Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Recientemente, con motivo del día del funcionario municipal, una de las autoridades comunales más conocidas y de antigua vida política, apareció disfrazada de personaje de una teleserie colombiana de hace algunos años y que en el mundo de la farándula televisiva ha tenido varias versiones.

Se trata de Betty la fea, cuyo personaje ficticio tiene en común con la autoridad disfrazada algunos aspectos característicos. Ambas son licenciadas en finanzas o en economía, como suelen llamarlo hoy. Es decir, técnicas en manejos de números para lo cual no necesitan mucha inquietud intelectual, mucho menos un saber cultural profundo, demostrado a diario por las actitudes mediáticas en el show business de la política, a la que es adicta la autoridad comunal.

Betty la fea logra empleo en una de las compañías más importantes en el mundo de la moda. La autoridad, aparte de costúrear sus blusas que muestra cada cierto tiempo en las redes sociales, encontró trabajo hace más de 30 años en el business mejor rentado del país: la política. Recuerden que la ley que ella misma aprobó con su voto , financia a los partidos y a los políticos con un pago por voto obtenido, aparte del sueldo millonario por “dedicarse al servicio público”

Pero vamos al punto que me interesa destacar. En el año 1967 se publica la primera edición en Paris, del libro de Guy Debord “La Société du spectacle” (La sociedad del espectáculo)

De dicho libro tomaré citas textuales para que se formen una idea cabal de lo que pretenden estos políticos hacer con las masas, a las que yo llamo ciudadanos dignos, a los que no quiero engañar por respeto a su incalculable valor como personas humanas. Dice así:

“En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”

“El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. La diversidad y contrastes de éstos son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser ella misma reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, es decir social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que ha llegado a ser visible.”

“El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental, que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver; de la misma manera que se funda sobre el incesante despliegue de la racionalidad técnica precisa que ha nacido de tal pensamiento. El espectáculo no realiza la filosofía, transforma en filosofía la realidad. Es la vida concreta de todos que se ha degradado en universo especulativo.”

En síntesis, en nueve capítulos se concentran 221 sentencias que describen la Sociedad del espectáculo y es interesante tenerlo presente. Ya desde hace más de 50 años que se advirtió del enorme daño en la sociedad de esta técnica comunicacional para propósitos políticos, que hoy emplea la disfrazada.

En una columna anterior expliqué qué hay una enfermedad que está afectando al universo de individuos que se dedican a la política partidista. Escribía en aquella oportunidad lo siguiente Este trastorno fue denominado en el 2008 por el neurólogo inglés miembro de la Cámara de los Lores David Owen como el “síndrome Hubris”.

Los griegos en la Grecia antigua ya utilizaban el término hubris o hybris para referirse al exceso de arrogancia que impulsa a un individuo a sobrepasar todas las barreras que limitan sus acciones y deseos, sin importar los desastres que pueda causar en la sociedad.

Los principales rasgos de un político, afectado de un trastorno de personalidad narcisista, son los siguientes:

  • Propensión a ver la acción política o la gestión gubernamental como el espacio para alcanzar la gloria personal y no el bien común.
  • Una propensión desmesurada a actuar en función de su propia imagen.
  • Una actitud prepotente derivada de un gran desdén por la crítica e incluso por los consejos de sus asesores, con total ausencia de empatía, ya que sus expresiones faciales son falsas.
  • Una gran temeridad a la hora de decidir estrategias sin consideración por los riesgos derivados de una actitud impulsiva, comportamientos destructivos y una total ausencia de remordimientos.
  • Como si esto fuera poco, posee una firme creencia de que solo está obligado a rendir cuentas ante el tribunal de la historia y no ante los organismos previstos en las leyes y la constitución vigente.
  • Una pérdida progresiva de contacto con la realidad, debido a su tendencia innata hacia el auto engaño.
  • Son dados a construir un mundo binario compuesto sólo de amigos y enemigos.

Esta realidad descrita es cierta, palpable e indiscutida, los hechos así lo demuestran. Betty la fea sin quererlo ha sido el vehículo para demostrar cuánta fealdad y engaño hay en esta política, cegada por su ambición.

Por favor, téngalo presente y no caiga en el juego del espectáculo con el cual cree haber conquistado el camino del éxito, ocultando su oscura verdad.

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