24 de enero, 2020
Patricio Navia
Sociólogo, cientista político, académico UDP
Sabiamente, un dicho en inglés dice que el diablo está en los detalles. El apresurado diseño de la propuesta del proceso constituyente muestra que, cuando las cosas no se planifican bien, aumenta la posibilidad de que el resultado decepcione. Porque nadie razonable emprende en una aventura a sabiendas que la hoja de ruta está mal planificada, el diseño del proceso constituyente es una poderosa razón para votar “Rechazo”.
Suponiendo que la violencia milagrosamente desaparece el primer trimestre de 2020 y que los chilenos puedan votar libremente en el plebiscito de entrada, el procedimiento del proceso constituyente refleja un diseño tan lamentable que la opción más razonable y sensata es votar “Rechazo” el 26 de abril.
Como las elecciones municipales —y por primera vez en la historia, también la de gobernadores regionales— ya estaban programadas para el 25 de octubre, los parlamentarios que llegaron al acuerdo para un proceso constituyente decidieron hacer coincidir ambas contiendas. Eso hará que el 25 de octubre los chilenos tengan que votar por candidatos a alcaldes, concejales, gobernadores regionales y miembros de la Convención Constituyente. En la gran mayoría de las comunas del país, suponiendo que se presenten 5 listas de candidatos para cada elección, la gente deberá escoger en un voto que tendrá no menos de 60 nombres para 4 cargos. En las comunas más pobladas que además pertenecen a distritos que eligen 8 diputados para la Cámara de Diputados (y que, por lo tanto, elegirán 8 miembros a la Convención Constituyente), el voto tendrá casi 100 candidatos. Si se presentan más de 5 listas a nivel nacional, habrá comunas con votos del tamaño de una hoja de diario.
El apresurado acuerdo alcanzado la madrugada del 15 de noviembre estableció también que, de ganar las opciones “Apruebo” y “Convención Mixta”, se elegirán 172 miembros para la Convención. De ellos, 86 provendrán del Congreso. Eso significa que el 44% de los 153 diputados y 41 senadores deberán abandonar sus labores parlamentarias para sumarse a la Convención. Con tal éxodo de legisladores, para todos los efectos prácticos, el Congreso cesará en sus funciones el día que comience a sesionar la Convención. Adicionalmente, como solo se elegirán 86 miembros, la mayoría de los 28 distritos elegirá 2 o 3 miembros, por lo que resultará difícil que la diversidad del país se refleje en la composición de la Constituyente. Al contrario, tendremos una convención constituyente binominalizada.
Cualquier persona razonable debiera sentir, al igual que la Presidenta Bachelet en 2007 cuando estaba por implementar el Transantiago, una vocecita en su interior que le advierte que este plan va a traer más dolores de cabeza de los que hasta ahora muchos logran prever.
Si, en cambio, gana la opción de una Convención totalmente electa, el hecho que la elección se haga en 28 distritos y de forma concurrente a la contienda municipal y de gobernadores dará una ventaja evidente a los alcaldes incumbentes y a los partidos con máquina electoral en cada distrito. La gente que cree que la Convención estará compuesta por ciudadanos representativos de la diversidad de visiones y orígenes que hay en el país se llevará una gran sorpresa al ver que se repiten los apellidos y las caras de los políticos de siempre —o de sus familiares o delfines.
El impulso por incluir paridad de género y cuotas para los pueblos indígenas ejemplifica el mal diseño original del acuerdo. Si hay que rediseñar las reglas antes de que éstas se empiecen a implementar, hay buenas razones para pensar que las reglas originales tienen problemas adicionales que muchos no han notado aún. Por ejemplo, en los distritos de la Cámara se viola el principio de una persona, un voto. En la Región de Copiapó, se elige un diputado por cada 57 mil habitantes. En el Distrito 8 de la Metropolitana (Maipú, Estación Central Pudahuel y comunas aledañas), se elige un diputado por cada 182 mil habitantes. Como los escaños en la Constituyente reproducen esa distorsión en la forma en que fueron diseñados los distritos, el voto en Copiapó valdrá tres veces más que el voto en Maipú.
Todavía más: no hay ninguna justificación para escoger a los miembros de la Convención en distritos. Los candidatos en Angol prometerán cosas que le importan a Angol para ganar. Algunos temas serán nacionales, pero otros serán exclusivamente locales. Tendría más sentido tener listas nacionales por partido —o por grupos de independientes— para que se reflejara a nivel nacional la diversidad del país. Eso, por cierto, también facilitaría adoptar paridad de género y podría permitir incluir cuotas para pueblos originarios.
Los errores en el diseño del acuerdo alcanzan también el calendario de cómo deberá desenvolverse el proceso (eso lo discutiré en mi próxima columna). Por eso, aunque también hay más diablos en el detalle de la hoja de ruta del proceso constituyente, los puntos que aquí he destacado confirman que votar “Apruebo” significa validar una hoja de ruta con problemas evidentes de diseño. Cualquier persona razonable debiera sentir, al igual que la Presidenta Bachelet en 2007 cuando estaba por implementar el Transantiago, una vocecita en su interior que le advierte que este plan va a traer más dolores de cabeza de los que hasta ahora muchos logran prever.
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