Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


A lo largo de 2.000 años se ha mantenido la fe cristiana a pesar de los no pocos Papas que han sucumbido a las tentaciones del poder terrenal, a los llamados por la avaricia o aquellos que cayeron en manos de la lujuria.

Han sido en total 266 y tres de ellos han gobernado la iglesia en el siglo XXI. En estos dos milenios han existido figuras importantes que representan diferentes épocas y que han servido como inspiración para miles de católicos del mundo. De los 266 indicados, 79 han sido nombrados Santos, 30 son considerados mártires,  8 son beatos y lo que no podía faltar en una institución con tanto poder, 21 fueron  asesinados. La historia de las sagradas escrituras del nuevo testamento nos indica  que el primer papa fue San Pedro, el apóstol más importante para Jesús y a quien le dio la responsabilidad de dirigir la iglesia y se le otorgaron las llaves del reino siendo el primer papa mártir de la historia.

Durante la edad media el papado enfrentó cismas y rebeliones, convocó concilios y cruzadas y se alió o enfrentó a reyes o emperadores.

Si nos atenemos a los historiadores, consideran como el primer gran papa a León I el Magno ya que le dio a la iglesia un carácter disciplinario y doctrinal. Pero lo destacable es que en la invasión de los Hunos a Roma este Papa salió al encuentro de Atila y lo convenció de retirar su gigantesco ejército que habría destruido la ciudad santa.

Otro reconocido papa fue Gregorio I Magno, quien reordenó la liturgia de la iglesia. León III fue más político al coronar como emperador a Carlomagno. Inocencio III promovió la inquisición y las cruzadas y Bonifacio VIII proclamó oficialmente que la iglesia católica es la única y verdadera iglesia.

He traído toda esta historia necesaria de recordar al pueblo católico ya que cada uno de los 266 pontífices han dejado una huella en la historia. A muchos de ellos su mecenazgo a las artes, sin el cual ese enorme tesoro de nuestra cultura occidental se habría perdido. Otros y no pocos, desviados en pasiones y poder por grandeza terrena, dejando una larga lista de herederos donde destacan emblemáticamente los Borgias.

En el siglo actual tres pontífices. Juan Pablo II el papa viajero que llevó la palabra de Jesús a los rincones más lejanos. En su visita a Chile es legendaria su frase cuando la izquierda  marxista quiso interrumpir su misa en el estadio nacional: alzó su brazo hacia la imagen de Cristo, ubicada frente al altar construido para la ocasión y con un grito profundo dijo ¡Mírenlo a él!, provocando un silencio estremecedor, ante lo cual los manifestantes cabeza gacha abandonaron la protesta.

Era la fuerza de la palabra que llenaba el vacío espiritual desde que pisaba nuevas tierras.

A él lo siguió Benedicto XVI el papa filósofo y teólogo. El hombre más intelectual de los últimos tiempos que marcó a la Iglesia por su profunda creencia en la naturaleza del Ser, bañada de espiritualidad y trascendencia. Quizás el papa menos comprendido pero el con más razón. Sin razón no hay conocimientos y sin ellos no hay verdad.

Pues bien hasta aquí  llega el legado y el ejemplo. Y la pregunta que nos hacemos hoy es ¿Existe Papa actualmente? Pareciera que si lo hay se ha hundido en las tinieblas más profundas, quizás mirando los círculos del averno de Dante.

No se le ha oído decir nada de la desacralización de la última cena y la eucaristía, el rito más importante de la santa misa donde Jesús se hace presente en su carne y en su sangre.

Pues nada ha dicho que sus amigos LGTBQ+ ridiculizaran el catolicismo. Sin embargo, a contrario sensu, ha enviado una carta de saludo y bendición al obispo de Washington donde se celebró hace algunos días  la tercera “misa del orgullo” organizada por el ministerio LGBTQIA+, asistiendo unas 250 personas a la iglesia Santísima Trinidad dirigida por jesuitas ,la congregación del Papa ausente. Tampoco ha levantado su voz para exigir a los organizadores de los juegos olímpicos respetar la medalla de oro otorgada al tenista serbio Novak Djokovic por ser católico, por  haber usado un crucifijo en su cuello y haber dado gracias a Dios por su triunfo. Hoy por esas razones han decidido quitarle el premio.

Creo que les he dado, dentro de mis posibilidades y del espacio para escribir, una gran diferencia entre los obispos de Roma que han existido y el actual, un hombre vestido de blanco pero sin alma. Un hombre con las sandalias de Pedro pero embetunadas de mierda progresista. Un hombre aconsejado por Lucifer Fernández.

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