12 julio, 2022 

 

 

 

 

 

Tomás Flores 


Estamos ante una propuesta que va más allá de solo crear un nuevo impuesto, ya que la dinámica que se genera no sólo atenta contra la acumulación de capital en Chile, sino también del eventual mal uso que la fiscalización del mismo puede generar en nuestra sociedad.


En el proyecto de reforma tributaria, ingresado a trámite hace unos días atrás, se incorpora un nuevo impuesto patrimonial, el cual se aplica sobre los bienes raíces, vehículos, inversiones, depósitos a la vista o a plazo, entre otros, y los animales lucrativos.

Se entenderá por ellos, los animales destinados a una actividad comercial o lucrativa, los cuales deberán ser valorizados según su valor de mercado. Este nuevo tipo de sujeto de impuesto, que sin duda genera curiosidad y algo de vergüenza ajena, da cuenta de la puerta que se está abriendo con este nuevo impuesto al patrimonio.

Hasta el momento se ha mencionado que esto de los animales lucrativos se refiere a caballos de carrera, pero tal como está el articulado podría podría involucrar hasta aquellos que se dedican de manera part-time a la crianza de perros o gatos  de raza.

En prácticamente la totalidad de los países, los impuestos a la renta se cobran sobre los ingresos obtenidos por las personas tanto del mercado del trabajo como de sus inversiones, sin ser relevante el destino de los dinero post pago de tributos, pudiendo el contribuyente destinarlo a consumo corriente o al consumo de bienes durables, tales como la compra de bienes raíces u otros fines.

Así, el dinero con el cual se compraron esos activos, que están en el listado del nuevo impuesto patrimonial propuesto por el gobierno, ya pagó el impuesto a la renta respectivo, por lo cual cobrar un nuevo impuesto sobre el stock implica cobrar dos veces sobre el mismo dinero, es decir doble tributación. 

Adicionalmente, en los países donde se han intentado estos impuestos patrimoniales se observa, evidentemente, un cambio en la conducta de los contribuyentes y paulatinamente alejan su stock de riqueza de la jurisdicción tributaria respectiva, por lo cual el impuesto se termina cobrando sobre aquello más difícil de mover, que corresponde finalmente solo a los bienes raíces.

Este cambio de portfolio de inversiones lleva a que la recaudación efectiva sea inferior a la estimada originalmente, lo cual no solo muestra la falla en la estimación de la recaudación, sino también el haber provocado la salida de patrimonio de nuestro país para ser invertido en otras jurisdicciones.

Lamentablemente, también se genera el riesgo de una intromisión del gobierno sobre las cosas que tienen las personas, lo que atentan contra su privacidad, ya que se abre la puerta a que un día lleguen funcionarios de Impuestos Internos exigiendo el ingreso a mi casa para ver si tengo pinturas o esculturas valiosas, además de contar cuantos animales lucrativos me acompañan.

Evidentemente, en un gobierno que desee exacerbar la discusión política en un conflicto entre ricos y pobres, puede utilizar este impuesto y la información que conlleva para denostar a sus opositores.

De esta manera, y más allá de lo ridículo de los animales lucrativos, estamos ante una propuesta que va más allá de solo crear un nuevo impuesto, ya que la dinámica que se genera no sólo atenta contra la acumulación de capital en Chile, sino también del eventual mal uso que la fiscalización del mismo puede generar en nuestra sociedad.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/tomas-flores-animales-lucrativos/

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