13 de abril, 2020
Pilar Molina
Periodista
Hemos tenido la suerte de no tener conflagraciones mundiales, que antes encendieron los motores de la innovación en el mundo. Pero este virus está desatando una respuesta parecida en las personas y las empresas que sacan lo mejor de sí para neutralizar el peligro y asistir a los que sufren.
Expertos aseguran que el mundo camina a una recesión no conocida por los que habitamos este planeta. Los países con cuarentena representan más de la mitad de la economía global y el colapso se avista severo. El horizonte está plagado de incógnitas y temores y están los agoreros de siempre asegurando que el sistema de libre mercado no sobrevivirá a la pandemia del covid-19, que la salud debe ser estatal, que hay que fijar los precios de los elementos que escasean en todo el planeta y otras ideas viejas por el estilo.
Pero hay que abrir bien los ojos porque la crisis también está despertando una innovación y solidaridad sin precedentes.
El CEO de nuestro conocido Twitter, Jack Dorsey, donó mil millones de dólares (el 28% de su patrimonio) para ayudar en la lucha contra el virus. El fundador de Zara compró material sanitario por 69 millones de dólares y, cada uno en lo suyo, Ikea aportó 2.500 juegos de ropa de cama para residencias de adultos mayores.
La infección de la economía por el coronavirus no ha impedido que los grandes muestren su lado solidario. Bancos, compañías de seguros, empresas tecnológicas y muchos más están dirigiendo sus recursos al área de la salud, con un foco en la asistencia y la investigación
A nivel local nuestros empresarios no se quedan atrás. El fondo que la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) anunció para la emergencia ya suma 74 mil millones. Los aportaron personas, empresas y familias para atender a la población más vulnerable. Pero, lo más importante, es que el gremio puso a disposición de las autoridades no sólo recursos, sino que la capacidad de todos los empresarios y sus familias para arbitrar soluciones. La primera acción convenida fue el aporte de un millón de test rápidos a disposición del Minsal.
La respuesta del sector privado frente a la emergencia ha sido bien notable. No se trata de las medidas de mitigación interna para mantener los empleos y proteger sus trabajadores, sino de cómo se han puesto a disposición de la causa las camas hospitalarias del sector privado y los laboratorios de la industria avícola, porcina, salmonera, forestal y de otros rubros.
Chile es el país de Amércia Latina que más tests hace para detectar el virus. Eso hace posible la estrategia oficial de enfrentar la pandemia con cuarentenas parciales y seguimiento de los casos que, hasta aquí, ha sido destacada internacionalmente por lo exitosa. La capacidad del Estado para hacer esos tests era marginal. Los kits estaban agotados en el mundo, pero en Chile se han ido sumando iniciativas desde los más diversos ámbitos para lograr 4.444 exámenes el viernes pasado, los que en total hasta el sábado sumaban 77 mil.
Y la capacidad para “testear y testear” (como pidió la OMS) seguirá aumentando. La semana pasada, por ejemplo, comenzó a funcionar un equipo robotizado de detección temprana del covid-19 que Bioforest (de Arauco) puso a disposición de la U. de Concepción. Donde antes se tardaban 3 a 4 días en procesar las muestras proporcionadas por los servicios de salud de Concepción y Talcahuano, ahora se pueden hacer 800 exámenes diariamente.
La mayoría de las grandes mineras también han estado reforzando la capacidad del sistema para diagnosticar la presencia del virus. En distintas regiones han entregado equipos de detección con tecnología PCR a hospitales de Iquique, Antofagasta, La Serena e Illapel y kits de testo en otras ciudades. SQM, otro ejemplo, anunció la entrega de 7.000 test rápidos de detección de coronavirus a la provincia de Tocopilla.
Las exportaciones forestales cayeron casi un 30% el primer trimestre, pero la industria responde al desafío facilitando la CMPC sus ofinas de Los Angeles para habilitar 200 camas hospitalarias, donando 100 mil unidades de pañales para adultos mayores y, frente a la escaez de mascarillas, importa una máquina que producirá un millón 500 mil al mes. Instalará una en Puente Alto y otra en Brasil, y las distribuirá gratuitamente a traves de los servicios públicos de salud.
Si las autoridades hubieran hecho caso a los políticos de siempre con sus añosas recetas y hubieran fijado el precio de las mascarillas, seguramente hoy no habría ninguna disponible en el mercado. Lo que hemos visto, en cambio, es que se ha disparado su producción. A toda escala. Las fabrican a nivel doméstico, mini pymes, innovadores de Valparaíso con tecnología de impresión 3D, pero también empresas como Caffarena y Monarch que han dado un vuelco y de calcetines a pantys producen ahora estos artículos de protección sanitaria con partículas de cobre que inhiben bacterias y virus.
Se ha desatado una verdadera carrera de innovación en el otro talón de Aquiles que descubre la pandemia: los ventiladores mecánicos que requiere el alrededor del 3% de los pacientes que se complica por el covid-19. Ferrari en Italia, Peugeot en Francia y Ford en Estados Unidos cambiaron la producción de autos por la construcción de estos aparatos. En Chile, la Sofofa coordina una red de expertos y universidades, empresas y start up que están en carrera, innovando con diferentes tecnologías para lograr construir estos preciados aparatos que los gobiernos reservan para sus propios sistemas de salud, impidiendo a sus connacionales exportarlos.
Y mientras la CCU se compromete a donarle al Minsal 100 mil unidades de alcohol gel que extrae de sus cervezas sin alcohol, los laboratorios de las empresas y las universidades bullen desarrollando nuevas técnicas para detectar el covid-19 o usar como terapia el plasma de pacientes recuperados (Fundación López Perez) .
Esta crisis ha sido en verdad una explosión de innovación tecnológica y de aportes comunitarios. La pandemia unió a dos rivales, Google y Apple, para diseñar un sistema que, a partir de mayo, permitirá hacer un seguimiento digital a los enfermos y alertar a las personas que han estado cerca de ellos.
Qué decir de la competencia por descubrir una vacuna y desactivar este virus que paraliza la economía mundial. La carrera se desató luego el 11 de enero se publicara la secuencia genética del Sars-Cov-2, el agente viral que causa el covid-19. Según la revista Nature, hay 78 candidatas a vacunas, 5 de las cuales ya están en la fase de ensayo clínico. Compiten farmacéuticas, institutos médicos y genómicos, principalmente de Estados Unidos (donde está el 46% de los desarrolladores) y China (con el 18%). La gran mayoría de los que están en la pista son industrias privadas, muy por arriba de los desarrollos académicos (el más alto es el de EEUU) o públicos.
En Chile también está buscando una respuesta inmune frente al virus un equipo del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia. Lo lidera el científico Alexis Kalergis, quien busca usar la misma plataforma que le ha permitido avanzar con una vacuna para otro virus, el sincicial.
Hemos tenido la suerte de no tener conflagraciones mundiales, que antes encendieron los motores de la innovación en el mundo. Pero este virus está desatando una respuesta parecida en las personas y las empresas que sacan lo mejor de sí para neutralizar el peligro y asistir a los que sufren.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/pilar-molina-efecto-colateral-un-mundo-mejor/
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