Por Remigio Pardo
Independientemente de la época en que vivamos, el engaño es una práctica habitual y siempre ha estado presente en las democracias representativas. Hemos sido testigos de cómo un engaño edulcorado se viste de promesas políticas.
En las democracias, los partidos políticos son las entidades que de acuerdo a sus principios e ideologías van tras hacerse del poder. Los partidos políticos son quienes generan líderes para, a través de ellos, lograr el poder. Siendo esta una competencia que se vale de muchos instrumentos para llegar a la meta, primero el preferir a este o aquel candidato, el que con un determinado relato o promesa, más la difusión de propaganda política, sea apto para encantar al votante.
Los políticos son como actores, donde cada cual interpreta un papel; un rol con el que hacen promesas y proponen soluciones, o sea desarrollan una "mise en scene" o una verdadera coreografía, sostenida en proyectos y sueños.
Esta coreografía es parte de la mascarada y el guion, es el relato con que se capta adherentes y cuya caja de resonancia son los medios de comunicación.
Al circunscribirnos particularmente a los políticos, de ellos existe una afirmación muy frecuente que señala que siempre mienten, y mienten con engaños, falsas promesas, con ocultación de información, tergiversación o secretismo. Serían estos, parte de los instrumentos de convencimiento y manipulación que han estado presentes desde siempre, los que la opinión pública relaciona con los políticos, tildándolos de mentirosos compulsivos.
Son estos engaños, mentiras o mascaradas que la izquierda hacen suyos, como en el "miente, miente que algo queda" frase popular que indica que si alguien miente de manera persistente y reiterada, finalmente esto será creído y algo quedará.
Bajando la mirada y centrándonos en nuestro país, donde a la ciudadanía se le han realizado muchas promesas y propuestas, donde el engaño ha sido persistente y reiterado, se ha prometido un futuro venturoso, algo parecido a "la alegría ya viene", o el slogan de Boric que prometía "para vivir mejor", pero que hoy al ver los resultados está "todo peor"; la violencia presente en todos los rincones, la migración esta descontrolada, el país sufre un bajo crecimiento, la inflación se hace insostenible, una deuda fiscal gigantesca y, finalizando el periodo, dejan como herencia solo deudas.
Este es un gobierno irresponsable, con muy escaso margen de maniobra; donde las promesas realizadas a la ciudadanía no se han cumplido. Es cuando a poco de terminar su mandato, el gobierno, como se dice popularmente, está "tirando toda la carne a la parrilla", y eso al costo que sea. Con las técnicas de un prestidigitador, pretende sacar adelante cualquier proyecto populista con la finalidad de controlar el desprestigio de su gestión, bajando las exigencias en educación, bajando las horas de trabajo, subiendo el sueldo mínimo o subiendo la PGU. Hacen acuerdos ilusos, convenios engañosos para lograr una reforma de pensiones, que entreabre un forado en los fondos personales, que destina un porcentaje de los fondos del trabajador al reparto, de allí crea una cuenta "nocional", procediendo a lograr un oscuro acuerdo con aquella derecha gobiernista, un acuerdo que soterra los principios de la libertad y la propiedad privada, obligando a los afiliados a prestar parte de su renta a largo plazo, y con la promesa de una devolución muy ambigua.
Cuando la izquierda engaña al país con la concomitancia de una derecha sin principios, entonces es el comienzo del fin de nuestras libertades.
Estos acuerdos son inexplicables, sobre todo cuando la izquierda y la derecha tienen dos proyectos y principios diametralmente opuestos. Son dos corrientes políticas con principios y fines claramente contrarios, que en síntesis, buscan proyectos muy disimiles. La izquierda busca la dictadura del proletariado, la igualdad de las minorías segregadas, un estado gigantesco y opresor que controle todo y la derecha busca un país con igualdad de oportunidades, libertad de comercio y de emprendimiento, libertad de enseñanza y culto, libertad de comercio y un estado pequeño y eficiente.
O sea, son como el agua con el aceite. Son visiones muy distintas y con principios muy opuestos, es entonces cuando cualquier acuerdo es un engaño falaz y una traición inexplicable.
Cuando hay en un conflicto entre países, aquel que entrega los principios es un traidor, en una relación de pareja el que engaña, es aquel que falta a sus promesas y en una religión si alguien opta por otro credo es un hereje.
Aquellos que no respetan los principios por los cuales fueron elegidos no merecen el apoyo de sus electores, pues ellos exigen que se cumpla lo que se les ha prometido.
Y ese es justamente el problema de Boric, con el sector que lo apoya, su ideología extrema y su alianza con el PC, que le exigen que cumpla su programa o su mamarracho y, para cumplirlo, necesita mucho más que a su sector; necesita negociar y para negociar está la derecha colaboracionista, la derecha débil, convencible y violable.
Es cuando uno debe meditar en frases que han realizado políticos de izquierda, como Bachelet, cuando afirma que "poco a poco se debe ir corriendo el cerco" o cuando Boric afirma que "está mal pelado el chancho" estas afirmaciones denotan que el avance hacia sus objetivos ideológicos continuarán...y sus objetivos poco a poco los han ido cumpliendo.
Es como el cuento de la rana, que estando en una fuente con agua fría y que poco a poco se le va calentando el agua, hasta que muere, sin llegar a darse cuenta que el agua había hervido. Lo mismo pasa con nosotros, porque la izquierda, en base a engaños, poco a poco va corriendo el cerco hasta que terminemos convertidos en otro país, en un país con un solo líder supremo, similar a Cuba, Nicaragua o Venezuela. Esa es la dirección, hacia allá nos encaminan, hacia ese triángulo de pesadilla que debemos combatir en democracia, con impenetrables valores y principios en los que nuestro horizonte sea la libertad y la soberanía.
No permitamos que los “cuenta cuentos”, otra vez nos cuenten el “Cuento del Tío".
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