13 noviembre, 2020 

 

 

 

 

 

Rolf Lüders


El país pareciera estar gastando casi como si la situación económico-social fuese similar a aquella existente antes del estallido social y antes de la pandemia del Covid-19. Lo hace girando alegremente en contra de ahorros previos, tanto oficiales como privados. No pareciera haber conciencia de que tal gasto -sin perjuicio del apoyo justificado a los más necesitados- implica una descapitalización del país, que se traducirá en empobrecimiento. El caso más notable es el uso de parte de los fondos de pensiones acumulados por los trabajadores, cuyo nuevo giro -de efectos muy regresivos- se acaba de aprobar en la Cámara de Diputados.

Es cierto que hay encuestas que sugieren que más del 80 por ciento de las personas son partidarias de este segundo retiro. Pero eso no es de extrañar y no debiera en absoluto ser un argumento a favor del mismo. En todo el mundo hay aportes mínimos legalmente mandatados para financiar pensiones, ya sea por capitalización o por reparto. Se trata de disposiciones semi sagradas y autoimpuestas. Si así no fuese -por miopía o por la expectativa de posterior apoyo estatal- no se harían voluntariamente los ahorros suficientes para tener jubilaciones dignas. En efecto, el caso de Chile confirma lo aseverado.

Parece haberse producido en el país recientemente un cambio de mentalidad económica, que se está traduciendo en medidas de corte populista, como ésta del retiro de parte de los fondos de pensiones. No hace mucho tiempo atrás una mayoría sostenía que su bienestar económico-social dependía principalmente de su esfuerzo de trabajo y de ahorro. Hoy eso parece haber cambiado y una pluralidad pareciera creer que el bienestar económico está de alguna manera asegurado, ya sea misteriosamente, o por parte del Estado. Esta mayoría cree que basta con pedir y los recursos llegarán, lo que no puede ser más errado, si bien recientemente ha sido posible por las importantes reservas de recursos, públicos y privados, acumuladas en Chile en las últimas décadas.

Chile goza todavía de un alto grado de libertad económica, lo que está correlacionado con su liderato económico-social en América Latina. En efecto, la Heritage Foundation nos ubica en el lugar 15 de 180 países en su Índice de Libertad Económica. No obstante, en un informe publicado ayer por el Atlas Network, un conocido centro de estudios de orientación liberal, estamos rankeados en el puesto 64 de 74 países en términos del grado de internalización por parte de la población de la idea de libertad económica, muy lejos de Nueva Zelanda (1) y Colombia (17), los líderes del mundo y de Latinoamérica, respectivamente (Lips, Czegledi, y Newland (2020). Si esa mentalidad se va a ver reflejada en la legislación, como pareciera estarlo haciendo, estaremos condenados a la decadencia. (La Tercera)

Fuente: nuevopoder.cl/empobrecimiento-rolf-luders/

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