
Los errores de campaña se pagan en votos, pero también sirven para que se develen intenciones, se clarifiquen referencias y se pueda proyectar el futuro.
En las campañas electorales se producen situaciones insólitas. Algunas llegan a ser errores de gran cuantía. Nunca se sabrá cuántos votos se perdieron por esas equivocaciones, pero no cabe duda que los genios creativos entienden muy rápido que acaban de meter la pata.
A veces es un mal diseño; en otras oportunidades, es un capricho del candidato; el error puede ser causado también, simplemente, por temor a los otros postulantes.
Se nos informa, de modo muy destacado, que la candidatura de Sebastián Piñera ha salido a buscar votos entre los adherentes de José Antonio Kast, entre la derecha, entre los conservadores. Es evidente y constante.
Pero, paralelamente, gran parte de los electores consolidados del propio Piñera seguramente han quedado en estado de shock, al ver que su candidato ha buscado asociarse con la figura más concertacionista de la historia reciente, Patricio Aylwin. "Yo siempre he reconocido públicamente el gran aporte que hizo el Presidente Aylwin para recuperar nuestra democracia y la unidad entre los chilenos, y hoy día quiero encarnar ese espíritu", declaró Piñera. Con esa percepción, cero posibilidades de conquistar un solo voto de Kast y muchas posibilidades de perder votación propia. ¿Recuerdan el "gran éxito" del bacheletismo aliancista?
En paralelo, el jefe político, Andrés Chadwick, recibía al Movilh y, por una diferencia en las declaraciones posteriores a la reunión, les escribió a los pastores evangélicos asegurándoles haberle afirmado al Movilh "que el presidente Piñera tenía una convicción, que es la misma mía, es muy clara y desde hace mucho tiempo, públicamente expresada, en relación al matrimonio, a su fundamento y que eso era algo que obedecía a una profunda convicción de él".
La frase podría entenderse como favorable al matrimonio si no se supiera que Piñera apoyó tiempo atrás el acuerdo de unión civil y que ha contemplado la posibilidad de adopción de niños por parte de parejas homosexuales. En todo caso, Chadwick procuró ser enfático con los evangélicos, temiendo su definitiva desafección: "Un gran abrazo y seguimos en la lucha", les aseguró.
¿Cómo podrían conquistarse votos de Kast desde aquel aylwinismo y desde esta ambigüedad? Imposible.
Por eso, la suposición de que en los sectores que un columnista ha llamado conservadores pueda haber alguna duda sobre por quién votar el próximo 19 de noviembre no pasa de ser una proyección de su propia perplejidad. Porque debe ser muy difícil para alguien que continuamente está defendiendo la vida, la familia y la libertad de enseñanza tener que apoyar una candidatura que habitualmente está haciendo filigranas para quedarse en el centro político y moral, en el espíritu de Aylwin, según lo califica el propio Piñera.
Por eso, en los cuatro años que comienzan en marzo próximo, se va a producir en la derecha un fenómeno análogo al que tuvo lugar en la izquierda durante Bachelet II: la derecha oficial, o sea, el centro disfrazado de derecha, perderá definitivamente su talante, basculará entre el liberalismo y el aylwinismo, dejará el campo abiertamente libre para una derecha verdadera, que sumará componentes conservadores y socialcristianos, en uno o dos partidos nuevos. El ciclo vital de la Nueva Mayoría inició su decadencia bajo Bachelet II. Igual cosa sucederá con Chile Vamos en el próximo cuadrienio.
Los errores de campaña se pagan en votos, pero también sirven para que se develen intenciones (qué quiere Piñera), se clarifiquen referencias (lo suyo no es la derecha) y se pueda proyectar el futuro (hay espacio para un nuevo proyecto).
Por cierto, también cabe la posibilidad de que no sean errores de campaña.
A veces es un mal diseño; en otras oportunidades, es un capricho del candidato; el error puede ser causado también, simplemente, por temor a los otros postulantes.
Se nos informa, de modo muy destacado, que la candidatura de Sebastián Piñera ha salido a buscar votos entre los adherentes de José Antonio Kast, entre la derecha, entre los conservadores. Es evidente y constante.
Pero, paralelamente, gran parte de los electores consolidados del propio Piñera seguramente han quedado en estado de shock, al ver que su candidato ha buscado asociarse con la figura más concertacionista de la historia reciente, Patricio Aylwin. "Yo siempre he reconocido públicamente el gran aporte que hizo el Presidente Aylwin para recuperar nuestra democracia y la unidad entre los chilenos, y hoy día quiero encarnar ese espíritu", declaró Piñera. Con esa percepción, cero posibilidades de conquistar un solo voto de Kast y muchas posibilidades de perder votación propia. ¿Recuerdan el "gran éxito" del bacheletismo aliancista?
En paralelo, el jefe político, Andrés Chadwick, recibía al Movilh y, por una diferencia en las declaraciones posteriores a la reunión, les escribió a los pastores evangélicos asegurándoles haberle afirmado al Movilh "que el presidente Piñera tenía una convicción, que es la misma mía, es muy clara y desde hace mucho tiempo, públicamente expresada, en relación al matrimonio, a su fundamento y que eso era algo que obedecía a una profunda convicción de él".
La frase podría entenderse como favorable al matrimonio si no se supiera que Piñera apoyó tiempo atrás el acuerdo de unión civil y que ha contemplado la posibilidad de adopción de niños por parte de parejas homosexuales. En todo caso, Chadwick procuró ser enfático con los evangélicos, temiendo su definitiva desafección: "Un gran abrazo y seguimos en la lucha", les aseguró.
¿Cómo podrían conquistarse votos de Kast desde aquel aylwinismo y desde esta ambigüedad? Imposible.
Por eso, la suposición de que en los sectores que un columnista ha llamado conservadores pueda haber alguna duda sobre por quién votar el próximo 19 de noviembre no pasa de ser una proyección de su propia perplejidad. Porque debe ser muy difícil para alguien que continuamente está defendiendo la vida, la familia y la libertad de enseñanza tener que apoyar una candidatura que habitualmente está haciendo filigranas para quedarse en el centro político y moral, en el espíritu de Aylwin, según lo califica el propio Piñera.
Por eso, en los cuatro años que comienzan en marzo próximo, se va a producir en la derecha un fenómeno análogo al que tuvo lugar en la izquierda durante Bachelet II: la derecha oficial, o sea, el centro disfrazado de derecha, perderá definitivamente su talante, basculará entre el liberalismo y el aylwinismo, dejará el campo abiertamente libre para una derecha verdadera, que sumará componentes conservadores y socialcristianos, en uno o dos partidos nuevos. El ciclo vital de la Nueva Mayoría inició su decadencia bajo Bachelet II. Igual cosa sucederá con Chile Vamos en el próximo cuadrienio.
Los errores de campaña se pagan en votos, pero también sirven para que se develen intenciones (qué quiere Piñera), se clarifiquen referencias (lo suyo no es la derecha) y se pueda proyectar el futuro (hay espacio para un nuevo proyecto).
Por cierto, también cabe la posibilidad de que no sean errores de campaña.
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