viernes, 19 de octubre de 2018

 

 
  El columnista Fernando Thauby, en “El Mostrador”, describe un estado de “anomia” (ausencia de legalidad y normas; aislamiento sicológico) que viviría el Ejército a raíz, dice, de haber tenido un comandante en jefe deshonesto a la cabeza de un grupo desprestigiado, rodeado de un vendedor de armas de mala fama, de un político traficante de influencias con las mejores conexiones con la autoridad y de un abogado diestro e inescrupuloso. A ese comandante en jefe lo reemplazó, añade Thauby, un “oscuro miembro junior del grupo”, apalancado por el operador político. En otras  palabras, describe una verdadera mafia, ante cuya predominancia se marchan de la institución los mejores oficiales. 
 
Parece ser un opinante informado y su artículo me dejó perplejo.
 
Averigüé lo que es la “anomia” y me di cuenta de que Thauby se queda corto: no es el Ejército solamente el que la sufre. Es el país. Asistimos en estos días  a una parodia que sólo puede tener lugar en un país así. En efecto, se informa que el Presidente de la República va a tener que ir a declarar “como testigo” en el caso de las boletas y facturas para obtener financiamiento electoral de SQM y otras empresas. ¡Es sólo “testigo”! Debe ser la “anomia”.
 
Pues se trata del mismo Sebastián Piñera que cruzara el umbral del sexto piso de SQM para ir a pedir financiamiento para su candidatura de 2009, a quien vio allí la secretaria, Danitza Yepes; y que obtuvo ese financiamiento gracias a facturas no representativas de servicios efectivos, según el gerente de finanzas de SQM, Gerardo Illanes (“La Tercera”, 05.05.15). Pero resulta que el responsable, según la justicia, sería un señor Santiago Valdés, que no fue candidato a nada, no se benefició del financiamiento ni tampoco de haber desviado parte de él para pagar a ejecutivos de otra empresa del “testigo” y así mejorar sus estados financieros para venderla mejor. El que está sometido a proceso por todos los delitos envueltos en lo anterior y puede sufrir una condena de cuatro años, Valdés, tiene además suspendido su derecho a sufragio y no puede ser candidato presidencial, cosa que, por lo demás, nunca ha pretendido ser, pues lo único que hizo siempre fue cumplir órdenes de su jefe, del cual era gerente y encargado electoral.
 
La plata en el caso SQM era para la campaña de ese jefe. Sólo en un país anómico puede suceder que aparezca como responsable y sometido a proceso su empleado, que está procesado y encara una posible condena a cuatro años de presidio, pero sólo ejecutó órdenes y no se benefició de nada. El mandante, que discurrió y ordenó todo y se benefició de ello, ha pasado a ser un mero testigo. Eso ahora se llama “anomia”.
 
Como no me había dado cuenta de nada, yo, que a veces puedo ser muy ingenuo y hasta llegar a pensar que lo que dicen las leyes se cumple, anticipé en 2017 que la candidatura de Sebastián Piñera podía “no pasar agosto”, pues los hechos del caso SQM podían significar para él un procesamiento que le acarrearía la suspensión del derecho a sufragio, de acuerdo con la Constitución. Y como para ser candidato a la Presidencia se requiere poseer “las calidades necesarias para ser ciudadano con derecho a sufragio”, el afectado no podía seguir en la carrera presidencial. Es que olvidé la “anomia”.
 
El que vio suspendido su derecho a sufragio fue Santiago Valdés, que no era candidato a la Presidencia ni había acudido a SQM a pedir financiamiento electoral ni lo había desviado a pagar ejecutivos de Chilevisión. Sebastián Piñera era un mero “testigo” y perfectamente podía ser candidato. Sus partidarios se burlaron de mí en este blog, porque “pasó agosto” sin problemas. Estaban al tanto de la “anomia”.
 

El Contralor dice estar haciendo esfuerzos porque “Chile sea menos corrupto”. Iluso. No tiene en cuenta la “anomia”. 
 
 
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