucción? ¿Alguien puede entender que los parlamentarios de gobierno sean los que se opongan a las iniciativas oficialistas?

Dirán que son leseras o boberías que una mediática alcaldesa regañe a gritos a su Intendente, que un alcalde saque la foto del Presidente de su despacho, que un alto ejecutivo del senado “se arranque” a degustar un porteño mariscal… Claro que son gansadas, pero en ellas está “la cola del diablo” y son -por nombrar algunas- señales nítidas de lo descompuesto que está el ambiente político.

Mayor trascendencia tienen los desvaríos de los poderes del estado: el Ejecutivo no solo no cumple con sus electores sino que da señales claras de haber perdido su capacidad de gobernar; por su parte el Parlamento, en su desvinculación con la realidad, da muestras de una ignorancia peligrosa y de una capacidad e idoneidad vergonzosas; tampoco se salva el Poder Judicial, que, a raíz del nombramiento de un nuevo integrante de la Corte Suprema, trasluce una dudosa independencia, pues está al arbitrio de oscuras influencias y siniestros cuoteos políticos.

Las preguntas que surgen de inmediato son… ¿cómo hemos llegado hasta aquí?, y ¿hasta dónde vamos a llegar?

Hemos llegado hasta aquí porque nuestros políticos, faltos de categoría intelectual, han transitado ingenuamente los caminos de lo “políticamente correcto” abandonado los principios que dijeron representar y traicionando temerosamente los valores e ideas de “la sociedad libre”, derrotero que con mucho esfuerzo y sacrificio había sacado al país de la mediocridad, la intolerancia y la pobreza, para colocarlo en una situación donde la libertad, el orden, la seguridad, la justicia, la propiedad y el desarrollo social, eran respetados y vividos.

¿Hasta dónde vamos a llegar?... ¡Chi lo sá! Sin embargo, pareciera que llegamos a un “punto de no retorno”, a partir del cual la opinión pública tiene que empezar a salir de ese letargo y ese marasmo en el que todo le daba más o menos lo mismo porque no se había complicado en demasía su existencia, pero hoy las cosas han cambiado: al ver nubes negras del horizonte la gente entiende que lo correcto es luchar por las ideas propias y no buscar ganar con ideas ajenas….

Un sabio contertulio me enseñó en estos lluviosos días que, por muy negras que se vean las nubes, siempre traen aguas limpias; que no hay que desesperarse porque, cuanto más kafkiana parece la pesadilla, más cerca estamos de despertar.

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