Juan Antonio Montes Varas
Credo Chile
No hay duda que -desde hace muchos años- las corrientes de izquierdas buscan la destrucción de la familia natural y cristiana.
Sí, de la familia en singular, de la única forma de familia; aquella formada por un hombre y una mujer, que se unen para siempre con el fin de la procreación, educación y sustento de los hijos y el apoyo mutuo entre ellos.
No desconocemos que pueda haber mucho tipo de realidades diferentes, en una sociedad donde las virtudes morales que sostienen esta institución están a la baja. Sin embargo, ello no disminuye ni pone en pie de igualdad a la familia, con las otras realidades que se conocen.
Es como la salud. Ella es el estado normal de un individuo en que todas las partes de su organismo funcionan de acuerdo a su orden propio. Podrá haber muchas variantes concretas en cada una de las personas, pero eso no altera que el concepto de sanidad siga siendo el mismo.
Uno de los atributos propios de la sanidad de la familia es el derecho prioritario que tienen los padres de familia para educar a sus hijos. Sí, de Ud. que nos oye que como padre o madre de familia intenta entregar lo mejor de sí para sus hijos y para su formación.
Tal derecho le viene de la propia naturaleza de la institución. Si el fin primordial de la familia es la procreación, su derecho y deber primero es el de alimentarlos y educarlos.
Ese derecho de patria potestad ha sido siempre mal visto por las izquierdas de todo tipo y pelaje. Desde el comunismo de la URSS donde los niños eran entregados forzosamente al Estado desde sus primeros años, para ser “formados” en los principios del Estado soviético; pasando por el nacional socialismo alemán, que arrebató a los padres y a la Iglesia el derecho de formarlos y lo pasó a las juventudes nazis, y llegando, más cerca a nuestros tiempos, al Partido Socialista Español que ya en la década de los 80’ sostenía que no había revolución sin “tomarse el alma de los niños”.
Los sucesivos gobiernos que hemos tenido en Chile aprendieron rápido la lección de sus congéneres rusos y españoles y la vienen aplicando sin pausa ni descanso desde que tomaron el poder.
Sin embargo, en estas últimas semanas hubo un aceleramiento del proceso de destrucción de la familia a través de dos proyectos de ley, para sólo hablar de ellos.
En efecto, en la sesión del miércoles 1° de este mes, el Senado aprobó, con 27 votos a favor, 13 en contra y una abstención, la idea de legislar el proyecto que regula el derecho de filiación de los hijos e hijas de parejas del mismo sexo.
Al mismo tiempo, al Proyecto de Ley de Garantías de Derechos de la Niñez, que de suyo es ampliamente cuestionable, se le sumó la indicación de incluir el derecho de los menores a participar de manifestaciones públicas sin la autorización de los padres de familia.
Un golpe más contra el ejercicio de la autoridad paterna sobre sus hijos.
Delante de todas estas propuestas anti familia, lo que llama más la atención es que contra ellas no existan iniciativas contrarias por parte de quienes se dicen favorables a la integridad de la familia.
Tomemos como ejemplo el folleto del Prodemu (Promoción y desarrollo de la mujer) instituto dirigido por la Primera Dama. En la publicación de ese organismo que trata de los llamados Derechos sexuales y reproductivos, se detallan tales “derechos” como la práctica del amor libre, sin límites de edad y de distintas “experiencias”, que dejaría a los soviéticos boquiabiertos.
En realidad no parece haber en el actual Gobierno ninguna voluntad seria de defender la integridad de la familia cristiana y natural. Menos la de oponerse a este verdadero alud de proyectos inicuos contra los derechos de los padres.
Por eso más que nunca la salvaguarda de los hijos depende cada vez más de la propia iniciativa de los padres de familia. Es una responsabilidad ineludible.
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