domingo, 30 de julio de 2017

 

Hermógenes Pérez de Arce

 

          “El Mercurio” de hoy domingo abre con un mito y cierra con otro. En la página A2 es destacado un artículo de Orlando Sáenz en que nos informa que el país que entregó Pinochet a Aylwin en 1990 afrontaba situaciones tan indeseables como las que confronta el país que Michelle Bachelet legará a su sucesor. Es decir, el Chile que en 1989 crecía a más de diez por ciento al año, que se había puesto a la cabeza de América Latina en todos los aspectos, exhibía excelentes cifras macroeconómicas, tenía un desempleo apenas superior al 5 % en enero del 90 y mejoraba año a año su clasificación de riesgo financiero, estaba en igual situación que el actual, que crece cada vez menos, ve deteriorada su situación financiera y fiscal, tiene un desempleo de 8 % y aumentando y cuya clasificación de riesgo financiero ha caído por primera vez desde entonces.

          Los mitos de Sáenz son proverbiales, pero el de Carlos Peña, con que se cierra el diario de hoy domingo, los supera, pues constituye un elogio para la peor política socialista que ha sufrido el país, con la posible excepción del Transantiago, la Reforma Agraria “drástica, masiva y rápida” de Frei y Allende. Peña sostiene que ese desastre posibilitó el surgimiento de una nueva clase media emprendedora en el agro, cuyos votos le van a dar el triunfo ahora a otro, en su tiempo, entusiasta de la misma Reforma, pero que en estos días guarda conveniente silencio al respecto, Sebastián Piñera. Y Peña exclama, en un rapto de entusiasmo ante su propia lucubración, “¡Viva la Reforma Agraria!”

          “¡Felix culpa!” que ahora permitirá una mayoría en favor de su candidato favorito, el mismo a quien hace casi exactamente dos años tachaba, también en su columna de ese diario, de “pícaro oportunista” que siempre conseguía quedar impune tras las irregularidades que cometía, las cuales precipitaban a otros en la descalificación y el desprestigio, pues “el que tiene peor comportamiento es el que tiene menos riesgo de salir dañado”. Hoy los fuegos de Peña, un hombre de izquierda, se dirigen preferentemente contra los adversarios de Piñera y en particular contra el candidato de la izquierda, Alejandro Guillier, a quien ha ridiculizado con su reconocidamente cáustica pluma.

Lástima para él que pocas páginas antes de su elogio a los “emprendedores creados por la Reforma Agraria”, la Sociedad Nacional de Agricultura, recordando también el aniversario de tan nefasta iniciativa, se refiere así a la supuesta “nueva clase” de empresarios que alaba Peña: “’La tierra para el que la trabaja’ pasó a ser un lema vacío, por cuanto ningún trabajador de predios expropiados recibió un metro de tierra, hasta que el Gobierno Militar resolvió parcelar y entregar títulos de dominio sobre ellas. Esos trabajadores agrícolas, hasta hoy, han debido sufrir los rigores de una economía menor que la de subsistencia, a quienes el Estado (es decir, todos los chilenos) debe subsidiar año a año, a través del INDAP, con US$400 millones en bonos, subsidios y ayudas que, aun así, no les permiten salir de la pobreza”. Ésa es la “prosperidad” de la “nueva clase emprendedora” que creó la Reforma Agraria.

          A todo esto, y visto lo anterior ¿cuánto nos cuesta el socialismo a los chilenos que realmente producimos? Cuatrocientos millones de dólares al año para sostener a los parceleros de la Reforma Agraria; otros cuatrocientos millones de dólares anuales para indemnizar a los guerrilleros marxistas, “exonerados políticos”, autodeclarados “torturados” y sus familias, más su salud y educación gratis; y setecientos millones de dólares anuales para el deficitario engendro socialista llamado Transantiago. ¿Es capaz el país de sobrevivir a tanto socialismo sin caer en la ruina que nos anuncia ya el descenso de la clasificación de riesgo-país?

          ¿Y nos proponen  como solución a Piñera, un partidario de la Reforma Agraria que dejó tal cual el Transantiago, votó a favor los subsidios a los ex guerrilleros marxistas y ya en su período aumentó de ocho a doce por ciento el endeudamiento público como porcentaje del PIB, aun gozando de excepcionales condiciones externas (el cobre llegó a US$4 la libra)?

          Como dijera el desesperado Garrick, “¡por favor, cambiadme la receta!”.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.cl/

 

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