Osvaldo Rivera Riffo
Director Fundación Voz Nacional


"Es imposible traducir la poesía. ¿Acaso se puede traducir la música? (Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento, y muera el que no piense como yo."
(Voltaire)


Desde hace ya un largo tiempo una de los mecanismos de adormecimiento político, ha sido el ir imponiendo gradualmente lo políticamente correcto.

¿Y qué es lo políticamente correcto? Toda verdad que se exprese verbal o escrita y que afecte el oído sensible, particularmente del hombre de izquierda, el que de la noche a la mañana adolece de tinnitus o sordera temporal a todo lo que no les gusta oír. También afecta a los tontos graves del oficialismo y a uno que otro que quiere aparecer de "buenista"

Esta enfermedad política aqueja a todos los que ofician de tales, desde los que ocupan altos cargos en el oficialismo hasta lo opositores de cualquier laya. Todos al unísono fustigan lo políticamente incorrecto, es decir una suerte de censura en el hablar o escribir para no herir susceptibilidades y sobre todo la concordia nacional y paz social tan malograda en estos últimos 6 o 7 meses, por las medidas políticamente correctas tomadas por el ejecutivo en virtud de las funciones que dijeron respetar y defender.

Resulta entonces que el nuevo lenguaje inclusivo al que nos están llevando, también lleva implícito hablar o escribir como manda la nueva dictadura, la cual ha creado una nueva Academia de la Lengua, conformada eso sí por eruditos izquierdistas, muchos de los cuales ladran en el parlamento y a los que la derecha cobarde obedece sumisamente.

Así, no es sorprendente ver declaraciones tratando de ajustar los términos y evitando llamar las cosas por su nombre. Los eufemismos pasan a ser la golosina de los ignorantes charlatanes que pululan en torno a set televisivos, participando en cuanto show de variedades existe, para desde ese pódium de la sabiduría censurar tal o cual medida por políticamente incorrecta.

La política no es otra cosa que defender ideas y principios para ofrecer a la comunidad un modelo de sociedad acorde con sus particulares características, respetando sus identidades, sus costumbres y propender a una sociedad libre, tranquila, satisfecha y con oportunidades de toda índole.

El lenguaje chileno nunca ha sido estereotipado. Ha sido franco, directo, campechano. Nuestra historia del lenguaje está llena de aforismos con los que el hombre común y corriente ejemplifica su relación con la vida y la naturaleza. Seguramente los que no sufren de tinnitus, habrán oído más de alguna vez: "No me venga amigo a vender yeguas robadas" para decir en corta frase no le compro su discurso lleno de falsedades, intentando engañarme con su lenguaje florido.

En esta prostitución del lenguaje son responsables tanto la izquierda, que es la adalid de lo políticamente correcto para referirse a las acciones de sus adversarios y descalificarlos, como la derecha tonta que no ha encontrado mejor forma para diferenciarse y no sentirse inclusivo. ¡Oh my God!!! Que anglicanizarse, no de religión, que eso sería un mérito, sino de hablar mitad en mal español ya que al bien hablado no lo entienden y menos conocen la palabra diccionario y otro poco en inglés, dándose estatus internacional.

En este mejunje se da la paradoja que ha hecho mella el lenguaje políticamente correcto. Nada de claridades, todo vago. Nada de confrontación, todo tranquilo, nada de golpear la mesa y demostrar autoridad, eso es una fatalidad que atenta contra la nueva dogmática religión, que se llama DDHH y por sobre todo la tinnitus de quienes promueven desde su sordera temporal el odio y el resentimiento.

He referido este tema en lenguaje, por cierto, políticamente incorrecto y créanme que me importa un reverendo rábano si más de alguno se molesta o me critica porque no quiere pelos en la sopa, les comento de pasada que a esta altura la sopa está muy recalentada. En este escenario no hay que dejar que los quiltros ladren, sería irresponsable y hay que perder el tiempo y escucharlos para saber lo que piensan, ya que sólo así nos podremos preparar de mejor forma para lo que ellos tienen previsto y avisado.

Por eso defiendo con todas mis fuerzas al Ministro Mañalich un hombre real, no un político de fantasía, que la casuística del problema lo lleva al lenguaje que todo Chile tiene que entender: directo y claro. Que unas tasitas de café con 4 amigos por mucho que le guste a la subsecretaria, al ministro no le parece correcto y el dirige el asunto. Que es confrontacional, porque responde con la dureza que por cierto los intrusos no entienden,

Esta dirección, en un país en que se ha perdido el valor del respeto, en que no hay autoridad sin duda molesta, pero si se quiere salir de esta grave crisis sanitaria entonces debe ser con mano de hierro. Si no le gusta al ministro de educación que se critique el haber cerrado por anticipado los colegios y escuelas, las razones son lógicas y entendibles científicamente y, por cierto, el transparentar las opiniones, otro termino tan manoseado y de moda.

Por eso el problema ha sido más difícil de manejar ya que por la concepción entreguista y oportunista se crean comisiones y se le resta autoridad a quien debiera con su equipo haber liderado sin cortapisas su gran y eficiente trabajo. Lo mismo ha ocurrido con los Jefes de la Zona de Catástrofe. Piense de donde vienen las instrucciones.

El ministro de Salud, quien tiene "la salud de Chile sobre sus hombros ", no sólo merece el respeto de todos, sino el agradecimiento de Chile a él y solo a él, que es un gran epidemiólogo, se le deben las técnicas y acertadas medidas y es gracias a él que los organismos internacionales clasifican a Chile como líder en América latina en el control de la pandemia y uno de los 5 más eficientes del mundo.

Por eso señores, por un momento en la vida sean generosos y reconozcan que a pesar de no gustarle lo políticamente incorrectas que son las declaraciones del ministro, ellas han sido útiles a Chile y lo más valioso han salvado vidas. Que en definitiva es lo que importa.

El destino del Ministro de Salud pasada la pandemia está por verse, tenemos casos recientes de lo que ocurre con los exitosos y reconocidos bajo el gobierno de Piñera. Por ahora a defenderlo y mañana a reconocerlo, esa debe ser la actitud de un chileno bien nacido.

"En el idioma está el árbol genealógico de una nación."
(Samuel Johnson)

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