Cristián Labbé Galilea
Éramos los jaguares de América Latina y nos creímos el cuento. Sin embargo, hoy nuestra realidad es distinta, tenemos una percepción más bien negativa de lo que pasa en nuestro país… Bastaron dos “zamarrones”, uno nacional (18 de octubre) y uno internacional (Covid19) para que el “velamen de grandeza” con que navegábamos por “los mares del progreso” se nos viniera abajo.
En ese andar del exitismo a la decepción, además de la realidad, han incidido otros factores como: el confinamiento, el temor al contagio, la inestabilidad laboral, la inseguridad, etcétera… pero lo que más ha afectado es la pérdida de confianza en “el capitán del buque y su novel tripulación”.
Muchos golpes de timón, muchas medidas aisladas, muchos errores no forzados, muchas sobreexposiciones, fueron dando cuenta de un equipo poco afiatado que hizo que los pasajeros de este crucero fueran perdiendo progresivamente la confianza en la tripulación y su capitán.
Demás está decir que, si en momentos de turbulencia se desconfía del timonel, la cosa se pone complicada y nada bueno puede pasar… empiezan a soplar los vientos de motín y los temores de zozobra…
¿A dónde nos van a llevar estos señores? ¿Cuál es el precio a pagar por la altanería de quienes creyeron en cantos de sirenas y no siguieron la carta de navegación comprometida, traicionando a quienes los pusieron al mando del navío?
¡La inquietud no es menor!... Sin embargo, esta optimista pluma piensa que no todo está perdido, hay muchas cosas que se han hecho bien y el potencial de éxito es alto, porque la estructura político institucional de “la gabarra” en la que estamos embarcados es aún sólida, y aguanta todavía las medidas necesarias para sortear la tormenta y llevarnos a buen puerto; pero para ello se requiere que su tripulación actúe con: decisión, firmeza y claridad de objetivos, es decir… que corrija el rumbo.
Quien tiene que hacerlo es el gobierno, desde el capitán hasta el último marinero. Si quieren recuperar la confianza perdida, deben dar señales claras y coherentes sobre cuáles son sus prioridades estratégicas, y actuar en consecuencia…, lo que los obliga a renunciar a toda conducta pusilánime y reactiva. Es imperativo que el gobierno cumpla sus compromisos, honre la palabra empeñada y sea coherente con los principios que lo llevaron al poder.
Son muchos los decepcionados por la debilidad de la autoridad, los que han sentido el amargo sabor de la traición, los que han sufrido brutal discriminación, los que han sido objeto de vergonzosas injusticias y los que han sido inexcusablemente postergados…. Son muchas las averías por donde entró la desconfianza… pero hay que repararlas en forma urgente si no se quiere zozobrar.
Los que aun creemos en un futuro de bienestar, estabilidad, orden y progreso, tenemos la esperanza de que las autoridades, partiendo por el capitán, se hagan cargo de la desilusión que reina a bordo de este “maravilloso bergantín” que espera ser reconocido nuevamente como “jaguar”, y no como “gato de conventillo”.
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