Es indiscutible que Mario Vargas Llosa es una figura de peso en el contexto hispanoamericano en cuanto a su contribución en la literatura universal. No obstante, cuando hablamos de política y en particular de la derecha liberal y de la vanguardia intelectual de ésta, se hace bastante difícil poder afirmar que Vargas Llosa sea un representante fidedigno y contundente de lo que es el pensamiento liberal. Y digo que es difícil, ya que Mario está acostumbrado a confundir conceptualmente liberalismo y socialdemocracia; esto porque tiende a atribuirle al liberalismo, valores y aspectos que son propios de la socialdemocracia.

Antes de profundizar, tenemos que entender que los valores del liberalismo son diametralmente distintos a los de la socialdemocracia. El liberalismo antepone como valores supremos la libertad y la soberanía individual de las personas, por sobre la soberanía coactiva del estado, instituciones intermedias y del colectivo. La socialdemocracia, en cambio, subordina cualquier valor y principio a su máxima suprema que es la democracia y el socialismo moderado. Por ejemplo, si una persona defiende la postura provida bajo argumentos científicos y bajo una lógica liberal de que el primer derecho de propiedad de un individuo es el derecho a la vida y que, por tanto, el ser humano en su etapa de cigoto tiene derecho a esta, no lo hace un derechista cavernario, al contrario, lo hace un liberal —le guste o no al Premio Nobel— ya que el hilo argumentativo de esta postura se vale de recursos doctrinarios liberales y no conservadores.

Creer que la postura provida no es una postura liberal o que no puede defenderse desde el liberalismo, es síntoma de que Mario Vargas Llosa no es un liberal muy instruido (al menos en lo que refiere a doctrina liberal). Es más, cuando lo escuchamos defender la postura proaborto y enarbola conceptos como el de "justicia social" como “demanda mayoritaria” o, que es "derecho de las mujeres" el disponer sobre el cuerpo de otro ser humano, vemos que su argumentación no es característica de un liberal, antes al contrario, es mucho más observable en un socialdemócrata.

A todas luces Vargas Llosa es socialdemócrata, no liberal. Y esto queda muy claro tras su última gira por Chile,  en específico en el evento del Hotel W. donde  Axel Kaiser le formuló una pregunta muy bien estructurada, de si existen objetivamente hablando dictaduras menos malas. Observamos que en esta pregunta primero se explicó cómo el régimen de Pinochet fue en términos generales y objetivos un avance para el país, para sus instituciones republicanas y para las personas en términos de sus libertades agregadas (derechos de propiedad, seguridad, estado de derecho, libertades económicas y sociales). Al contrario, se constata en esta pregunta que Cuba es ejemplo de destrucción de libertades agregadas. En este sentido la respuesta lógica y objetiva es que efectivamente existen dictaduras menos malas, desde incluso una perspectiva liberal y que, la dictadura de Chile es ejemplo de ello.

Ahora bien, con respecto a la respuesta, no era difícil de entregarla. Vámonos a Hayek, uno de los grandes referente del liberalismo moderno y uno de los referentes de Vargas Llosa. Hayek en su minuto lo dijo de forma clara e incluso fue más allá de lo que se le pedía a Vargas Llosa, al afirmar que preferiría eventualmente una dictadura liberal antes que una democracia socialista: “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”, dijo el Nobel en Economía. Ante lo expuesto, es evidente que los liberales y libertarios no podemos perdernos; hay que, en primer lugar, ser objetivos y  en segundo lugar, reconocer que para el liberal lo primero es la libertad y la defensa del individuo.

En este sentido, a un auténtico liberal la naturaleza de un régimen político lo tiene sin cuidado, siempre y cuando garantice una maximización de la libertad de los individuos y de la sociedad. Por ejemplo, hoy en día tenemos un régimen político referente en esta materia que es Liechtenstein y que no es una democracia precisamente, sino una monarquía constitucional. Ningún liberal en su sano juicio condenaría este tipo de régimen político por no ser una "democracia plena", ya que este régimen es bajo el contexto de ese país el mejor modelo posible en cuanto a la garantía de las libertades individuales.

En tercer lugar, la revisión de un determinado régimen político debe hacerse entendiendo el contexto histórico y geopolítico de su momento. Tanto en el contexto chileno-latinoamericano como en el asiático, se vivió un periodo de la historia donde eran las repúblicas tuteladas por un gobierno militar los regímenes políticos que maximizaban la libertad agregada de la población en general. Juzgar los 70s y 80s de nuestro país con ópticas del actual decenio, no solo es una falta de rigurosidad histórica, es miopía intelectual. Ante lo dicho, debemos preguntarnos el porqué Vargas Llosa rasga vestiduras con esta pregunta. Aunque, como ya se dijo, la respuesta es porque Mario Vargas Llosa es un socialdemócrata; su máximo valor personal no es la libertad, sino la democracia y ya dejamos en claro que ambos valores no son necesariamente dependientes y complementarios. Sin embargo, debemos reconocer que es un liberal en lo económico, pero claramente el resto de su pensamiento político esta anquilosado en una corriente de profunda raíz socialista, cual es la visión de que ciertos individuos pueden estar sobre otros, y es de ahí de donde podemos desprender de que no sea un gran crítico del aborto,  del excesivo poder del estado sobre los individuos y que tampoco haga una gran reflexión sobre qué tipos de regímenes garantizan más la libertad en determinados contextos históricos y geopolíticos. Finalmente, el no aceptar la pregunta que se le formuló, no solo es un acto de pusilanimidad intelectual y racional; su actitud evidencia también un profundo miedo a la potencial recepción de sus dichos por parte de los medios y de la opinión pública. En ese sentido, no es motivo de elogios o de aplausos su negativa a responder, al contrario, es motivo de bochorno y decepción.