Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Pensaba cómo referirme a lo ocurrido en las sombras de la noche con la tumba del Soldado Desconocido, cuando encontré el poema de Calderón de la Barca dedicado a un soldado español.

Los soldados todos, en cualquier lugar del mundo, están hechos de la misma fibra y en todos los tiempos de la historia, por eso me pareció importante rendir mi tributo al soldado su cuerpo durante años reposó en los arenales del desierto hasta ser encontrado y en 1955 enterrado a los pies de quien fuera el general de la victoria, el General Baquedano.

Churchill decía con meridiana claridad “Una nación que olvida su pasado no tiene futuro”

Me he preguntado muchas veces, como ha sido posible que quienes juraron no sólo respetar la constitución y las leyes, sino también respetar el honor de la nación, sus instituciones, sus costumbres y tradiciones, en fin, su historia, hallan claudicado a toda razón de bien para dar paso a la destrucción, a la violencia, el odio y la muerte.

Y entre ellos uno, el que se cruza el tricolor en el pecho y se lo sujeta al costado con la piocha de O’Higgins, ¿acaso ese potente símbolo no significa nada para sus convicciones? ¿Es tan pobre el sentido patrio que lo acoge que solo piensa que Chile es una empresa con 18 millones de empleados sumisos y conformistas a los designios del patrón? Pareciera ser que leyó mal a varios historiadores y particularmente a Mario Góngora, si es que alguna vez supo de su existencia y debe ser así ya que Góngora, amén de ser el más destacado historiador de américa latina, hace una reconstrucción nacionalista de la historia del Chile republicano en su Ensayo Histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. El mismo año de su publicación, el autor se convenció que la influencia de la escuela de Chicago había torcido los ideales del nacionalismo chileno y le había sustraído al Estado su rol preeminente en la afirmación de la nacionalidad.

Conocedor de quienes han sido sacerdotes ortodoxos del modelo de la escuela de Chicago y de quienes plantean que el valor de la persona humana está supeditado a su libertad dada solo por el poder de elegir, entonces no es extraño comprender con dolor que los sentimientos más profundos de nuestra Alma Nacional solo se midan de acuerdo a cómo se venden o se tranzan en la feria.

Es inexplicable bajo todo punto de vista que un gobierno hubiese permitido la felonía contra nuestra historia. Es inaceptable comprobar que el Ejército enviara una carta al consejo de monumentos nacionales solicitando retirar los restos del soldado desconocido. ¿Qué respuesta podía esperar el General Martínez? ¿Que fueran los miembros de dicho consejo los que le enseñarán lo que son los deberes patrios y la honra a la historia de la cual su ejército fue victorioso? Pareciera ser que el alto mando, a quien respeto por su historia, hubiese perdido la conciencia de la realidad y no supiera quien es quien en Chile. Ese organismo depende del mal llamado Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio y ha sido, por instrucciones de su propia ministro, quien ha realizado registros del estallido delictual como expresiones de arte, secundado por otros personajes que opinan mirando el devenir de Chile de las terrazas de sus departamentos del barrio El Golf, desde donde encuentran “interesante” el vandalismo y grafiterío que ha inutilizado la propiedad de otros y no la propia. De ello el famoso ministerio guarda archivos y promueve el museo del estallido del barrio Bellavista sin duda.

Por eso respetado General ¿cómo no conocer en qué mundo estamos viviendo? Por cierto que en vez de impartir las instrucciones para proteger, restaurar, honrar el monumento al héroe de la guerra del pacifico y devolverlo a su sitio original, lo mismo que al soldado desconocido, la recomendación fue la “políticamente correcta” sacarlo en la penumbra de la noche, para terminar sepultándolo en un mausoleo, en el que caerá el silencio y posiblemente el olvido.

Por eso, con el poema de Calderón de la Barca le rindo un homenaje a ese hombre, soldado y chileno que desde 1955, acompañado de viejos y vivos compañeros de la guerra, fue enterrado a los pies de quien lo llevara a la inmortalidad, lugar al que por cierto el gobernante que permitió su deshonra no llegará.

 

“Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo como ha de ser
es ni pedir ni rehusar
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría;
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados”

Pedro Calderón de la Barca
Soldado Español

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