8 DE FEBRERO DE 2023
Hermógenes Pérez de Arce
Tengo el defecto de que no se me olvidan las cosas. Hace sesenta o más años un ingeniero contó en mi casa que debía presentar las propuestas de obras públicas con los sellos del impuesto despegados, porque si no no se las recibían. Y que la primera vez siempre le rechazaban la propuesta por no llevar los sellos, aunque los llevara. Pero a la segunda vez se la recibían. Debía aceitar la máquina.
Siendo estudiante de leyes tuve una pololita que egresó de un colegio de monjas donde no daban exámenes válidos, y tuvo que rendirlos en el ministerio. Después la mamá iba a buscar una y otra vez el certificado, pero no se lo daban. El papá entonces le dijo que, sin más, le pasara un billete al funcionario, junto con pedirle el certificado, Lo obtuvo inmediatamente la vez siguiente.
El empresario Guillermo Schiess me convidó a tomar desayuno en los años noventa y me mostró una película de un tren monorriel en altura alemán. Tenía conseguido ese tren para ir desde la Plaza Italia a Valparaíso, pasando por el aeropuerto y siguiendo la ruta 68, muy rápido, en una hora. A Pudahuel en pocos minutos. Sólo había que expropiar terreno para los postes. Los alemanes daban el crédito para el tren. Me dijo que en el ministerio no le contestaban a su propuesta. Parece que no había aceite. Ahora van a rehacer casi el mismo tren de antes por miles de millones de dólares. Pero habrá aceite para la máquina.
Más o menos en ese tiempo se publicó en El Mercurio que una empresa canadiense, asesorada por el ingeniero chileno René Fischman (que había construido los puentes chilenos que no se caían) ofrecía hacer el viaducto sobre el canal de Chacao gratis, con tal de que autorizaran un sistema de generación eléctrica mareomotriz en las bases del puente, que daría energía equivalente a la mitad del Sistema Interconectado Central. Se pagaba sólo el proyecto de generación. El puente salía gratis. Nunca le contestaron a Fischman, No quedaba nada para aceitar la máquina. Después se empezó a hacer el puente, pero no gratis, sino a un costo de varios miles de millones de dólares. Y está cada vez más caro.
Se podría haber comprado la clínica Sierra Bella en $3.400 millones de pesos, cuando estuvo en venta a ese precio. Pero no quedaba nada para aceitar la máquina. Después el municipio la compró en $8.200 millones, y la venta resultó.
Con aceite, en Chile la máquina anda.
Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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