3 DE MAYO DE 2023 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


El domingo votaré para defender lo que resta del Chile actual, que está en proceso de deconstrucción y descomposición. No es primera vez que estoy en eso. Hace cincuenta años yo era diputado y hacía lo mismo, porque también era gobierno el socialismo marxista que ahora arruina al país. Llevaban precisamente a cabo lo único que saben hacer: destruir. Como era evidente que también se armaban para un autogolpe y así hacerse de todo el poder, la civilidad mayoritaria, a través de sus diputados, llamó a las fuerzas armadas a poner término al régimen y éstas obedecieron. Y se puede probar que fue justo a tiempo.

Después participé, en lo que me cupo, en el régimen cívico-militar que devolvió a la civilidad una democracia plena y próspera el 11 de marzo de 1990. Chile tenía el mayor crecimiento económico de América Latina, un desempleo de 5 por ciento y la inflación en descenso. Lo logró reduciendo impuestos y privatizando empresas. En completa paz interna, pues el terrorismo (MIR y FPMR, ambos marxistas) estaba completamente derrotado. Y la Araucanía era feliz. El Banco Mundial reconocía en 1980 el magno esfuerzo: "Bajo extraordinariamente desfavorables circunstancias, las autoridades chilenas han consumado un vuelco económico sin precedentes en la historia de Chile. Cuando la Junta Militar tomó el poder en septiembre de 1973, la inflación había alcanzado una tasa anualizada de 1.000 %, las reservas internacionales netas eran negativas, la deuda externa estaba en default y la producción caía por segundo año consecutivo. El déficit del solo gobierno era del 20 % del PIB, la emisión de dinero estaba fuera de control, el sistema financiero arrasado y el tipo de cambio fuertemente sobrevaluado". (Whelan, "Out of the Ashes", p. 851)

El socialismo marxista otra vez ha llegado al gobierno y acabado con todo el gran legado del gobierno cívico-militar: ha terminado con la paz interna, con el imperio de la ley, con la certeza para invertir y producir y con la tranquilidad que nos daba saber que existe una autoridad inspirada en el bien y resuelta a combatir el mal y a protegernos del delito. Chile es otra vez un volcán en erupción, como le pronosticó Neruda a Jorge Edwards en 1970 que lo iba a ser, si salía elegido Allende.

Vamos a tener que volver a salvarlo. El primer paso de la nueva reconstrucción consiste en defender la Constitución que nos dio libertad y prosperidad, votando por un candidato de la lista C del Partido Republicano, el único de derecha, el próximo domingo. El segundo paso, votar "En Contra" en el plebiscito de salida, para impedir que entre a regir la Constitución espuria que, según los "bordes" acordados entre la izquierda y el entreguismo, no garantiza el derecho a la vida ni el del que está por nacer ni la igualdad ante la ley ni la libertad de conciencia y de culto ni la inviolabilidad del hogar y de las comunicaciones ni el repaldo constitucional, como únicos institutos armados, a las fuerzas armadas y de orden.

Esta vez el Senado debería cumplir el papel de la Cámara en 1973, declarando cuanto antes la inhabilidad --que por cierto es real-- del presidente que encabeza la demolición económica, social y moral de la chilenidad. La subsecuente elección presidencial señalará el inicio de esta segunda reconstrucción nacional en 50 años a que nos ha obligado el socialismo, es decir, "la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, el evangelio de la envidia y el culto a la mediocridad, cuya virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria" (Churchill).

Manos a la obra. Marca un candidato de la lista C el domingo. Da el primer paso.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

.