por Remigio de Mileto


“Los DDHH en la humanidad, se proclaman como  la medida de todas las cosas y se constituyen como una forma de idolatría”.

Desde su génesis histórica los DDHH evolucionaron con un rol instrumental político totalitario. Un proyecto profundamente ideológico. Una ideología que hoy pulsa por disolver todo lo estable.

Los derechos humanos se desarrollan junto a la modernidad a mediados de siglo XX. Evolucionan insertos en la modernidad, como proyecto que se ha ido desarrollando y moldeando de acuerdo a horizontes ideológicos atemporales, cuyos postulados, se supone, representan la voluntad colectiva e individual de los pueblos.

Esta es la base doctrinaria más profunda de los derechos humanos como ideología.

Ideología que tiene en su núcleo una concepción de libertad no neutral. Y es en esta concepción de libertad y de derechos donde se formula una subrepticia prohibición: que no se puede organizar libremente nada del orden político democrático, sin que esté en concordancia con "su" principio de libertad. Este es el efecto más nocivo del carácter ideológico de los derechos humanos.

Y en ese contexto, es que en la medida en que este ideologismo se hace presente, las consecuencias de la doctrina de los DDHH en la coexistencia pacífica al interior de las sociedades, son cada vez más confrontacionales.

Los DDHH están basados en inflexibles dogmas, que sólo validan "una" interpretación al fundamento aludido.

Por eso las normas y políticas de Derechos Humanos, aun cuando no son leyes en sí, se las esgrimen para sancionar y/o acusar con argumentos no jurídicos, que a su vez son sancionadas por la autoridades políticas y ratificadas por organismos internacionales como la ONU. Podemos decir entonces que los DDHH son más que unas simples normas; son un dogma, una doctrina mesiánica, generada gracias a un persistente y constante discurso que la han llevado a convertir en una doctrina cuyos principios e ideas se asumen como una verdad absoluta y cuyos postulados no pueden cuestionarse. Doctrina que tiene una condición "sacrosanta" desde su génesis.

Una “Religión” que así como tiene una Suma sacerdotisa en las Naciones Unidas, tiene insertos sus obispos en todos los gobiernos, cuyas sedes funcionan como diócesis y así como tienen pensadores y diáconos, tiene una "primera línea" que es la Santa Inquisición, que está presente y vigilante en todo el actuar de la nación.

En el presente, develar la fragilidad conceptual de los DDHH, es como dudar de la circunferencia de tierra. Sus postulados son la "verdad absoluta". Son incuestionables, e intocables, y aquellos que impugnan su doctrina, son tildados como parias intelectuales o herejes.

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