Por Camilo Cammás Brangier
Abogado, analista legislativo
Director Fundación Voz Nacional
La nueva constitución la vamos a escribir entre “todos, todas, todes, todxs y tod@s”, juntos como hermanos, en lenguaje inclusivo y con “perspectiva de género”, laica y “no sexista”. Será la “casa común”, una constitución progresista y feminista (o no será), que nos lleve a ser un país donde se aprecie la “riqueza de la diversidad” y que sea más inclusivo, equitativo, igualitario, plurinacional, multicultural y todas esas otras sandeces que repite el progresismo… justo lo que necesitamos ¿cómo no se nos había ocurrido antes? Todos nuestros problemas quedarán resueltos.
Para empezar, decir que “la escribiremos entre todos” es un insulto a la inteligencia de la gente, pues sabemos que en su elaboración no participarán ni la señora Juanita ni don Lucho. Por el contrario, en muchos casos los partidos reciclarán a viejos dinosaurios políticos que llevan algún tiempo fuera de escena, presentarán algunos académicos de extrema izquierda cuyo sueño es eliminar el derecho de propiedad o, en su defecto, dejarlo reducido a su mínima expresión y postularán algunos “rostros nuevos”, provenientes del activismo más recalcitrante originado cuando “Chile despertó”.
Por otro lado, para saber lo que podemos esperar de todo este proceso, debemos analizar quienes son los que lo impulsan, controlan y dirigen. Moviendo los hilos tras bambalinas tenemos a un variopinto repertorio compuesto por Naciones Unidas y sus agencias, pasando por el Partido Comunista, el Frente Amplio, otros grupúsculos de extrema izquierda y el resto de la oposición. También podemos encontrar a las “colectivas” feministas junto con sus sus “aliades”, a los “abecedario”, a los orcos, simios y humanoides de “plaza disnidah” y alguna que otra influyente secta secreta… o “discreta”. Es resumen, a lo más tóxico y decadente de la sociedad. Tampoco se debe olvidar que, a la distancia, este proceso ha sido alabado por Nicolás Maduro y su régimen, cuya influencia en todo esto no se debe subestimar, pues nos han enviado las “brisas bolivarianas”.
Todo este embrollo no sería posible sin la colaboración de los quintacolumnistas que se encuentran en el oficialismo, tanto en el parlamento como en el ejecutivo, quienes, a pesar de todas las advertencias y teniendo el quórum para evitarlo, regalaron la actual constitución al aceptar “a punta de pistola” un pseudo “acuerdo por la paz” que implicó reformar el capítulo XV de la constitución vigente, con el fin de poder celebrar el dichoso plebiscito.
En fin, ya estamos metidos en un zapato este chino y tenemos que ver como salimos. Ante esta situación, muchos de quienes votarán “rechazo” no tienen del todo claro cuál es la mejor opción respecto de que hacer con la segunda papeleta. Respecto de esto, lo primero que debemos decir es que ésta sólo se activa en caso de ganar la opción “apruebo”.
Dicho lo anterior y sin pretender decir que opción tomar, veamos lo que implica cada una:
En primer lugar, tenemos a los puristas que van a votar rechazo y anular la segunda papeleta, pues creen que no corresponde pronunciarse sobre la modalidad si se está rechazando la idea, por motivos de consecuencia personal. En segundo lugar tenemos a quienes tienen un “plan B” en caso de que la opción apruebo sea la ganadora. Algunos prefieren la “Convención Constitucional Mixta”, cuya composición corresponde a mitad parlamentarios y mitad ciudadanos elegidos y otros prefieren la “Convención Constituyente”, compuesta en su totalidad por rostros nuevos, es decir, sin parlamentarios, existiendo la posibilidad de que nuevos partidos de derecha obtengan constituyentes que defiendan mejor las ideas y principios del sector.
Sólo diré que pensar que si la constitución es elaborada por un 50% por parlamentarios sería el mal menor es una ilusión. No debe olvidarse que estos mismos parlamentarios del oficialismo fueron los que nos metieron en este lío ¿Cree usted que no van a ceder y conceder todo, tal como lo hicieron en el debate del capítulo XV? Tampoco se debe olvidar que una buena parte de ellos comulga con las ideas del progresismo.
La decisión de que modalidad elegir depende de usted, luego de barajar sus implicancias y consecuencias. Personalmente me encuentro “en reflexión”, sobre si votar rechazo y nulo o rechazo y Convención Constituyente. Lo que tengo claro es que no votaré mixta, pues no dejaré la solución en manos de quienes, en primer lugar, nos metieron en este problema.
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