viernes, 9 de noviembre de 2018
Como oportunamente predije en este blog, el ex Comandante en Jefe Juan Emilio Cheyre no irá a Punta Peuco ni a otro penal, porque la izquierda no es tan malagradecida e incluso cuando sus jueces prevarican, lo hacen prestando consideraciones a quienes la han servido.
Y Juan Emilio Cheyre lo ha hecho: el 10 de diciembre de 2004, como Comandante en Jefe del Ejército, le prestó un servicio enorme al marxismo nacional y mundial, que había intentado, pero no había podido, instalar en Chile "un régimen marxista-leninista integral" (palabras de Allende a Regis Debray): Cheyre culpó a su propio Ejército de "todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado".
Y ¿cómo le paga la izquierda? Condenándolo ilegalmente, pero no enviándolo a presidio. La rendiciones incondicionales, como la suya, no garantizan impunidad total, sino sólo de hecho: 3 años y un día de "libertad vigilada".
Por supuesto, la nueva sentencia del ministro Carroza, que hoy por hoy encabeza el funeral del estado de derecho en Chile, transgrede la Constitución, las leyes vigentes y la verdad de los hechos, pues ha condenado a Cheyre como encubridor, el 16 de octubre de 1973, de quince asesinatos acaecidos en La Serena, cometidos por sí y ante sí (sin orden superior) por el comandante Sergio Arredondo y el oficial del regimiento local Tomás Harris, sin saberlo el general Sergio Arellano ni el coronel y comandante del regimiento "Arica" de La Serena, Ariosto Lapostol, ni menos el ayudante de éste, teniente Juan Emilio Cheyre.
La verdad de los hechos está expuesta en mi libro "La Verdad del Juicio a Pinochet" (porque esos fueron "crímenes de Pinochet"), página 20 a 38. Y esa verdad emana de piezas del proceso que tuve a la vista y que el juez Juan Guzmán, iniciador de la Gran Prevaricación Judicial que ha tenido lugar en Chile desde 1998, omitió considerar con tal de condenar al ex Presidente y creyendo que así iba a conseguir un "tenure" o cátedra vitalicia en Harvard, La Sorbonne u otra universidad inclinada a la izquierda de este mundo sometido a los eslóganes de ésta. Pero Juanito, como yo le digo por ser "Old Georgian", terminó sólo en un oscuro decanato en una universidad menor chilena y ni siquiera pudo seguir en el Poder Judicial. ¡Marxistas malagradecidos!
Juan Emilio Cheyre, durante un asado en el fundo de Los Nogales del ex almirante Maurice Poisson, me refirió con detalle cómo era imposible que el coronel Lapostol y el general Arellano, reunidos a más de una cuadra de distancia del lugar donde el comandante Arredondo y el oficial local Harris perpetraron sus excesos, hubieran sabido de qué se trataba. Y de lo que se trataba era de que, por iniciativa de estos dos, se había sustraído de la cárcel a quince presos de izquierda y se les había ametrallado sin forma de juicio en un galpón del regimiento, sin conocimiento de nadie y en medio de la sorpresa del Consejo de Guerra que se celebraba en el mismo regimiento.
Una ironía la constituyó el hecho de que el general Arellano hubiera traído ese día desde Santiago, desde donde acababa de llegar en su helicóptero, una recomendación de condenar a muerte a tres de los detenidos en La Serena, Carlos Alcayaga Varela, Roberto Guzmán Santa Cruz y Manuel Marcarian Jamett, por graves delitos que le imputaba el Comandante del Área de Justicia y Seguridad Interior (CAJSI) de la II Zona Militar con sede en Santiago, de quien dependía el regimiento de La Serena. Y entre los 15 ejecutados por Arredondo estaban esos tres.
La ironía y la "miseria de la chilenidad" en este asunto residen en que uno de esos tres fusilados era hijo de una ferviente partidaria de la Junta, Josefina Santa Cruz de Guzmán. Pero a la vez su hijo Roberto había incitado a los mineros del Campamento Desvío Norte, cerca de La Serena, a apoderarse de los polvorines y a alzarse contra la Junta. Al saber de lo ocurrido en La Serena, la Junta le concedió una pensión de gracia a doña Josefina, que la rechazó indignada. A todo esto, el Consejo de Guerra contra su hijo prosiguió impertérrito, sin darse por enterado de que éste había sido muerto por Arredondo y, finalmente, conociendo del fallo en la causa 5A-73 de los Consejos de Guerra de La Serena, el CAJSI de la II División de Ejército con sede en Santiago, de quien dependía La Serena, general Samuel Rojas Pérez, el 25 de junio de 1975, determinó rebajar la condena a cinco años que se le había impuesto en primera instancia a Roberto Guzmán Santa Cruz, a 541 días, para cumplir la cual el único impedimento que tuvo éste fue que estaba muerto.
Estamos y estábamos en Chile ¿o no?
Por supuesto, en todo esto o en nada de esto tenía absolutamente algo que ver el joven teniente Juan Emilio Cheyre, que era ayudante del comandante Lapostol y que se limitó a llevar en un sobre cerrado un comunicado al diario "El Día" de La Serena, que fue publicado el 17 de octubre de 1973 y en el que el jefe del regimiento "apechugaba" con las barbaridades ocurridas el día antes en su unidad, diciendo que los 15 ejecutados lo habían sido "conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en Tiempo de Guerra", lo que no era verdad, pues finalmente éstos rebajaron la pena a Roberto Guzmán Santa Cruz de 5 años a 541 días en su sentencia final de 1975, sin todavía saber que estaba muerto.
El joven teniente Cheyre, que se limitó a llevar el comunicado a "El Día" en sobre cerrado, cometió ese "delito" acreedor a 3 años y un día de libertad vigilada y que, si se hubiera tratado del también entonces teniente Miguel Krasnoff, habría sido de 10 años o más y se habría sumado, hasta entrar los 640 años actuales, a todos los que le han impuesto jueces similares a Carroza, muy en particular Alejandro Solís, de infausta memoria, en cumplimiento de la venganza marxista contra los militares que salvaron al país, aun cometiendo algunos excesos, de caer en un régimen totalitario sin fecha de término.
Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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