18 de octubre de 2024
Hermógenes Pérez de Arce
El 18 de octubre de 2019 los comunistas, procomunistas, filocomunistas, compañeros de ruta y tontos útiles (como ellos los llaman) hicieron su acostumbrada insurrección, otra revolución de los imbéciles (si no fueran imbéciles no serían comunistas).
Al presidente Pinochet le habían hecho 17 estallidos revolucionarios entre 1983 y 1987 y duraban un día cada uno porque, si era necesario, ese gran estadista sacaba veinte mil hombres a las calles y "aquí no ha pasado nada." Y eso que los subversivos tenían apoyo cubano, soviético, de Alemania Oriental y hasta de Corea del Norte.
A Frei Montalva le hicieron en 1964 el estallido de Pampa Irigoin, pero tenía un duro en Interior, Pérez Zujovic, que le puso término al motín en un día, con seis muertos. El mayor imbécil internacional contemporáneo, Fidel Castro, "el padre de todos los fracasos", exclamó: "Prometió una revolución sin sangre y les está dando sangre sin revolución". Y otros imbéciles asesinaron a Pérez Zujovic.
Al general Ibáñez le hicieron la insurrección del 2 y 3 de abril de 1957, pero la sofocó en dos días, con militares en las calles aplaudidos por la gente (yo estaba ahí) e indeterminado número de muertos.
Antes, a González Videla le habían hecho la "revolución de la chaucha" en 1949, pero éste no era imbécil, así es que puso un conscripto con fusil y orden de disparar en cada micro y además dictó la Ley de Defensa de la Democracia, que proscribió al comunismo de la vida pública por nueve años y a los rojos más díscolos los relegó a Pisagua.
A Arturo Alessandri le habían hecho el levantamiento de Ránquil en 1934, pero mandó las tropas y santo remedio.
Pero el 18 de octubre de 2019 Sebastián Piñera, ante el acostumbrado y rutinario levantamiento comunista, no hizo nada. Y, obvio, la revolución produjo todo el daño que era de esperar. El balance lo hace ayer en El Mercurio la carta de Fernando Marín Cruchaga. Copio: "En seguridad: delincuencia desatada e impune. En ciudad y hábitat: barrios y horarios prohibidos, patrimonio mutilado, tomas de terrenos, vivienda propia y créditos hipotecarios inaccesibles. En economía: devaluación del peso, proyectos de inversión detenidos, empresas multinacionales que emigran, crecimiento de gasto público sin contraprestaciones a la gente, informalidad laboral y un largo etcétera. Chile cambió".
Sí, de hoy en adelante el 18 de octubre debe pasar a ser el Día Nacional del Imbécil, el día de los cambios para peor, el día en que un millón de chilenos desfiló por las calles en apoyo a que el país se fuera al diablo, a que se incendiaran iglesias, a que se quemaran edificios completos y se arruinaran negocios, se saquearan y cerraran supermercados en barrios populares, se perdieran por centenares de miles los empleos y hasta los empresarios (que siempre fueron parte de la solución, porque creaban empleos y riquezas) se pusieron imbéciles y ¡pedían perdón a los vándalos!
Quemaron el 80 por ciento de las estaciones del metro y el país ha sido tan imbécil que todavía no "cacha" quién pudo hacerlo, pero pagó 360 millones de dólares para repararlas.
Y el epítome de la imbecilidad: todo eso se coronó con el mayor disparate colectivo de la historia de Chile, la elección por amplia mayoría de Gabriel Boric como presidente.
Indiscutiblemente, merecidamente, condignamente el 18 de octubre debe ser proclamado como el Día Nacional de la Imbecilidad.
Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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