José Diaz Nieva
Cientista Político y Historiador.
Profesor de Historia de Derecho y Derecho Político
No cabe duda de que las elecciones en Estados Unidos, sobre todo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, han llamado la atención de gran parte del mundo, independientemente de quienes fueran los contrincantes. Pero ¿cómo funciona el sistema electoral para designar al inquilino de la Casa Blanca?, ¿cuáles han sido los procesos más reñidos?, ¿quiénes han sido sus contendientes más curiosos o polémicos? Estas son algunas de las interrogantes que pueden surgir y a las que se pretende dar respuesta de alguna forma, sin caer en el academicismo.
El primer presidente de los Estados Unidos fue George Washington, quien ocupó el cargo tras ganar las elecciones celebradas entre el 15 de diciembre de 1788 y el 10 de enero de 1789. Habría que puntualizar que en aquella ocasión fue el único candidato en concurrir a dicho proceso y que evidentemente resultó electo por unanimidad, con el 100% de los votos y la totalidad de los 69 electores. El presidente fue reelegido en 1792 para un segundo mandato, y, al igual que en la ocasión anterior, fue el único candidato, obteniendo el 100% de los votos, tanto populares como del Colegio Electoral, compuesto esta vez por 132 electores. Está claro que en estos dos procesos electorales concurrieron circunstancias especiales por parte de quién logró la independencia de los EE. UU. de la corona británica.
Pero dejando al lado esta circunstancia, veamos algunas características y curiosidades de las elecciones presidenciales norteamericanas tal y como se indica:
Hay que partir de la base de que en Estados Unidos los presidentes de la república son elegidos de forma indirecta por un colegio electoral, que en la actualidad cuenta con 538 integrantes. Cada estado tiene tantos electores como miembros en el Congreso (Cámara de Representantes y Senado), más los tres electores adjudicados de Washington D.C.
Una de las claves de las elecciones reside en el complejo sistema electoral, una de cuyas particularidades reside en el principio “winner takes all”, por el cual el candidato que gana la mayoría de los votos en un estado se lleva a todos los delegados electorales de éste. Ello ocurre en 48 estados y en Washington, D.C., solo Maine y Nebraska asignan a sus electores con un sistema proporcional.
En relación con el hecho de que la elección presidencial tenga un carácter indirecto puede plantear situaciones curiosas, como aquella que hace que el candidato electo pueda tener la mayoría de los votos del colegio electoral pero no la mayoría del voto popular. En este sentido cabe recordar que Donald Trump ganó en el 2016 la presidencia con 306 votos del colegio electoral, pero con solo 62.984.829 votos populares. Su oponente, Hillary Clinton, se alzaba sin duda con la victoria en voto popular, 65.853.514 electores optaron por marcar su nombre en las cedulas electorales, pero ello solo le significó 232 votos en el citado colegio. Tal circunstancia también había ocurrido en 1996, 1888, 1876 y 1828.
La reunión de los electores toma lugar el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, después de la elección presidencial. Los electores se reúnen en sus estados respectivos donde emiten su voto para presidente y vicepresidente en papeletas separadas.
Ni el Artículo II ni las Enmiendas XII (1804) y XXXIII (1961) manifiestan cómo los compromisarios deben votar. Alrededor de 29 Estados y D.C. requieren que los compromisarios voten por el candidato del partido que ellos representan. Algunos Estados obligan a los compromisarios a tomar un juramento o “pledge”. Otros invalidan el voto si el compromisario no votó por el candidato por los cuales salieron electos. Otros hasta imponen sanciones si los compromisarios optan por otras opciones. A los compromisarios que no votan por el candidato que juramentaron que votarían se les conoce como “faithless electors”.
En el siglo XX y en lo que llevamos del siglo XXI este principio se ha roto en varias ocasiones; aunque en ninguna ocasión alteró el resultado final. Una de esas ocasiones fue en el 2016. En el caso de Maine, los cuatro votos electorales se dividieron entre las dos listas de los principales partidos; cosa que también ocurrió en Hawai, Texas y Washington donde se emitieron votos “sin fe” (“faithless votes”) para elegir presidente y vicepresidente. En las elecciones de 1904, 1908, 1912, 1948, 1956, 1960, 1968, 1972, 1976, 2000, 2004, y 2008 podemos observar situaciones similares.
Se podría plantear el caso de que ningún candidato obtenga la mayoría de los votos del citado colegio electoral, en ese caso la decisión de elegir al presidente, según la Enmienda XII de la Constitución, recaería en la Cámara de Representantes, quien lo haría entre los tres candidatos más votados. Cada delegación estatal en la Cámara tiene un voto. El Senado, en este caso, debería elegir al vicepresidente de entre los dos candidatos más votados. Esta situación se ha presentado en las elecciones de 1801 y 1825. En la última de las fechas indicadas John Quincy Adams y Andrew Jackson no recibieron la mayoría absoluta de los votos electorales de la época. La Cámara eligió presidente a John Quincy Adams, a pesar de que Jackson obtuvo más votos populares.
En ocasiones la elección puede verse judicializada como ocurrió en el año 2000. En aquella ocasión los resultados oficiales mostraban que el candidato republicano George W. Bush aventajaba al demócrata Al Gore por 1,784 votos dentro del margen del 1% que automáticamente generaba un recuento manual. Los votos de los 25 Colegios Electorales de Florida decidirían la presidencia, pues Al Gore había ganado 262 votos electorales y Bush 246 votos electorales, y se necesitan 270 votos para ganar la presidencia. Además llamó la atención el alto porcentaje de votos para Pat Buchanan, un católico y conservador (tachado de ultra), en condados con una alta tasa de población judía y con raigambre demócrata como Palm Beach. La apretada riña electoral acabó judicializándose y llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Por cinco votos a cuatro, los magistrados dieron la victoria a Bush por una diferencia de 537 papeletas, lo que le significó llevarse los compromisarios del colegio electoral y ganar la presidencia.
Pero dejemos de lado los tecnicismos electorales y centrémonos en la historia:
Dejando al margen el caso de Washington, el candidato que más votos del colegio electoral logró fue Reagan en 1984, que alcanzó 525 de 538. Su oponente, el demócrata Walter Mondale, solo logró imponerse en su estado natal de Minnesota y en el Distrito de Columbia. Un caso similar fue el de Franklin D. Roosevelt que en 1936 alcanzó 523 sobre 531. Roosevelt se impuso en todos los estados menos Maine y Vermont, que juntos emitieron ocho votos electorales a favor del candidato republicano Alf Landon.
Seria precisamente Franklin Delano Roosevelt el único presidente elegido como tal en cuatro oportunidades consecutivas (1932, 1936, 1940 y 1944). Una enmienda constitucional rebajaría el número de posibles postulaciones a sólo una vez consecutiva. Según la enmienda número XXII de 1947: “Ninguna persona podrá ser elegida presidente más de dos veces. No se puede elegir más de una vez a quien ya haya ocupado el cargo de presidente o haya actuado como presidente por más de dos años de un período para el que fue elegida otra persona”.
La elección que hasta la fecha ha obtenido un menor porcentaje de participación fue la celebrada entre el miércoles 1 de noviembre y el miércoles 6 de diciembre de 1820. En aquella ocasión solo 108.359 electores participaron en dicho proceso. De un censo total de 1.072.861 posibles votantes, solo concurrió el 10,10%. Por el contrario, la elección que contó con una mayor participación fue la de 1860, en ella participó el 81,85 del censo electoral. En aquella ocasión los norteamericanos eligieron a Abraham Lincoln.
Las elecciones presidenciales de 1876 fueron de las más disputadas e intensas en la historia electoral de los Estados Unidos. El candidato Samuel J. Tilden, gobernador de Nueva York, derrotó al candidato republicano, Rutherford B. Hayes, gobernador de Ohio, en el voto popular, como ya se ha apuntado anteriormente, pero Tilden se impondría sobre Hayes por 185 frente a 184 votos del colegio electoral. Algo similar ocurriría en 1960 entre Kennedy y Nixon en 1960 con 49, 7 % y 49,5% de los votos populares, aunque la diferencia en el citado colegio fue algo mayor.
El mejor resultado de un candidato fuera de Republicanos y Demócratas fue para Theodore Roosevelt en las elecciones de 1912; en aquella ocasión con el 27, 4% de los votos lograba el respaldo de 88 integrantes del colegio electoral, desplazando a los republicanos al tercer lugar. En 1992 el independiente Ross Perot alcanzaría una votación nada despreciable de 19.743.821 sufragios (el 18.91%), no alcanzando presencia en el Colegio Electoral. El empresario lo volvería a intentar en 1996 con un resultado inferior. Perot se había destacado en 1979 por organizar -al margen del Estado norteamericano- una operación de rescate de dos altos ejecutivos de su empresa encarcelados en Irán en tiempos de la revolución de los ayatolás.
Eugene V. Debs fue un símbolo del Partido Socialista de EE. UU. y cinco veces candidato presidencial a principios del siglo XX. Su mayor hito fue lograr un buen resultado mientras estaba en la cárcel en 1920. En esa ocasión alcanzó el 3,41% de los sufragios. El mejor resultado para la izquierda socialista fue en 1924, el candidato de la alianza Progressive-Socialist- Farmer Labour, alcanzó el 16,6 % y 13 electores, los mismos que aportaba Wisconsin, estado en el que se impuso con el 53,9 % de los votos. El candidato socialista consiguió además votaciones superiores al 35% en California, Idaho, Montana, Nevada y Washington.
El Partido Comunista ha presentado candidatos presidenciales de forma ininterrumpida entre 1924 y 1940 y desde 1960 a 1984.
En el campo opuesto podríamos reparar en otras curiosidades En las elecciones presidenciales de 1964 Lincoln Rockwell, líder del Nazi Party, se postuló como candidato, recibiendo el insignificante respaldo de 212 votos. Se postularía también como independiente en las elecciones para gobernador de Virginia en 1965, en esta ocasión recibiría el apoyo de 5.730 electores, lo que significaba el 1,02% de los sufragios.
El polémico gobernador de Alabama George Wallace (firme partidario de la segregación racial) fue precandidato demócrata en 1972, haciendo campaña a favor de la segregación. Su campaña se vería interrumpida cuando Arthur Bremer le disparó en Maryland causándole heridas que le llevarían a una silla de ruedas por el resto de sus días. Wallace logró el 23,48% de los votos en las primarias demócratas, imponiéndose en Texas, Florida, Tennessee, Carolina del norte, Michigan, Maryland, y, evidentemente, en Alabama. Wallace ya había desafiado al presidente en ejercicio Lyndon B. Johnson en las primarias presidenciales demócratas de 1964. En las elecciones presidenciales de 1968 hizo campaña por el American Independent Party obteniendo el 13,5 % de los votos populares y la elección de 46 integrantes en el colegio electoral.
El gran dragón del Ku Klux Klan, David Duke, sería precandidato presidencial en dos ocasiones: en 1988 (Partido Demócrata) y en 1992 (Republicano). En la primera se retiraría cuando aceptó la nominación para ser el candidato del Partido Populista. Duke recibió 47.047 votos, lo que significaba el 0,05% del voto popular.
Hablando de minorías habría que referirse al caso de Charlene Mitchell, una activista de los derechos civiles que a sus a los 38 años sería a primera candidata presidencial negra en la papeleta del Communist Party en 1968. Cuatro años después, Shirley Chisholm hizo lo propio como precandidata demócrata, siendo la primera mujer negra en ser elegida al Congreso de EE. UU.
En relación con la participación femenina, un siglo antes, en 1872, y 50 años antes de que las mujeres tuvieran derecho a voto, Victoria Woodhull se postuló como candidata a la presidencia por el Equal Rights Party (Partido por la Igualdad de Derechos) postulando al abolicionista Frederick Douglass, presuntamente sin el consentimiento de este, como su compañero de papeleta por la vicepresidencia.
En el 2008 Barack Obama se convertiría en el primer hombre de color de llegar a la Casa Blanca. Con anterioridad la persona de color que estuvo más cerca de alcanzar ese cargo sería el reverendo Jesse Jackson, precandidato a las primarias presidenciales del Partido Demócrata en 1984 y 1988.
Las elecciones celebradas entre el 30 de octubre al 2 de diciembre de 1840 elegían a William Henry Harrison, fue el primer presidente en fallecer en el ejercicio del cargo y el presidente que menos tiempo ha ejercido el mismo, muriendo de neumonía 32 días después de entrar a la Casa Blanca. Fue, además, abuelo del vigésimo tercer presidente Benjamin Harrison.
Benjamin Harrison, vigésimo tercer presidente de los Estados Unidos, es el único que fue precedido y sucedido en la presidencia por la misma persona: el demócrata Grover Cleveland Harrison ejerció su mandato entre 1889 y 1893.
Mucho se ha hablado de los 81 años de Joe Biden, pero no sería este el candidato con una mayor edad en la historia estadounidense. Este honor recaería en Jonathan Maxwell quien presentó su candidatura en las elecciones de 1948 por el Partido Vegetariano Americano. En aquel momento contaba con 85 años. Propietario de un restaurante de comida vegetariana en Chicago planteó en su campaña la creación de jardines urbanos para luchar contra el hambre y la abolición de los mataderos. Finalmente, su candidatura sería retirada por razones ajenas a su edad. Por cierto, el señor Maxwell llegaría a ser centenario.
Donald J. Trump, con una fortuna estimada por la revista Forbes en 3.700 millones de dólares, sería el presidente más rico de la historia de los Estados Unidos. En este ranking se encontraría también George Washington, un terrateniente con más de 3.200 hectáreas de tierra productiva en su plantación de Mount Vernon (Virginia), y unos 300 esclavos. Las posesiones de Washington (presidente entre 1789 y 1797) se estiman en 580 millones dólares, según los cálculos del sitio 24/7 Wall St., que valorizó y llevó a precios de 2016 las fortunas máximas que alcanzaron en su vida los 44 ex presidentes de los Estados Unidos.
Si se dejaran fuera a los siguientes presidentes: George Washington, Thomas Jefferson y James Madison, el candidato más votado sería Lyndon B. Johnson (Demócrata) quien en 1964 sería elegido con el 61,1% de los votos frente al republicano Barry Goldwater. Anteriormente se había desempeñado como vicepresidente de John F. Kennedy, con quien compitió en las primarias de 1960.
Entre los generales que destacaron en la Segunda Guerra mundial destaca Dwight D. Eisenhower quien fuera elegido presidente en 1952. En 1948 tanto republicando como demócratas habían tentado al general que postulase bajo su paraguas a dicho cargo, incluso Harry S. Truman le ofreció la vicepresidencia en su candidatura. En 1944 otro general, Mac Arthur, renunció a postularse, cosa que hizo en 1948, sin mucho éxito.
Para concluir vamos a referirnos a una curiosidad por todos conocida. Los principales partidos políticos estadounidenses tienen, cada uno, un símbolo o mascota que los identifica y cuyo origen se remonta al siglo XIX. Para nadie seria un secreto que el Partido Demócrata adoptó su tradicional burro y el Partido Republicano un elefante. Pero otros partidos también se han identificado con algún animal: así, por ejemplo, el alce fue la mascota oficial del Partido Progresista en 1912; el Prohibition Party (1869) adoptó un camello y el Libertarian Party (1971) un puercoespín. Henry Krajewski, un campesino de Nueva Jersey que fue candidato presidencial en 1952 por el Poor Man's Party (Partido de los pobres) aparecía acompañado en sus mítines por un marrano.
Dejaremos para otra ocasión el análisis de lo que suceda del enfrentamiento entre Kamala Devi Harris y Donald J. Trump.
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