01 noviembre 2020 

 

 

 

 

 

Tomas Bradanovic


El día del plebiscito, cuando no llegaba gente a votar nos quedábamos los tres vocales de mesa, el apoderado por el Partido Socialista y yo, apoderado del Partido Republicano. Entonces para pasar el aburrimiento nos poníamos a conversar de política, contraviniendo la ley electoral, pero a quién diablos le importa eso.

Yo solo ponía algún tema y más que nada escuchaba, una porque soy muy malo discutiendo -creo que jamás he podido ganar una discusión- y otra porque en verdad me interesaba saber que opinaban sobre ciertas cosas. Los otros cuatro eran del bando exactamente contrario al mío. De manera sorprendente, estábamos de acuerdo en muchas cosas y me costaba imaginar por qué gente que pensaba casi igual que yo estaba votando lo contrario. 

Pero apareció un tema donde había discordia, aunque los dejé hablar sin meterme en polémicas inútiles. El apoderado del Partido Socialista dijo muy convencido "Por ejemplo miren el tema este de la meritocracia es algo que no existe, es un puro cuento ¿Cómo va a tener mérito que alguien de familia rica, que fue a los mejores colegios y tuvo amigos influyentes le vaya bien en la vida? ¿Cómo va a ser justo que alguien de familia pobre, ignorantes, que fue a los peores colegios compita con los ricos? Eso muestra que la meritocracia no existe".

Los otros tres amigos asentían admirados por la lógica impecable de mi nuevo amigo socialista. mientras yo escuchaba y me hacía el loco sonriendo para mis adentros, porque me daba perfecta cuenta de la equivocación y la burrada que estaba diciendo. Resulta que mi amigo no tenía idea de lo que significa el concepto de "mérito".

El mérito no tiene que ver con los resultados -en este caso el "éxito económico"- sino con la actitud y las acciones con que las personas enfrentan los problemas que les presenta la vida. Ese es un error fundamental de la lógica socialista, que ellos llaman "el problema de la cancha pareja", que lleva a aberraciones como las del "velo de la ignorancia" de Rawls o "sacarles los patines" a los alumnos más adelantados, según el punga de Nicolás Eyzaguirre.

Desde las revueltas en Francia que terminaron en la Revolución, hasta Rawls en nuestros tiempos, se ha instalado ese concepto de "cancha pareja" que nace de la idea que la vida debería ser como una competencia deportiva, donde los que tienen mal resultado se consideran "perdedores" y atribuyen este mal resultado a que viven en un sistema esencialmente injusto.

El problema es que juzgar por los resultados es una pésima métrica, porque en el mundo real los resultados de éxito y fracaso -especialmente financiero- dependen principalmente del azar, eso lo sabe un almacenero o cualquier dueño de negocio, pero los que han dedicado su vida a la política y todo lo que saben es lo que han leído en libros, son incapaces de comprender algo tan obvio. Entonces se dedican a convencer a los asalariados -que tampoco saben donde están parados- que viven en un mundo injusto y que si ellos mandaran las cosas serían mucho mejor para todos.

El asunto del azar o la mala suerte en la vida -por ejemplo las "desigualdades de cuna"- Rawls lo trató de resolver con su artificioso "velo de la ignorancia". Los ingleses desde muy antiguo habían aplicado eso en la hípica: para evitar que los caballos muy buenos ganaran siempre los cargaban con peso adicional o les daban unos metros de ventaja a los caballos más malos. Esa es una buena idea para que las carreras no sean aburridas, introduciendo algo de azar al perjudicar a los mejores, pero en el mundo real eso nunca ha resultado, porque lleva siempre a la mediocridad generalizada. 

El ser humano reacciona a los incentivos y cuando se sabe que los peores recibirán cierta ventaja, los de mejor rendimiento bajan el suyo para ser también beneficiados, no solo es lo lógico sino que se ha visto probado por la experiencia a lo largo de toda la historia ¿Que la historia no da lecciones? Para los idiotas claro que no, por eso todavía hay quienes creen en la economía marxista, pero el hecho que no ha existido ningún sistema socialista que haya generado riqueza de manera estable y autosustentada, es un tremendo pedazo de historia. El que tenga ojos, que aprenda.

Es obvio que a algunos les va a costar más que a otros conseguir lo que desean, la vida nunca ha sido un deporte que se juegue en una cancha pareja, porque todos somos diferentes y los resultados se deben en gran medida al azar. A mí que me encanta la ópera, soñaría con tener el registro vocal de Juan Diego Florez, pero que diablos, la suerte no me acompañó y no por eso me voy a poner resentido y envidioso. Esta es la forma estúpida de ver la meritocracia

 

¿Existe la meritocracia entonces?

Alguna vez escribí sobre esto hace años y creo que fui mal interpretado, seguramente porque no expliqué bien el asunto y dije que a los que les ha ido bien en la vida ha sido principalmente porque han tenido buena suerte y viceversa. Somos juguetes de la suerte y eso es una verdad del porte de una catedral. Al escuchar esto algunos dicen "¿No ven? ¡Entonces la meritocracia no existe, si todo es pura suerte y buenos contactos!"

Esa es una manera superficial de entender las cosas. Por supuesto que existe la meritocracia, pero no tiene nada que ver con los resultados, alguien puede ser muy meritorio y tener pésimos resultados durante toda su vida, porque vivimos en un mundo probabilístico donde a buenas causas no ocurren bueno efectos de manera mecánica. No podemos manejar nuestro destino pero si podemos manejar nuestras acciones y nuestros pensamientos.

Meritocracia es hacer lo que creemos correcto, es levantarse cada vez que nos vamos al suelo, perseguir nuestros ideales y vivir como creemos que debe vivirse. Meritocracia es perseverar aunque fracasemos, no perder el entusiasmo y elevarse la cambucha cada día al despertar, pensando que tenemos que hacer las cosas lo mejor que podamos. Nadie nos va a garantizar que nos va a ir bien en lo que emprendamos, eso de "querer es poder" o "yo me hago mi propia suerte" son estupideces, propias de gente que le ha ido bien y lo atribuye todo a su gran sabiduría, idiotas.

Meritocracia es pensar cada día, cuando nos duchamos (si es que nos duchamos todos los días) "estoy haciendo lo correcto, no he sido cobarde, no he cagado a nadie y probablemente eso me va a dar buenos resultados algún día". Yo me creo un tipo meritorio, no porque me haya ido muy bien, sino porque recuerdo que en mis peores años siempre pensaba eso "estoy haciendo bien las cosas, si sigo así algún día me va a ir bien". Y aunque no me ha ido tan bien como me merezco (ja-ja) sigo pensando igual, todos los días.

Creo que eso es la verdadera meritocracia. Lo demás es challa.

Fuente: https://bradanovic.blogspot.com/

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