Fabiola Riesco S
Magister en Gestión Educacional
MBA en Gerencia Educacional
Magister en Filosofía Aplicada
La creciente preocupación global por el uso excesivo de dispositivos electrónicos, especialmente en niños y adolescentes, es innegable. Numerosas investigaciones, respaldadas por expertos en Educación como Catherine Lécuyere, sociedades pediátricas como la Academia Americana de Pediatría y la Canadiense, han evidenciado y advertido de las consecuencias negativas en el neuro desarrollo en los primeros años de vida, la salud mental y física que tiene la sobreexposición a pantallas principalmente en niños, adolescentes y jóvenes. La omnipresencia de dispositivos electrónicos que invaden nuestra vida, nos llama a la reflexión respecto de cómo darle el lugar y tiempo debido, sobre todo en lo que respecta a la educación y formación saludable de la población de nuestros niños y jóvenes.
Ante esta realidad, muchos países han implementado medidas drásticas en el ámbito educativo, como restringir o prohibir el uso de smartphones en las aulas y exigir a las compañías de comunicaciones ciertos filtros. Asimismo, padres, escuelas, municipios, Países en todo el mundo conscientes del riesgo, optan por limitar el acceso de sus hijos a dispositivos móviles, proporcionando solo móviles de llamada para emergencias a sus hijos y monitoreando el consumo de contenidos digitales en casa y escuela. No usan smartphone antes de los 18 años. Suelen ser familias con nivel educacional alto. Estas acciones demuestran la necesidad de regular incluso legalmente el uso de tecnología en las nuevas generaciones, cuestión ya en tabla en países desarrollados. El perjuicio siempre es mayor en los niveles más vulnerables de la sociedad.
Entre los efectos perjudiciales del uso excesivo de pantallas destacan la disminución de la capacidad de atención, el aumento de la impulsividad, fobias sociales, depresión, disminución del vocabulario y comprensión lectora, baja general en el desempeño escolar y la adicción a internet. Podemos agregar el riesgo de contenidos que falsean la realidad o promueven conductas de riesgo como la pornografía o la violencia. La estimulación constante, la sobrexposición de la vida personal, y la inmediatez de respuesta que ofrecen las aplicaciones dificultan la concentración y atención en tareas que requieren esfuerzo cognitivo sostenido, como resolver problemas matemáticos complejos, analizar textos extensos, perseverar en cualquier actividad.
Los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo cognitivo y social. Los niños requieren de experiencias concretas donde se ponen en juego todos los sentidos. Es la forma de hacerse del mundo y comenzar a comprenderlo. El uso de dispositivos en dos dimensiones obstaculiza el neuro desarrollo, ya que sustituye experiencias reales directas en el espacio tiempo, por estímulos virtuales en dos dimensiones. De los 0 a los 2 años los niños no deben exponerse a pantallas, de ahí en adelante se puede en tiempo cortos y con monitoreo parental o docente, según los estudios pediátricos.
En la infancia y adolescencia, además de los perjuicios en el neuro desarrollo y cognitivos, el abuso y mal uso de la tecnología pueden conllevar al aislamiento social, obesidad, y a conductas adictivas importantes que perjudican el aprendizaje, y la experiencia vital en general. Estas conductas adictivas tienen el nombre de CAÍ “Comportamiento adictivo a Internet”. En la Asociación española de pediatría de atención Primaria, en un artículo acerca de “Adicción a pantallas” , M.ª Angustias Salmerón Ruiz, Pediatra de la Unidad de adolescencia del Hospital Ruber Internacional de Madrid, nos ilustra con la definición. “Para que exista CAI es necesario la presencia de psicopatología. Por tanto, hay que diferenciar el uso del abuso y la adicción. El uso y el abuso es un concepto de tiempo, que en este caso la Sociedad Canadiense de Pediatría, marca un tiempo máximo recomendado según edad.” En el mismo artículo se pueden verificar indicadores respecto a estos comportamientos, que nos sorprenderían. Nuestros niños y jóvenes pasan cerca de 6 horas en frente de pantallas, que ya son incontrolables, lo que es altamente preocupante. Mientras en países como Argentina lee por disfrute el 70% de la población en el nuestro solo el 7%. Es decir nuestro País ha desplazado una actividad relevante en la población por otra que no la beneficia en un aprendizaje esencial para llevar adelante una vida más plena. Esto tiene graves consecuencias sociales, ya que en este mundo complejo y tecnificado la masa de jóvenes calificados debe ser alta para superar el subdesarrollo y generar bienestar. Y ese desarrollo pese a ser muy fuerte en el componente tecnológico, requiere de la base que dan las humanidades. No se puede generar la comprensión de textos tecnológicos, o negociar nada en un mundo global sin tener la capacidad de comprender textos complejos.
Es común que los adultos opten por dejar a los niños solos frente a una pantalla, ya sea en el ámbito doméstico, escolar o universitario, creyendo que la tecnología puede suplir la presencia de la guía de padres o docentes, y que se está aprendiendo algo bueno. Sin embargo, la evidencia indica que sin establecer límites y fines determinados, la tecnología puede ser poco beneficiosa o derechamente perjudicial en todo ámbito existencial. Los estudios de la última prueba PISA informan, que en el promedio de países, el 65 % de estudiantes reconoció estar “distraídos” por usar teléfonos o dispositivos digitales y el 45 % sentirse "nerviosos". ¿Afecta el uso de móviles al aprendizaje en el aula? El informe PISA dice que sí. “La Vanguardia.com CARINA FARRERAS, LORENA FERRO BARCELONA, 05/12/2023”.
“Cuando un niño está frente a una pantalla interactiva, el nivel de dopamina que secreta el cerebro es equivalente a un shot de heroína. Por eso el niño queda viciado”, explicó Carolina Stephens, Máster en Educación en Harvard, en entrevista en radio Bio Bio.
Al igual que no entregaríamos un cuchillo a un niño sin antes enseñarle a usarlo de manera segura, no debemos entregarles dispositivos tecnológicos sin establecer límites y proporcionar un uso adecuado, tanto en contenido como en tiempo. La inteligencia artificial, una tecnología en constante evolución, plantea nuevos desafíos en este sentido. Es fundamental que los adultos se responsabilicen de guiar a los niños y jóvenes en el uso de estas herramientas y que promuevan una vida más en off, propiciando y modelando otros hábitos saludables, como la lectura, ir a pasear a una plaza, visitar lugares o museos interesantes, escuchar música, tocar instrumentos, jugar, conversar, practicar deportes, y hasta saber aburrirse.
Las escuelas tienen un papel crucial en la promoción de un uso pedagógico claro y responsable de la tecnología. Los docentes deben ser autoridades en sus propias materias para transferir por medio de la palabra, el texto y el escrito los grandes saberes y valores que ha alcanzado y cultivado la humanidad, y estar capacitados para integrar las tecnologías de manera apropiada en sus clases, priorizando la calidad del aprendizaje tanto en contenido como en tiempo. Una experiencia de laboratorio real, la lectura en voz alta de un texto clásico para motivar a un ser humano en formación, no lo reemplaza un video.
En conclusión, el tiempo utilizado en tecnología no puede desplazar actividades humanas, ya sean de tipo cognitivas, físicas o sociales como la conversación, la lectura, los deportes al aire libre, el arte, la matemática, las ciencias. Para preservar el bienestar integral de niños y jóvenes es imprescindible volver a estar más en off que en on. Nuestra naturaleza necesita lo real, es mejor aburrirse y jugar que estar conectado para aprender, crear y realizarse en el mundo. Necesita el movimiento, la experiencia con otros, para aprender de y con los otros lo correcto y lo incorrecto. Corremos el riesgo de perder nuestra humanidad, nuestras habilidades y avances en todo ámbito, el sentido de lo correcto, el sentido de lo común en valores que occidente a fraguado en milenios, bienes que no se pueden desplazar por el uso irreflexivo, excesivo o negativo de niños y jóvenes en contenidos y horas sin sentido y derechamente malos en aplicaciones en las redes sociales.
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