25 agosto, 2020 

 

 

 

 

Rodrigo Ahumada
Académico Correspondiente, Pontificia Academia Santo Tomás de Aquino,
Profesor Asociado de Historia y Filosofía


La etnicidad y el indigenismo han sido utilizados para promover la fragmentación de naciones históricamente unitarias, como se intenta hacer en Chile.


La reciente Declaración Pública de la Multigremial Nacional sobre los graves hechos de violencia ocurridos en la Araucanía, que han pulverizado el estado de derecho amenazando gravemente la estabilidad democrática no solo en la región, son un testimonio valiente que muestra con lucidez el grado de descomposición moral, política, institucional y social por el cual atraviesa nuestro país. Lo más preocupante -como señala la Declaración– es la pasividad e inoperancia de las instituciones y poderes del Estado, incapaces de garantizar la realización efectiva del bien común, impidiendo que miles de chilenos puedan vivir en un clima de paz y no bajo la amenaza permanente del terror, la delincuencia, el narcotráfico, la violencia y sobre todo la impunidad, que ha hecho de la justicia tan solo una quimera y del Poder Judicial un “ente decorativo”, en una democracia cuyos cimientos parecen tambalearse ante la arremetida de aquellos que la utilizan sistemáticamente para desmantelarla.

¿Cuándo el gobierno y los sectores que lo apoyan tomarán conciencia de la gravedad de los hechos que vivimos? Al parecer han olvidado por su ceguera y oportunismo que el nuevo rostro de la ideología de inspiración totalitaria en América Latina lo constituye el chavismo bajo todas sus formas, y cuyos ecos en Chile lo encontramos en el Frente Amplio, el PC, y otros grupúsculos minoritarios, que no ocultan su simpatía y adhesión a la utopía del Hombre Nuevo. De ahí su obsesión por instaurar un régimen estatista en nuestro país.

Desde los enclaves de poder ya adquiridos, la izquierda no democrática busca expandirse y consolidar su presencia en el resto de América Latina, para lo cual requiere del apoyo en cada país de personas (políticos, intelectuales, activistas) y organizaciones no gubernamentales que son las que le brindan su soporte político-estratégico, las que a su vez son apoyadas por organizaciones internacionales. Esto explica la creación de cientos de organizaciones con fines aparentemente diversos: feministas radicales, ambientalistas, colectivos de abogados, defensores de Derechos Humanos, minorías sexuales, indigenistas y activistas de todo tipo (Puentes Melo), y obviamente grupos violentistas y terroristas cuando es necesario, de ahí que los protejan o los justifiquen.

En esta lógica chavista-gramsciana se inscribe la llamada “cuestión indígena”. En efecto, es fácil constatar cómo se han implantado en diversos países las tesis ideológicas del indigenismo y la etnicidad, sobre la falsa idea que la persona humana se define por su raza, por su línea sanguínea o por su etnia y no por su carácter de sujeto racional y libre. La persona ya no tendría un valor en sí misma sino en función de la etnia a la cual pertenece, introduciendo de este modo la “dialéctica étnica” en el corazón de la sociedad, es decir, la lucha entre dominadores y dominados, usurpadores y originarios. De este modo, la etnicidad y el indigenismo han sido utilizados para promover la fragmentación de naciones históricamente unitarias como se intenta hacer en Chile, procediendo a la “invención” de una supuesta causa mapuche. No olvidemos que la ideología, como señalaba el destacado pensador Jacques Ellul, es un discurso falso que “dramatiza falsos problemas, para hacer creer que son importantes”. Como toda ideología totalizadora, ella necesita un enemigo “universal” (Fernando Mires), en este caso, el europeo (o el chileno), responsable del mestizaje y del “despojo”, al cual se le califica de racista si se atreve a denunciar los hechos de violencia que vive nuestro país.

En algunos casos se ha llegado al extremo de hablar de una “nación” (www.mapuche-nation.org) o de un “Estado” (José Bengoa) mapuche, en circunstancias que ambas realidades no corresponden a los datos científicos que nos proporcionan la antropología, la etnohistoria o la misma historia. No se debe olvidar que al momento de la llegada de los españoles a Chile los mapuches eran sociedades tribales, y en cuanto tales políticamente acéfalas, es decir no tenían y nunca tuvieron unidad política. Dichas sociedades eran por definición pre-nacionales y con mayor razón pre-estatales, como lo serán durante toda la época colonial y postcolonial. Lo que la clase política olvida por ignorancia o superficialidad, es que el Estado es la manifestación política de una civilización. Los mapuches nunca pasaron al estadio intermedio o transicional entre tribalismo (Marshall Sahlins) y civilización (Elman R. Service), que se conoce como señorío (O. Silva Galdames). Difícilmente podrían haber desarrollado algo similar a una “nación” y menos un “Estado”, como la ficción ideológica pretende hacerlo creer.

Algunos grupos de jóvenes “mapuches” (en rigor son mestizos), apoyados por activistas, buscan minimizar el rol fundamental que ha tenido y que tiene el lonko en la estructura social del mundo tribal y tradicional mapuche. En su lugar han instalado la idea de “nación” para suplantar el poder real del lonko por el de un supuesto “poder supremo”, que encabezaría dicha nación, paso previo y necesario para llegar a un Estado con soberanía propia. En esta lógica se inscriben los grupos separatistas y radicalizados que solo representa un sector marginal de los pueblos mapuche, que legitima y justifica la violencia, como el Consejo de Todas las Tierras (fundado en 1990), o la Coordinadora Arauco-Malleco (creada en 1998). Son los mismos que han instrumentalizado los nobles medios de la no violencia activa (Mahatma Gandhi, Martin Luther King), como realizar una “huelga de hambre” por parte de asesinos terroristas para sus fines espurios e inmorales, olvidando que la violencia nunca es un medio lícito y los “ultimátum” a un gobierno democrático menos, eso es simplemente un chantaje inaceptable.

Otros promueven (políticos de izquierda) de manera ramplona la creación de un Estado multiétnico al estilo de la Bolivia de Evo Morales. En esta lógica indigenista se niega la realidad del mestizaje como lo constitutivo de la identidad cultural chilena, olvidando que los actuales “mapuche” son todos hijos del mestizaje étnico y cultural y también del trasvasije cultural; por eso usan un alfabeto de origen latino, porque a la llegada de los españoles eran una cultura ágrafa (no conocían la escritura). Los estudios científicos recientes sobre la estructura genética de los chilenos muestra con claridad que su población es mestiza en todas sus regiones, incluida la Araucanía (Cf. S. Eyheramendy, F. Martínez, F. Manevy, C. Vial y G. Repetto, Review Nature Communications, “Genetic structure characterization of Chileans reflects historical immigration patterns”, 17 March 2015, PUC-UDD).

Los últimos gobiernos democráticos, por inoperancia o negligencia, no han sido capaces de garantizar el estado de derecho en la región de la Araucaníapermitiendo el desarrollo y despliegue de grupos terroristas con nexos internacionales. ¿De dónde obtienen recursos para subsistir y expandirse? Es cierto que son minoritarios y no representan las legítimas aspiraciones de la gran mayoría de los linajes mapuche. Sin embargo, la impunidad creciente del Estado no solo ha socavado los derechos humanos de miles de chilenos, sino también ha afectado a las mismas comunidades mapuche que solo anhelan vivir en paz para salir de la pobreza endémica en la cual han vivido durante decenios. Esperemos que el gobierno del presidente Sebastián Piñera, pase de la retórica a la acción, antes que su discurso de buena crianza termine en una tragedia.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/rodrigo-ahumada-la-ideologia-indigenista-y-la-causa-mapuche/

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