12 de diciembre, 2019

 

 

 

Fernanda García
Abogado, académica UDD


 Allí donde al principio existió empatía e identificación con el movimiento social, existe cada vez con mayor claridad en vastos segmentos de la población el convencimiento de que la democracia tiene acérrimos y poderosos enemigos, y que necesita ser defendida.


Los impulsores de una revolución social rara vez pueden prever, ni menos aún controlar, las consecuencias de sus acciones gatillantes. Al agitar masas con una finalidad política, los revolucionarios exitosos consiguen el efecto inmediato querido, esto es, un levantamiento popular más o menos extendido acompañado de un mayor o menor quiebre institucional. No pueden, sin embargo, anticipar cuáles serán los reales y más profundos efectos de sus acciones, las capas del tejido social que serán removidas por sus actos o, para utilizar una expresión que se ha escuchado mucho en las últimas semanas, saber qué grupos sociales serán “despertados” con la arremetida revolucionaria.

En este sentido, los eventos ocurridos en Chile a partir de octubre de 2019 no han dejado a nadie indiferente, qué duda cabe. Pero el efecto movilizador del discurso anti sistema y de los gravísimos y reiterados hechos de violencia que han tenido lugar en nuestro país han generado mucho más que una toma de conciencia colectiva sobre la desigualdad existente en nuestra sociedad. Allí donde al principio existió empatía e identificación con el movimiento social, existe cada vez con mayor claridad en vastos segmentos de la población el convencimiento de que la democracia tiene acérrimos y poderosos enemigos, y que necesita ser defendida.

Millares de personas se han comunicado y organizado en grupos de discusión de muy variada índole, valiéndose para estos efectos de las herramientas que ofrece internet. Profesionales, dueñas de casa, ex compañeros de trabajo o estudios, trabajadores, ¡amigos con los que no se conversaba hacía años! Todos conmovidos por la percepción más o menos consciente de que su agenda país no es la misma que la de los revolucionarios que se atribuyen la conducción del moviemiento social.

Más allá del análisis de las causas concretas de las movilizaciones sociales y de la violencia que han tenido lugar, es claro que se ha instalado en Chile un discurso de ataque y crítica implacable al modelo económico neoliberal, como asimismo a la Constitución de 1980 en cuanto estuructura jurídica o andamiaje que le daría sustento a dicho modelo.  Ante esto, son muchos los que han entendido que la grave situación por la que atraviesa el país, reclama y justifica la necesidad de reivindicar el concepto y los fundamentos del neoliberalismo y del estado de derecho democrático. Las imágenes del feroz adoctrinamiento y utilización de niños y jovenes en la “lucha marxista” nos obligan a despertar.

¿Qué significa y qué implica un modelo neoliberal vs un modelo colectivista? ¿Qué es una Constitución y un Estado de Derecho? ¿Qué es la democracia y qué es el totalitarismo o el populismo, más allá de los slogans y las simplificaciones que abudan en los medios? ¿Puede realmente llamarse democracia a regímenes como Cuba y Venezuela? ¿Quiénes pueden violar los derechos humanos, solo militares y agentes del estado o también terroristas? Que a alguien le priven de su posibilidad de trabajar, ¿puede ser considerado un atentado contra sus derechos humanos?

¡Sí, Chile despertó! Despertó del silencio, la indiferencia y el adormecimiento al que el ser humano se acostumbra en tiempos de paz. Los chilenos se dan cada vez más cuenta que las preguntas anteriores son válidas, y que el discurso democrático no se agota en hablar en contra de la dictadura de Pinochet y que la izquierda no tiene –ni merece tampoco, por cierto- el monopolio de la legitimidad del discurso sobre derechos humanos.

Los chilenos, en consecuencia, han despertado y se organizan a través de grupos intermedios, y no solo frente a la desigualdad. Se trata, sobre todo, de exigir coherencia a los distintos actores sociales, principalmente a los políticos y a los medios de comunicación, y que expresen clara e inequívocamente sus adhesiones o rechazos a distintos modelos de sociedad. ¿Puede alguien, al mismo tiempo, y de manera coherente, ser democrático y comunista, contrario al neoliberalismo y vivir en una casa grande en La Dehesa o Vitacura, o almorzar en Zapalllar y viajar en business? ¿Puede una feminista real negarle el derecho de adherir al feminismo a las carabineras?

Creemos que cualquiera sea el tipo de sociedad o camino que Chile decida seguir, ello debe ser fruto de la reflexión consciente e informada de los chilenos, y no de la confusión o de la manipulación de ideologías que esconden su verdadera identidad. ¡Hemos despertado!  

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/fernanda-garcia-la-revolucion-de-octubre-quien-desperto-realmente/

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