lunes, 18 de febrero de 2019

 

 

                Los rojos no le han pagado al general Cheyre los enormes servicios que éste les ha prestado. Lo están procesando lo mismo que a otros tenientes de 1973, como Krassnoff y Laureani, entre muchos, llevando a los tribunales a legiones de testigos falsos, que describen vívidamente torturas y crímenes supuestamente cometidos por aquellos y después, ante un “juez rojo”, naturalmente y a la larga obtienen condenas que dan paso a jugosas indemnizaciones pagadas por el erario y cuyo reparto queda entregado a la imaginación del lector. Al final del camino, la mayoría roja instaurada a lo largo de los años en la sala penal de la Corte Suprema, hoy presidida por uno de los suyos, Haroldo Brito, pone el visto bueno final… y a cobrar, mientras los “tenientes del 73” acumulan más años, es decir, cumplen varias cadenas perpetuas que les han ido incrementando los jueces rojos.

                Lo malo es que el general Cheyre, otro “teniente del 73”, argumenta exactamente de la misma manera en que lo han hecho Krassnoff, Laureani et al: “soy inocente, nunca he torturado a nadie ni en mi presencia se torturó; nunca detuve a nadie”. El resultado para Krassnoff, Laureani et al es que llevan ya 18 años presos y acumulan las antedichas cadenas perpetuas sin la menor esperanza de que se les reconozca siquiera sus derechos carcelarios, como está visto que les sucede. A ellos tampoco nunca se les ha reconocido el derecho más básico del último y más mísero ciudadano chileno: que las leyes rijan para él. Hay una larga nómina de preceptos constitucionales y legales que se les ha desconocido a esos “tenientes del 73” condenados a perpetua efectiva por delitos que no cometieron. Hasta hace poco, nada de ello había alcanzado al general Cheyre.

                Y ahora que lo ha alcanzado, no por razones políticas sino de mercado, pues imputándole delitos que no ha cometido vendrán después, para quienes lo han hecho, indemnizaciones millonarias que pagará el Estado, Cheyre se defiende igual que los demás “tenientes del 73”, diciendo la verdad: soy inocente.

                Pero en su caso hay una contradicción vital: él mismo ya condenó a los otros como él como culpables, cuando se rindió incondicionalmente ante los rojos en 2004 y declaró: “El Ejército de Chile tomó la dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le caben en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado”. (Subrayado mío). Esa declaración suya se publicó el 10 de diciembre de 2004, cuando él era comandante en jefe del Ejército.

                O sea, le dijo al país, cuando los “tenientes del 73” trataban de defenderse de las legiones de testigos falsos como los que a él lo acosan hoy: “sí, ellos son culpables, pero yo no”. En ese momento él no creía que “los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado” se los iban a imputar también a él; y no lo creía porque estaba diciéndoles al país y al mundo: “ellos fueron; yo no fui”. Pero los rojos sedientos de dinero han hecho caso omiso de su rendición incondicional y del servicio que Cheyre le ha prestado a su causa, que ha sido enorme. Pues él reiteradamente hablaba siempre de “los uniformados y las víctimas” y fue pieza fundamental en la trasmutación registrada en Chile y que ha tenido gran éxito, de los grupos armados marxistas, que iban a ser victimarios, según sus propios planes, en “víctimas”; de los totalitarios en “demócratas” (así se autodenominan hoy); y de los agresores en “agredidos”. Eso es lo que ha llevado a todos, prácticamente en Chile (salvo a este blog y otras honrosas y escasas excepciones) a cambiar su versión de la historia, sus opiniones, sus posturas, su lenguaje y hasta ¡sus principios!, como los partidos de derecha.

                En declaraciones a “La Tercera” de ayer 17.02.19, Cheyre demuestra que no ha cambiado nada: el se considera coautor y parte de “la transición” de que hablan los adversarios del Gobierno Militar, cuyo único defecto es que no existe, pues llaman así a la vigencia del articulado permanente de la Constitución, tras la única transición que hubo, que fue entre 1981 y 1990, regida por el articulado transitorio de la Carta. Es que, tras rendirse, Cheyre se integró a las filas adversarias y ya habla como ellas. Por ejemplo, se refiere al general Arellano como “un malhechor”, siendo que está históricamente probado (ver mi libro “La Verdad del Juicio a Pinochet” y el libro del hijo abogado de Arellano, de igual nombre, “De Conspiraciones y Justicia”) que fue completamente inocente.

Añade: “Lo digo con orgullo: me siento muy honrado de ser un hombre de la transición… que buscó terminar con algo que nunca debería haber sucedido en Chile. …Me siento satisfecho de haber sido el arquitecto del Ejército del siglo XXI… querido y respetado hasta cuando entregué el mando”. Todo porque los rojos, tras su rendición incondicional, no les hacían nada en las calles. A los que nunca se rindieron, como los demás tenientes del 73, los tienen presos a perpetuidad y a los que no están presos los rojos los golpean en la calle, como a Cristián Labbé. Pero cuando el nombre de Cristián Labbé (hijo) apareció en una papeleta electoral de consejero regional, sacó la primera mayoría del país, con más votos que cualquier candidato a diputado, salvo Jackson, y que cualquier candidato a senador, salvo Chahuán. Es que, de haber una “mayoría silenciosa”, la hay. Y no está con Cheyre, sino con Labbé y los que, como él, nunca se han rendido.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

 

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